Susurros del Pasado

Capítulo 1: Recuerdos Peligrosos

Desperté sabiendo algo que no debería saber.

No era un sueño ni una visión difusa. Era un recuerdo. Uno que no existía en ningún registro, uno que nadie me creería, uno que me hacía temblar por dentro. Estaba sola en la oscuridad de mi habitación, con las manos frías, el pecho apretado, y una frase dando vueltas en mi cabeza: “No debiste recordarlo.”

Me senté en la cama. Escuché los sonidos habituales de la ciudad: motores, sirenas lejanas, una alarma constante a unas cuadras. Pero algo en el aire estaba mal. Un silencio bajo la superficie, como si el mundo estuviera conteniendo la respiración.

Miré mi teléfono.

Un solo mensaje, sin remitente, sin hora de envío:

"No lo olvides. Si lo recuerdas, corres peligro. Pero si lo olvidas, ya perdiste."

Se me heló la espalda. Lo había visto antes. No recordaba dónde, pero lo reconocía. Cada palabra tenía peso. Me levanté. Caminé descalza por el piso frío hasta la ventana. Afuera, las luces de la ciudad parpadeaban como si dudaran de su propia existencia.

Apreté los puños. La memoria volvió de golpe: pasillos de concreto, luces parpadeantes, mi nombre siendo gritado por una voz que no conocía... o que sí, pero ya no podía ubicar.

—Nyra... corre.

No era un simple recuerdo. Era una advertencia que me llegaba tarde.

Tomé una ducha rápida. El agua no logró calmarme. Me vestí con lo primero que encontré: jeans oscuros, chaqueta gris, la bufanda negra que siempre usaba cuando sentía que algo podía romperse. Bajé las escaleras, saltándome el ascensor. Ya no confiaba en los espacios cerrados.

A la vuelta de la esquina, en un café que apenas abría, alguien me esperaba. Alto, de mirada tensa. No lo conocía, pero su postura me resultaba familiar. Como si lo hubiera visto en ese pasillo... o en algún recuerdo prestado.

—Llegaste rápido —dijo. No me sonrió.

—No me diste muchas opciones —le respondí, sin bajar la mirada.

Él deslizó una hoja hacia mí. Papel real. Raro. Escrito a mano.

"Están borrando a los que recuerdan. No hables. No confíes. Recuerda sola."

—¿Quién sos?

—Uno que no olvida. Como vos.

Mi estómago se cerró. Quise hacer mil preguntas, pero mi instinto me decía que no debía hablar más ahí. No todavía. Solo asentí y me fui, sin mirar atrás.

La ciudad parecía la misma de siempre. Pero yo no lo era. Caminaba por avenidas como si fueran laberintos. Buscaba rostros conocidos y encontraba sombras. Todo lo que antes era rutinario ahora parecía hostil. Semáforos. Cámaras. Pantallas que mostraban noticias vacías.

“Avances en el tratamiento contra el Estrés Cognitivo. Nueva ley de privacidad emocional. Aprobado el proyecto de limpieza de recuerdos digitales.”

Todo era fachada.

Doblé por una calle lateral y sentí que me seguían. No estaba sola. Crucé sin mirar, bajé a un pasillo subterráneo, pasé entre vagones vacíos. Alguien me rozó el hombro. Me di vuelta. Nadie.

Entonces la vi.
Mira.
Parada al final del andén. Pelo corto, mirada fija, manos en los bolsillos.

—Tarde o temprano ibas a empezar a recordar —dijo.

—¿Quién sos? —pregunté, por segunda vez ese día.

—Alguien que te conoce mejor de lo que quisieras. Lo que viste… no fue un accidente. Fuiste parte. Solo que no te lo dijeron. Te lo borraron.

—¿Qué cosa?

Mira me sostuvo la mirada.
—La verdad.

Esa noche no dormí. Abrí la hoja que me había dado el desconocido. Al dorso había una dirección. Un número de acceso. Y una palabra clave:

“Anomalía.”

Puse los auriculares, reproduje ruido blanco, y empecé a escribir todo lo que recordaba.
No confiaba en mi memoria.
Pero mi miedo… ese era real.

Y lo peor de todo, es que aún no había recordado lo más importante.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.