Susurros del corazón

Capitulo diez:Entre el silencio y las palabras no dichas

Astro

El pasillo estaba lleno de ruido, como siempre. Voces, risas, pasos apurados hacia las clases, pero yo caminaba como si todo fuera una película que pasaba frente a mis ojos. Apenas podía concentrarme en lo que estaba haciendo, y mi mente no paraba de dar vueltas. Desde el día en que le mencioné a mis amigas sobre mi canal y la cuenta de Instagram, sentía que había dado un paso, pero ese paso era tan pequeño comparado con lo que realmente quería hacer. Había compartido mi mundo con ellas, sí, pero aún no con él. Aún no con David.

Mi corazón daba pequeños saltos cada vez que lo veía a lo lejos. Él no me miraba, o al menos no lo hacía de la manera en que yo lo deseaba. Su presencia en la misma sala o en los pasillos me afectaba más de lo que quería admitir, y aunque no nos hablábamos, su cercanía siempre parecía llenar el espacio. Como si hubiera una especie de campo magnético entre los dos, pero de alguna manera, nosotros no hacíamos nada por acercarnos.

A veces, cuando lo veía desde lejos, me preguntaba si él sentía lo mismo. Si alguna vez, en algún rincón de su mente, pensaba en mí de la manera en que yo pensaba en él. Pero la timidez, esa maldita timidez, me frenaba. Me frenaba incluso más que mis miedos sobre mi canal de YouTube o mi nueva cuenta de lectura. Es como si una parte de mí quisiera acercarse y otra parte, la más aterrada, me empujara a esconderme aún más en mis proyectos, donde nada era real, donde nada podía fallar.

Hoy, mientras esperaba que sonara el timbre para el cambio de clase, sentí su mirada. No era que me estuviera mirando directamente, pero sabía que él estaba allí, cerca, a unos metros de mí. La sensación era siempre la misma: la mezcla de nervios y esa pequeña chispa de emoción que me recorría cada vez que lo veía. Era como si el aire entre nosotros se cargara de algo, de una posibilidad que ninguno de los dos se atrevía a reconocer.

Entonces me miró. Un segundo, solo un segundo. Y por alguna razón, ese pequeño instante me hizo sentir más vulnerable que nunca. Mi corazón dio un golpe, y sin pensar, bajé la mirada rápidamente, como si pudiera desaparecer. No sé por qué lo hice. Es como si mi cuerpo tuviera reacciones que ni yo misma entendía.

Y él… él siguió caminando, como si nada hubiera pasado.

David

Hoy el día me había pesado más que otros. Todo en la escuela parecía igual de aburrido, igual de repetitivo. Me encontraba observando a todos desde la misma distancia de siempre, sintiéndome como un espectador que no encajaba. Los mismos grupos de siempre, las mismas conversaciones vacías. Y, sin embargo, había algo diferente en el aire, algo que no lograba ubicar.

Quizás era ella. Quizás era Astro.

Nunca entendí bien qué me atraía de ella. No era como las demás, ni siquiera me parecía interesada en las cosas que normalmente interesan a los demás. Siempre estaba con su cuaderno o su celular, perdida en su propio mundo, y eso me intrigaba. Y, aunque nos cruzábamos por los pasillos, nunca había sido suficiente para romper esa barrera invisible que nos separaba. Tal vez era yo quien no me atrevía, o tal vez era ella. No lo sabía. Solo sentía esa tensión en el aire cada vez que coincidíamos en el mismo espacio. Como si algo estuviera a punto de suceder, pero ninguno de los dos diera el paso.

Hoy, cuando salí de clase y la vi allí, parada cerca de su casillero, mi primer impulso fue acercarme. Pero me detuve. ¿Y si me ignoraba? ¿Y si todo este tiempo había estado equivocado y en realidad no había nada entre nosotros?

A lo lejos, vi cómo ella levantaba la mirada, justo cuando yo la miraba. Nuestro breve contacto visual fue lo único que ocurrió, y, en cuanto vi que bajaba la vista, me sentí extraño, como si de alguna manera hubiera invadido un espacio que no me correspondía.

Decidí que no debía hacer nada, que quizás debía esperar, darle tiempo, o tal vez solo seguir con mi vida como siempre. Pero, entonces, la vi otra vez, como si de alguna forma el destino la pusiera justo allí, en el centro de mi visión, a pesar de todo.

Y algo en mí me decía que no debía esperar más, que había llegado el momento de dar ese paso, aunque no sabía cómo.

Astro:

El resto de la mañana pasó sin que nos cruzáramos más. Es curioso cómo los días pueden parecer una mezcla de cosas que no terminan de encajar. No me había dado cuenta de cuánto tiempo había pasado desde la última vez que realmente me concentré en las clases. Mi mente seguía vagando, intentando entender por qué no podía dejar de pensar en David.

A veces me sorprendía a mí misma, porque sabía que en el fondo no podía seguir guardando todo este silencio. Algo tenía que cambiar, y si no era él quien diera el paso, tal vez era yo la que tenía que hacerlo. Pero esa idea me aterraba. ¿Cómo se hace para acercarse a alguien cuando todo lo que sientes es un nudo en el estómago? ¿Cómo se hace cuando te enfrentas a un miedo tan grande como el de que te vean por lo que realmente eres?

Mientras caminaba hacia mi próxima clase, la sensación de que él estaba cerca se hizo más fuerte. No lo vi, pero lo sentí. Había algo en el aire, algo en mi pecho que se aceleraba. Y de nuevo, me encontré atrapada entre la necesidad de decir algo y el miedo de que esa conversación nunca fuera lo que yo esperaba.

Entonces, al final, todo quedó igual. Sin palabras, sin acercamientos. Solo dos mundos que coexisten, tan cerca y tan distantes al mismo tiempo.

Y esa tarde, mientras pensaba en mi canal de YouTube, me di cuenta de algo: al final, no era solo mi vida digital la que me mantenía alejada. Era mi propio miedo el que me mantenía en este rincón. Y me odié por ello. Porque sabía que no podría quedarme en mi refugio para siempre.

Entre el miedo y la despedida

Astro

El ambiente estaba cargado de emoción, de ese tipo de electricidad que solo se siente en los días importantes. Hoy era el día de la ceremonia de fin de año, la última para los de once, la mía de décimo. Todos estaban ahí, reunidos en el auditorio, esperando a que la tarde pasara con su típica mezcla de nervios, risas y despedidas. La música, los discursos, las sonrisas... todo parecía una película que pasaba frente a mí, sin que yo pudiera ser parte real de la escena.




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