Susurros del corazón

La promesa de un nuevo comienzo

Astro

El sol ya no tenía la calidez de esos primeros días de colegio. Aunque era mediados de septiembre, el calor seguía siendo intenso, y los días parecían irse volando. Estaba en mi escritorio, mirando los apuntes dispersos frente a mí, cuando recordé que ya se venía el cuarto período. Eso significaba más responsabilidad, más pruebas y más tareas. Mis amigas y yo habíamos hecho un pacto: íbamos a ser las mejores en este período, sin excusas.

El primer objetivo era la materia de Sociales. No podía seguir dependiendo de los apuntes de otras personas y de los resúmenes rápidos que hacíamos entre todas. No, esta vez me lo tomaba en serio. Debía estudiar, no solo leer. La mirada severa de la profesora, la forma en que me cuestionaba cuando me veía perdida, me rondaba siempre. No podía dejar que me siguiera mirando como a una chica distraída, incapaz de seguirle el ritmo a las clases. La idea de enfrentar otro período con calificaciones mediocres no era una opción.

Me sentía un poco presionada, aunque mis amigas parecían tranquilas. Isabella, como siempre, tenía una confianza inquebrantable en sí misma. Daniela, por otro lado, se mantenía un poco más en las sombras. Sabía que a veces le costaba mantener el ritmo, pero siempre le encontraba una forma de salir adelante, como si tuviera un talento secreto para las fórmulas mágicas de la vida.

Era temprano, y ya había comenzado a repasar mi cartilla de economía cuando mi hermano entró en mi habitación sin tocar la puerta.

—¿Vas a estudiar todo el día o te vas a escapar a ver a tu novio? —me dijo con una sonrisa burlona.

—¡Cállate, Lian! —le respondí, aunque mi rostro se puso rojo. No me gustaba hablar de esas cosas con él. Y mucho menos cuando mencionaba a él.

Él soltó una risa, satisfecho con su broma, y se fue sin darme tiempo a responder. Mi hermano sabía lo que estaba pasando, aunque nunca lo mencionábamos directamente. Mi obsesión con David, las miradas furtivas en los pasillos, las sonrisas incómodas que no me atrevía a compartir con nadie, todo eso quedaba atrapado entre nosotros como una burbuja invisible.

Aún no le había hablado, y no sabía si lo haría. Estaba demasiado nerviosa. A veces me encontraba observándolo en clase, pero cuando nuestras miradas se cruzaban, me sentía como si el mundo entero se me viniera encima. A veces creía que me había visto, que se había dado cuenta, pero no estaba segura. Tal vez todo lo que sentía era solo un espejismo creado por mi propia mente tímida.

De todas formas, el cuarto período me tenía tan ocupada que, por el momento, él pasó a ser una distracción secundaria. El timbre que indicaba el inicio de las clases me sacó de mis pensamientos y me impulsó a salir corriendo hacia la cancha para hacer la formación. Mi estómago empezó a retorcerse, y me di cuenta de que, como siempre, las chicas de séptimo estaban demasiado alborotadas. Mientras nos organizábamos, vi a David en el otro extremo. Pero esta vez no me quedó la sensación de que había algo entre nosotros. No era un día especial, ni un momento de esos en los que te sientes que el universo conspira a tu favor.

David

El cuarto período estaba a punto de comenzar, y por primera vez sentía que tenía que ponerme las pilas. Mis calificaciones no eran malas, pero podía hacer mucho mejor. Sabía que no podía seguir dejándome llevar por la corriente. El tiempo pasaba demasiado rápido y, al final, me di cuenta de que la presión se sentía diferente este año. Estaba en once y el futuro se acercaba rápido.

Aunque mi cabeza estuviera ocupada con los estudios y las actividades extracurriculares, no podía dejar de pensar en ella. En Astro. La chica de cabello castaño, mirada profunda y esa forma de reírse que me volvía loco. Pero, por supuesto, no podía hablar de ello con nadie. Mis amigos bromeaban mucho, pero lo hacían más por picarme que por cualquier otra cosa. Ellos no entendían que para mí esto era serio.

Hoy en la cancha, cuando nos formamos para orar, la vi otra vez. Estaba parada entre sus amigas, con esa expresión de siempre: distraída, pensativa. Tal vez estaba tan nerviosa como yo, aunque no lo dijera. Tal vez pensaba lo mismo: ¿qué pasaría si nuestras miradas se cruzaban y las palabras no llegaban? Como siempre

A veces me sentía como un tonto, intentando leer señales que probablemente no existían. Pero no podía evitarlo. Si me había sentido así antes, cuando ella estaba cerca, ahora era peor. El sentimiento era más fuerte. Y, sin embargo, mi miedo a hablarle seguía ahí, más grande que cualquier cosa.

Mi mente estaba atrapada entre la necesidad de concentrarme en los estudios y las ganas de acercarme a ella. Era una batalla constante. Por eso, mientras la formación continuaba, decidí que en este cuarto período, mi objetivo sería no solo mejorar en mis calificaciones, sino también dejar de ser tan inseguro y dar el paso, al menos para hablarle.

Astro y Daniela

Mientras tanto, en casa, las cosas no estaban mucho mejor. Aunque la presión del estudio me ocupaba, había algo que no podía dejar pasar: mi pequeña empresa secreta de papelería casera.

No se lo había contado a nadie, ni siquiera a mis amigas. Daniela, sin embargo, fue la primera en enterarse, después de que me viera doblando algunas hojas de papel en la cafetería. Estaba preparando unos cuadernos decorados y personalizados, algo que podía vender para ganar un poco de dinero extra sin que mi mamá lo supiera. A veces, ella no entendía lo que quería hacer con mi tiempo libre, y preferiría que estuviera todo el día estudiando.

—Oye, ¿y tú qué haces con todo eso? —me preguntó Daniela, mientras me veía colocar algunas cintas en los cuadernos.

—Nada, solo estoy haciendo unos detalles para un par de amigas —respondí, mientras escondía rápidamente los materiales.

Daniela me miró con una sonrisa traviesa, pero no dijo nada más. Sabía que tenía mis razones, y no me preguntó nada. Cuando vi la mirada cómplice de ella, me sentí aliviada. Necesitaba alguien en quien confiar, alguien que pudiera ayudarme a mantener todo esto en secreto. Aunque sabía que lo que estaba haciendo era un poco arriesgado, la emoción de crear algo con mis manos, de ver cómo mis ideas se materializaban, me llenaba de energía.




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