Susurros del Pasado

Capítulo 18 – El Vínculo

El Archivo Central se alzaba tan cerca que podía sentir su vibración en el pecho.
Cada superficie parecía hecha de cristal líquido; dentro, sombras de datos y recuerdos flotaban como si el aire respirara.
Pero algo cambió.
Un dolor sordo me atravesó la mente, y la conexión con Adriel titiló, como una cuerda a punto de romperse.

—¿Lo sientes? —pregunté, llevándome la mano al corazón.

Adriel asintió, con el ceño fruncido.
—El vínculo... se está distorsionando. Es como si intentaran separarnos.

El aire se volvió pesado. Ecos de nuestras propias voces resonaron a nuestro alrededor, repitiendo frases que jamás habíamos dicho.
“¿Por qué confías en él?”
“Él fue creado para destruirte.”

La voz provenía del viento, pero era mi voz.
Retrocedí un paso.
—Eso no es real…

—No, pero sí es parte de ti —dijo Adriel, con la mirada fija en el horizonte.
Su silueta empezó a fragmentarse, como si el mismo espacio lo estuviera reescribiendo.

De repente, todo se torció.
Estábamos ya dentro del vínculo.
Un espacio sin tiempo, formado de recuerdos mezclados: fragmentos del bosque, del laboratorio, de la niña detrás del vidrio.
Y frente a mí, apareció otra versión de Adriel.
Sus ojos eran completamente negros.

—¿Sabes quién soy? —preguntó.
—El eco del Proyecto —respondí, temblando—. La parte de ti que ellos controlan.

El verdadero Adriel cayó de rodillas, sujetándose la cabeza.
—No lo escuches, Nyra… quiere rompernos.

El falso Adriel sonrió.
—¿Romperlos? No, solo mostrar la verdad. Tu vínculo con él fue programado. No es amor, Nyra. Es una simulación para mantenerte dócil.

Sus palabras me atravesaron.
Podía sentir el eco de su voz en mi alma, y una parte de mí quería creerle.
Todo lo que habíamos vivido, cada toque, cada mirada… ¿podía ser solo un experimento?

—Mírame —susurró Adriel, acercándose con dificultad—. Lo que siento no fue programado. Te lo juro.

Su energía vibró, débil pero sincera.
Entonces comprendí: incluso si el vínculo había sido diseñado, lo que habíamos construido dentro de él… era real.

Me lancé hacia el Adriel oscuro, canalizando toda la energía que quedaba en mí.
—No eres mi destino. —Extendí la mano—. Nosotros lo elegimos.

El eco gritó y se deshizo en una ola de luz.
El paisaje volvió a la normalidad.
El Archivo estaba otra vez frente a nosotros, inmenso, silencioso.

Adriel respiraba con dificultad, pero sonrió.
—Supongo que el Proyecto no contaba con eso.

—¿Con qué? —pregunté.

—Con que incluso las mentes creadas en laboratorio… pueden amar.

El silencio se llenó de un resplandor suave.
El vínculo entre ambos se estabilizó, más fuerte que nunca, pero distinto: ahora era algo voluntario, no impuesto.

Frente a nosotros, las puertas del Archivo se abrieron solas, con un sonido profundo, como el de un corazón latiendo.
Y dimos el paso final.




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