Astro
El día comenzó como cualquier otro, pero al llegar al colegio, el ambiente parecía diferente. Mis amigas, Daniela, Camila, Valentína, Yuliana, Leidy e Isabella, se reunieron a mi alrededor en el pasillo, sus rostros iluminados por sonrisas cómplices.
—¿Ya le hablaste a David?—preguntó Daniela, con una mirada burlona que apenas podía soportar.
—No, no todavía—respondí, intentando sonar despreocupada, pero el tono de mi voz no logró ocultar el nerviosismo.
—Vamos, Astro, no seas tímida. Solo ve y dile que te gusta— añadió Camila, empujándome suavemente hacia la dirección de la clase.
El bullicio del pasillo se desvaneció un poco mientras las risas de mis amigas resonaban en mis oídos. Sentía que cada palabra se clavaba en mi pecho como un recordatorio de mis inseguridades.
—No creo que sea tan fácil….— murmuré, tratando de alejar la atención.
—¿Fácil? ¡Es David! Solo imagina cómo sería— Valentína intervino, con los ojos brillantes de entusiasmo. —Tienes que intentarlo. ¡Y si no lo haces, nunca lo sabrás!”
—¿Y si se ríe de mí?— respondí, mi voz apenas un susurro. Las risas y miradas de mis amigas comenzaron a confundirse con mis propios miedos.
—No seas dramática, no le darás esa satisfacción— Yuliana se cruzó de brazos, intentando hacerme sentir más fuerte. —Solo ve y pregúntale si quiere ser tu amigo,o no,el está en once y este año sale,¿ Y tu te quedarás con las ganas de probar esos labios carnos?
—Sí, claro, "amigos"—repetí, tratando de hacerme a la idea. Pero, en el fondo, sabía que no solo era tenerlo de amigos lo que quería. Era la conexión que había estado anhelando.
Cuando finalmente llegamos al aula, mis amigas no se separaron de mí. Se sentaron a mi alrededor, riendo y haciendo comentarios sobre lo que debería hacer. Me sentía como una marioneta en un espectáculo del que no quería ser parte. La ansiedad comenzaba a acumularse en mi pecho.
—Vamos, que no se diga que no lo intentaste—dijo Leidy, animándome a levantarme.
No tenía tiempo para prepararme. Antes de que pudiera pensar, mis amigas se levantaron y se acercaron a David.
su salón estaba al lado de nosotros pero simplemente no podía acercarme— lo siento chicas no puedo— dije y ellas me miran con ganas de matarme — si no vas tú,iremos nosotras y te haremos pasar vergüenza — dijo Leidy mirándome arretadora,no dije nada y la mire mal por un segundo— ustedes no se ponen en mi lugar porque no son inseguras de ustedes mismas como yo,ustedes no son tímidas como yo y por eso dicen," no están mal ir hablarle "¡ Pues si! Si es mal los nervios me comen de una!— dije alterada y cansada de que me sigan molestando
Y sin más me entró en el salón de filosofía,mis amigas entran mirandome con los ojos grandes y curiosidad sobre mi,se que fui brusca pero no pude evitar sentirme acosada. El día terminó y me aleje lo más rápido,al llegar al portón me choque con un chico y es nada más y nada menos que mi David le dedique una sonrisa y salí corriendo como una loca
Al llegar a casa me relaje sin tantas miradas sobre mi,¿Porque tuve que ser tan tímida? La tarde llega y la noche y con eso mis pensamientos vagan con el chico de once ¿Podré ser más que una sola espectadora?
El Miedo a Dar el Paso
El día siguiente llegó con la misma incertidumbre que me había dejado la jornada anterior. Al entrar al colegio, el bullicio familiar del pasillo me pareció aún más ensordecedor. Mis amigas ya estaban allí, llenas de energía, pero yo solo podía pensar en David. Su rostro seguía apareciendo en mi mente, cada sonrisa suya una daga en mi pecho.
—¿Listas para el gran momento?—preguntó Camila, su tono lleno de entusiasmo.
—No, no estoy lista—respondí, sintiendo cómo la ansiedad se acumulaba nuevamente.
—Vamos, Astro, no puedes dejar que la oportunidad se te escape—dijo Valentína, con una mezcla de apoyo y desafío en su voz.
Era fácil para ellas, pensaba. No conocían el nudo en mi estómago cada vez que imaginaba acercarme a él.
Las horas pasaron lentas, y cada vez que veía a David en el patio o en clase, el mundo a mi alrededor se desvanecía. Era como si él tuviera un halo que me atraía, pero también me paralizaba. Cuando sonreía a sus amigos, me preguntaba si alguna vez sería capaz de ser una parte de su vida, o si seguiría siendo solo la chica tímida de la esquina.
Mis amigas intentaron empujarme hacia él varias veces, pero siempre encontraba una excusa. En lugar de acercarme, me quedaba en el borde del grupo, observando. No podía evitarlo; el miedo a la posible burla y el rechazo eran demasiado fuertes.
Después del almuerzo, decidí que tenía que hacer algo diferente. Caminé sola hacia el patio, intentando encontrar valor. Si al menos pudiera mirarlo a los ojos, tal vez eso me daría la fuerza para hablar.
Estaba sentado en una mesa, riendo con sus amigos. Mis piernas se movían inquietas, pero cuando nuestras miradas se cruzaron, sentí un escalofrío recorrerme. Su sonrisa se desvaneció un segundo, como si se sorprendiera de que lo estuviera mirando. Fue suficiente para que me diera la vuelta y me alejara rápidamente, el corazón latiéndome en las sienes.
El resto del día transcurrió en un borrón. Mis amigas seguían insistiendo, pero yo ya no tenía palabras para argumentar. La inseguridad me consumía, y cada intento de acercamiento se sentía como un salto al vacío.
Al final del día, mientras regresaba a casa, recordé las palabras de Yuliana. “Si no lo intentas, nunca lo sabrás.” Pero el “intentar” se sentía como un riesgo demasiado alto. La idea de quedarme con las ganas me aterraba, pero enfrentar mis miedos parecía aún más abrumador.
Al llegar a casa, me dejé caer en la cama, y mi mente comenzó a divagar. ¿Por qué no podía ser como mis amigas? ¿Por qué no podía simplemente acercarme a David y decirle lo que sentía? La frustración me envolvía y, al mismo tiempo, un pequeño rayo de esperanza. Tal vez, algún día, reuniría el coraje para dejar de ser solo una espectadora en su vida.