Susurros del Pasado

Capítulo 16 – Entre las cenizas

Corrimos hasta que la niebla se volvió tan espesa que no distinguíamos el camino.
El suelo estaba cubierto de polvo y restos metálicos del soldado caído, que seguían vibrando con una energía residual. Cada paso parecía una ofensa al silencio.

Adriel no hablaba. Su respiración era entrecortada, y el vendaje de su hombro volvía a teñirse de sangre.

—Tienes que detenerte —le dije—. No podemos seguir así.

—Si paramos, nos alcanzarán.

—Y si no lo haces, morirás —respondí, más fuerte de lo que quería.

Él me miró, los ojos encendidos por la rabia y algo más profundo.
—¿Por qué te importa tanto? —preguntó, casi con amargura.

—Porque si caes tú, caigo yo —susurré—. Porque estamos conectados, ¿recuerdas?

El silencio nos envolvió. Después, él bajó la mirada.
—No era eso lo que quería decir.

Nos refugiamos bajo un antiguo túnel cubierto de raíces y escombros. El aire olía a óxido y tierra húmeda. Afuera, los drones del Consejo pasaban con zumbidos lejanos, buscando rastros de energía.

Encendí una pequeña luz. Adriel se dejó caer contra la pared, cerrando los ojos.

—Ella está viva —dije finalmente—. Elara.

Él asintió sin abrirlos.
—Y controla a los suyos. Lo vi en tu mirada.

—No lo entiendo. Creí que el Proyecto las había destruido a todas… a nosotras.

—Tal vez no destruyó nada —replicó Adriel—. Tal vez solo las dividió.

Lo miré confundida. Él levantó la vista, su expresión era una mezcla de cansancio y certeza.

—¿Nunca te has preguntado por qué tu vínculo conmigo es tan fuerte? No fue un accidente, Nyra. Te emparejaron conmigo por un motivo. Y puede que Elara… tenga su propia mitad.

Un escalofrío me recorrió.
—¿Otro como tú?

—O peor.

El silencio volvió, roto solo por el latido compartido que resonaba entre ambos. Era un pulso invisible, cálido, peligroso.

Adriel extendió la mano y rozó la mía. Fue un gesto mínimo, pero suficiente para que todo a nuestro alrededor se detuviera.
El vínculo se encendió. Vi fugazmente su recuerdo: una sala blanca, su cuerpo conectado a cables, una voz que decía “Ella es la clave”.

Retrocedí, jadeando.
—¿Qué fue eso?

—Lo mismo que tú viste —respondió él, con voz temblorosa—. El Proyecto no nos unió. Nos creó el uno para el otro.

El peso de esas palabras cayó como una sentencia.

—Entonces… —susurré— todo lo que sentimos, lo que somos… ¿es real o una programación?

Adriel se acercó, apenas un paso, pero el aire entre nosotros se volvió eléctrico.
—No lo sé —dijo—. Pero si esto es una mentira, prefiero vivir en ella contigo antes que volver a estar solo.

La tensión se quebró cuando un rugido metálico resonó sobre nuestras cabezas.
El túnel tembló. La tierra comenzó a ceder.

—Nos encontraron —dije.

Adriel me tomó del brazo y me impulsó hacia la salida.
—Entonces corramos otra vez, pero esta vez hacia las respuestas.

Salimos justo cuando el túnel colapsaba detrás. La luz del amanecer bañaba las ruinas del bosque, y por un momento, entre el humo y las sombras, creí ver una silueta observándonos desde lo alto.
Elara.
Sus ojos, azules como el hielo, se cruzaron con los míos antes de desvanecerse en la bruma.




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