Susurros del Pasado

Capítulo 6 – La cerradura invisible

Guardé la llave dentro de mi chaqueta, como si así pudiera silenciar el murmullo que parecía emitir contra mi piel. Adriel caminaba a mi lado con pasos firmes, sin mirar atrás. No parecía nervioso, y esa calma extrañamente me contagiaba.

—¿Qué es exactamente lo que sabes de esta llave? —le pregunté finalmente.

Él me lanzó una mirada rápida, como midiendo cuánto decir.
—Sé que no es una llave común. Que abre un lugar oculto… y que quienes te persiguen harán cualquier cosa para evitar que llegues a él.

—Genial —bufé—. Muy tranquilizador.

Adriel sonrió de medio lado, sin ofenderse.
—No vine a tranquilizarte, Nyra. Vine a ayudarte a sobrevivir.

No respondí. Me molestaba la seguridad en su voz, pero al mismo tiempo, esa certeza era como un salvavidas en medio del naufragio.

Llegamos a una biblioteca abandonada en la parte antigua de la ciudad. Las puertas estaban cerradas con cadenas oxidadas, y las ventanas cubiertas de polvo.
—Aquí solían guardar archivos del municipio —explicó Adriel—. Muchos desaparecieron de un día para otro, como si alguien quisiera borrar el pasado de todos.

Lo seguí en silencio mientras forzaba la entrada por una ventana lateral. El polvo se me pegó en la garganta al entrar. Filas de estanterías vacías, mesas volcadas, papeles amarillentos esparcidos por el suelo.

Avanzamos con cuidado, iluminando con una linterna. Entonces lo vi: una vieja puerta de hierro en el sótano, casi oculta detrás de estanterías caídas.

Me acerqué, el corazón acelerado.
—Aquí… aquí encaja —susurré, sacando la llave.

Adriel se inclinó a mi lado, observando el grabado.
—¿Ves? El mismo símbolo. Círculo atravesado por una línea. No es casualidad.

Metí la llave en la cerradura. Encajó perfectamente, pero al intentar girarla, se trabó. Empujé con fuerza, sin resultado.

Adriel se colocó detrás de mí y puso su mano sobre la mía.
—Despacio. No es fuerza, es precisión.

El contacto me sobresaltó, pero no aparté la mano. Giramos juntos, con una presión exacta, hasta que el mecanismo cedió con un chasquido metálico.

El sonido me erizó la piel. No solo por lo que acabábamos de lograr, sino por la cercanía de su respiración en mi oído.

Me aparté de golpe, fingiendo concentración en la puerta.
—Ya está.

Él asintió, aunque vi una chispa divertida en sus ojos.
—Bien hecho.

Empujamos la puerta y un olor a humedad nos envolvió. Dentro había un cuarto pequeño, lleno de cajas selladas y carpetas cubiertas de polvo.

Me acerqué a la más cercana. Al abrirla, descubrí decenas de fotos antiguas, recortes de periódico y… expedientes médicos. El primero llevaba mi nombre.

Sentí que el mundo se hundía bajo mis pies.
—Esto… esto es sobre mí.

Adriel apoyó una mano en mi hombro.
—Entonces estás más cerca de la verdad de lo que creías.

Lo miré. Por primera vez, no vi solo al extraño misterioso que me había salvado, sino a alguien que parecía comprender mi miedo, mi rabia y mi confusión.
Y eso me asustó aún más que los hombres que me perseguían.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.