David
Astro siempre estaba ahí, aunque a veces parecía un fantasma, una presencia suave y cautelosa que me observaba desde la distancia. Cada vez que levantaba la vista de mi cuaderno, podía sentir su mirada, como si su curiosidad flotara en el aire entre nosotros. Era fascinante y desconcertante a la vez.
A menudo la veía, sentada en una esquina del patio, con un cuaderno de notas en sus manos. Sus dedos delgados acariciaban las páginas, y su mirada, tan intensa y concentrada, parecía absorber cada palabra que escribía. A veces, me preguntaba qué historias se tejían en su mente, qué mundos imaginarios creaba. Sentía una mezcla de admiración y envidia: yo podía plasmar mis pensamientos en dibujos, pero ella hacía lo mismo con palabras, construyendo universos que probablemente eran tan ricos como los que yo intentaba capturar en mis trazos.
Era evidente que le gustaba observarme, pero nunca se atrevía a acercarse. Tal vez le daba miedo romper esa distancia que nos separaba. Yo, por otro lado, estaba cautivado por su forma de ver el mundo. La veía esbozar sonrisas al leer algo que la inspiraba, o fruncir el ceño al enfrentarse a un bloqueo creativo. Era un espectáculo íntimo, y me encontraba deseando ser parte de ello.
Un día, mientras dibujaba un paisaje que se extendía más allá de las gradas, sentí su mirada sobre mí. Era como si estuviera conectada a mi proceso, como si cada trazo que hacía la intrigara. Levanté la vista, y ahí estaba ella, con su cuaderno abierto, observándome con una mezcla de curiosidad y admiración. Fue un instante electrizante, y en mi pecho se encendió una chispa de esperanza.
Quería hablarle, quería preguntarle qué escribía, si tal vez sus historias podrían inspirar mis dibujos. Pero la timidez me detuvo. ¿Cómo podría acercarme sin sonar torpe? En lugar de eso, me quedé ahí, atrapado en el momento, dibujando un retrato de su figura mientras ella continuaba escribiendo.
Esa noche, mientras me preparaba para dormir, no podía dejar de pensar en ella. Astro, la chica que me vigilaba a escondidas, la que convertía sus pensamientos en palabras, era un misterio que quería resolver. Imaginé nuestras conversaciones, las risas que podrían surgir mientras compartíamos nuestras pasiones. ¿Y si nuestras artes se entrelazaban de alguna manera? ¿Y si yo pudiera capturar la esencia de sus historias en mis dibujos?
Día tras día, me sentía más impulsado a acercarme. La idea de romper esa barrera me aterraba, pero el deseo de conocerla superaba a mi miedo. La veía perderse en sus pensamientos, y anhelaba descubrir qué había en su interior, qué mundos la llevaban a escribir en su cuaderno.Pero mi cobardía y la de ella no nos dejaba cruzar si no solo más que miradas
Hoy el sol brillaba con fuerza, pero en mi pecho había una tormenta. El patio del colegio era un laberinto de risas y charlas, pero yo solo podía concentrarme en un rincón: el lugar donde Astro siempre se sentaba con su cuaderno. La veía escribir, a menudo sonriendo mientras sus dedos danzaban sobre las páginas. Era hermoso, pero también me llenaba de inseguridad.
La idea de acercarme a ella me aterraba. Cada vez que pensaba en romper el silencio, una oleada de nervios me invadía. ¿Qué diría? ¿Cómo podría presentarme sin sonar torpe? Me imaginaba balbuceando, o peor aún, quedándome en blanco mientras ella me miraba con curiosidad.
Hoy, como muchos otros días, la observé desde la distancia. Estaba sentada en su rincón habitual, la luz del sol iluminando su cabello. Podía notar la forma en que sus ojos se iluminaban al escribir, y me preguntaba qué historias crearían esas palabras. Mis manos, sin embargo, se sentían pesadas. A pesar de mi deseo de acercarme, una voz en mi cabeza me decía que no valía la pena.
Mientras dibujaba, mis trazos se volvieron erráticos. La idea de mostrarle mis dibujos me parecía casi ridícula. ¿Y si no le gustaban? ¿Y si pensaba que eran malos? La imagen de su rostro decepcionado me llenaba de pavor.
Decidí que quizás un día más sería suficiente. Pero la curiosidad era un fuego que no podía apagar. Sentí una pequeña chispa de valor al notar que ella levantaba la vista. Nuestros ojos se encontraron por un breve momento, y el mundo pareció detenerse. En ese instante, me sentí expuesto, como si cada inseguridad saliera a la superficie.
Mis amigos llegaron y notaron que miraba mucho a esa chica y se tomaron la molestia de molestarme en todo el proceso hasta el medio día que salíamos. Mi corazon se acelera cuando la miró otra vez,sus ojos café es oscuros y pequeños brillaban con la luz del sol,en ese momento me di cuentan que eran claros y me encantaron,parecía una vampira cautiva dora que atrapó mi corazón en un momento
Agache la cabeza y me dirijo a la salida casi que corriendo,y ella igual,tal parece que los dos somos tímidos—¿ Y bien,cuando hablarán? Hacen bonita química,dos tímidos por naturaleza hace un buen juego— mi amigo Mateo era jodidamente fastidioso pero el tenía razón los dos somos dos esferas brillantes pero tímidas y delicadas
Al llegar a casa,me sentí un cobarde por no hablarle y ella debería de estar peor que yo,me aseguraré que más adelante nos iría mejor. Y con ese pensamientos se me fue toda la tarde y noche pensando en como hablarle y acercarme a ella
Vampira cautivadora
Hay estaba ella,entrando agarrada con sus amigas, Leidy,Camila,Daniela y Isabella. Esas chicas siempre que pasó por el lado de Astro se ríen estremadamente escandalosas,¿ Como Astro se las las aguanta? Me pregunto cada vez que las veo a todas esas locas,menos mal supe elegir mis amigos bien,o eso creo