Susurros del Pasado

Capítulo 11 – El cazador de sombras

El silencio del hospital se quebró con un sonido metálico. Un eco profundo, como un portazo lejano. Adriel levantó la cabeza de inmediato, cuchillo en mano, mientras yo contenía el aliento.

—Nos encontraron —murmuró.

La vibración en mi pecho se volvió insoportable. Era como si el edificio mismo intentara advertirme de algo.

Unos pasos resonaron en el pasillo. Lentos. Medidos. Y entonces, de la penumbra, emergió una figura. Alta, envuelta en un abrigo negro que se fundía con la oscuridad. Su rostro estaba cubierto por una máscara metálica que brillaba bajo la tenue luz.

—Nyra —su voz retumbó como un eco roto—. El villano te reclama.

Adriel se interpuso, su cuchillo reflejando un destello frío.
—Tendrás que pasar por mí.

El enmascarado inclinó la cabeza, como un depredador curioso. Luego extendió su mano… y la sombra del pasillo se levantó como un líquido oscuro, lanzándose hacia nosotros.

—¡Cuidado! —grité.

Adriel esquivó por poco el golpe, pero el suelo crujió bajo la fuerza de aquella energía oscura. Yo retrocedí, buscando algo con qué defenderme, pero entonces ocurrió.

El vínculo.

Sentí el corazón de Adriel golpear en mi pecho. Su visión, sus movimientos, su rabia, todo pasó por mí como una corriente viva. No eran mis instintos… eran los suyos.

Sin pensar, levanté mi mano. Una ráfaga de luz azulada brotó de mis dedos, empujando a la sombra hacia atrás. El enmascarado retrocedió un paso, sorprendido.

—Así que aún tienes poder —dijo, su voz cargada de una extraña satisfacción.

Miré mi mano, temblando.
—¿Qué… qué fue eso?

Adriel no respondió. Estaba tan sorprendido como yo, pero su cuerpo se movía con precisión letal. Cargó contra el enemigo, y yo… lo seguí. No porque lo decidiera, sino porque su instinto me arrastraba. Nos movíamos como uno.

Él atacaba con el cuchillo, y yo lanzaba ráfagas de luz instintivas que desviaban las sombras. Era como si hubiéramos entrenado juntos toda la vida. Como si hubiéramos nacido para pelear así.

El enmascarado gruñó, retrocediendo unos pasos.
—El lazo ya despertó. Interesante… muy interesante.

Su sombra se alzó de nuevo, envolviéndolo por completo, hasta que desapareció entre la oscuridad del pasillo. Solo quedó el eco de su voz.
—Pronto lo comprenderán. El destino ya está escrito.

El silencio volvió, espeso, cargado de polvo y miedo. Yo caí de rodillas, el pecho ardiendo por la energía que había liberado.

Adriel me sujetó antes de que golpeara el suelo.
—Nyra… —su voz sonaba ronca, casi rota—. Lo que hiciste… nunca había visto algo así.

—Yo tampoco… —murmuré, temblando—. Pero lo sentí. Sentí todo lo que tú hacías.

Él me sostuvo con fuerza, sus ojos oscuros buscando los míos.
—No es solo un vínculo. Es un arma. Y ahora lo saben.

Me estremecí. Porque tenía razón. El villano ya conocía nuestro secreto. Y no iba a detenerse hasta usarlo en nuestra contra.




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