Susurros del Pasado

Capítulo 15 – Sombras que responden

El aire vibraba con un zumbido eléctrico. El soldado del Consejo avanzó entre la niebla, los sensores de su máscara brillando como ojos sin alma.
Adriel se movió rápido, lanzándose hacia un costado para distraerlo. Yo sentí su intención antes de que actuara; el vínculo ardía, transmitiéndome su impulso, su adrenalina.

El primer disparo cortó el aire, estallando contra un árbol y haciendo saltar astillas incandescentes.

—¡Muévete! —gritó él.

Rodé hacia la izquierda, buscando cobertura. Pero el suelo tembló. De la tierra surgieron filamentos metálicos, como raíces negras, intentando atraparme.
—No puede ser —susurré—. Usa energía del Proyecto.

El soldado extendió la mano, y un resplandor azul envolvió su cuerpo. Lo sentí en mis huesos: el mismo pulso que vibraba en mí y en Adriel.

Éramos lo mismo.
Una réplica. Un eco deformado.

Adriel lo embistió, usando la energía del vínculo para impulsarse. Lo golpeó en el pecho y lo lanzó contra un tronco, pero el soldado apenas se inmutó.

—No luches contra lo que eres —dijo una voz, pero no provenía del casco. Sonó dentro de mi cabeza, susurrante, familiar.

Elara.

El mundo pareció detenerse. El sonido se distorsionó, el tiempo se estiró.
De pronto, vi el rostro del soldado… y detrás de su mirada vacía, supe quién lo guiaba.

Una proyección mental, enviada a través del vínculo.
Elara estaba usándolo como un canal.

—Hermana —susurró mi mente—. No corras más. Ven conmigo.

Su voz no era hostil. Era dulce, casi suplicante. Y eso fue lo que más me asustó.

—¿Qué te hicieron? —grité, sin saber si me escuchaba en voz alta o dentro del pensamiento.

El soldado dio un paso hacia mí. La máscara se agrietó, dejando ver un brillo azul bajo la piel.

—Nada que no eligiera —dijo Elara, a través de él—. Tú también lo harás. Muy pronto.

Adriel apareció a mi lado, jadeando.
—¿Con quién hablas?

—Con ella —respondí, con la voz quebrada—. Es Elara. Ella está… dentro de él.

Él apretó los dientes.
—Entonces tendremos que romper la conexión.

Se concentró, cerrando los ojos. Sentí su energía fluir hacia mí, intensa, envolvente. El vínculo respondió, girando entre nosotros como un torbellino.
Cuando abrí las manos, el aire tembló.

Un destello azul los envolvió a ambos —al soldado y a mí— conectando nuestras mentes por un instante.
Y entonces lo vi.

Elara, de pie en una sala blanca, rodeada de cables y tanques. Sus ojos ya no eran los mismos. Lloraban luz.

—Todo lo que recuerdas es una mentira, Nyra —susurró ella—. Y cuando llegues al Archivo, entenderás quién soy en realidad.

El vínculo se rompió de golpe. El soldado cayó, inerte, mientras un eco lejano retumbaba en mi mente.

Adriel me sostuvo antes de que cayera.
—¿Qué viste?

—Elara —dije, temblando—. No está muerta. Y no está sola.

La bruma se dispersó, dejando el bosque cubierto de ceniza.
Adriel miró hacia el horizonte, donde luces blancas comenzaban a encenderse en la distancia.

—Entonces el juego cambió —murmuró—. Ahora ellos vendrán por nosotros… y por ella.




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