Susurros en la noche {bl}

I: Te conocí.

Vivimos inmersos en un mar de susurros, chismes, secretos, críticas y burlas que se expresan en voz baja. Pero en ocasiones murmuramos nuestros pensamientos y deseos, e incluso dejamos entrever nuestros sentimientos en pequeños susurros, con la desesperada esperanza de no ser escuchados y anhelando con todo nuestro ser que ese suave susurro llegue a nuestro amor.

De esto no cabe duda alguna: todos hemos pronunciado al menos una vez un...

~susurro en la noche~

09|Octubre|2023

🍁

Era una fresca mañana de octubre en Torrington, Connecticut. El viento otoñal soplaba con fuerza, llevándose las hojas anaranjadas y el agradable aroma de la tierra.

El sonido de la campana de la escuela privada Bright Star resonaba con intensidad, mientras los alumnos se dirigían con rapidez a sus respectivos salones.

El bullicio, las conversaciones y las risas llenaban el ambiente, sonaban con claridad, como es habitual en cualquier escuela preparatoria.

En el aula de 12°, varios estudiantes ya se habían acomodado en sus asientos, absortos en sus teléfonos, mientras otros conversaban alegremente cerca de la ventana y disfrutaban de la hermosa vista otoñal.

Incluso, al fondo, un chico había caído en un profundo sueño, con la cabeza descansando pesadamente sobre su pupitre, ajeno al bullicio a su alrededor.

Se trataba de jóvenes que disfrutaban y apreciaban cada instante de su vida escolar antes de dar el gran salto hacia la universidad.

Cada risa, cada palabra y cada acto era un súbito recordatorio de que, al igual que las hojas anaranjadas, sus días como estudiantes de preparatoria llegarían a su fin.

Por la puerta del salón del 12.º año entró la profesora Rodríguez, cuyos pasos retumbaban con firmeza debido a sus tacones bajos, lo que producía un casi rítmico eco a sus pies.

Al darse cuenta de su llegada, los estudiantes se apresuraron a guardar sus teléfonos y a ocupar sus asientos. Un silencio instantáneo se adueñó del ambiente ante la presencia de quien era su docente principal este año.

Pese a la dulce y cálida sonrisa que iluminaba su rostro, sus ojos revelaban una clara inquietud. Cada mirada fija que se posaba en ella parecía intensificar la presión que ya sentía. No obstante, estaba preparada para iniciar el discurso que había escrito para sus alumnos y que había preparado durante días.

—¡Buenos días, chicos! Sé que este es su último año antes de iniciar su camino hacia la universidad y—

En ese momento, unos ronquidos que venían del fondo interrumpieron el discurso de la profesora Rodríguez. Ella retrocedió ligera, sorprendida, mientras entre los chicos estallaba una ola de risas.

Uno de ellos, con una sonrisa pícara y sin bajar el volumen de su voz, comentó:

—La profe Rodríguez parece estar muy tensa.

Su compañero encogió los hombros en señal de empatía respondió:

—Es normal, apenas es su segundo año aquí y ya tiene a su cargo un grupo de último año. Eso es todo un reto. Hasta siento un poco de pena por ella.

Tras los comentarios, reinó un, el eco de las risas aún resonaba con claridad. Algunos alumnos seguían murmurando entre sí y otros hacían un esfuerzo por contener las carcajadas y sus comentarios.

—Esto será más complicado de lo

que creí —pensó. Aunque se sentía exaltada, avergonzada y herida por los comentarios de sus estudiantes, la docente respiró hondo y decidió seguir adelante con su clase.

Estaba decidida a no dejarse afectar por la situación y se comprometió a dar lo mejor de sí, sin prestar demasiada atención al ruido ni a los murmullos que aún flotaban en el aire.

—Este es su último año y entiendo que algunos de ustedes pueden sentirse emocionados, otros quizás un poco nerviosos, y algunos pueden estar confundidos sobre lo que les depara el futuro —dijo la docente viendo a sus estudiantes con una dulce mirada.

La profesora hizo una pausa y observó a sus alumnos. Algunos de ellos, ante la mirada de Rodríguez, se sentaron derechos y empezaron a prestar atención a lo que ella decía. Entonces, con una sonrisa, prosiguió:

—Pero quiero que sepan que es muy complete normal. No piensen mucho en eso, ya que es parte del proceso de la vida y, como su profesora, estoy aquí para ayudarles a aclarar cualquier duda que tengan.

Cada vez más estudiantes prestaban atención a lo que decía, siguiendo cada una de sus palabras con interés, mientras sus ojos se iluminaban ante esos alentadores consejos y ánimos que estaba compartiendo.

Y entonces para culminar su discurso con broche de oro, la profesora, con una espléndida expresión de alegría, añadió:

—¡Por eso les animo a disfrutar al máximo este último año y a aprovechar cada momento que vivan!

Todo parecía ir bien hasta que los molestos ronquidos volvieron a hacer su aparición, y esta vez con mayor intensidad, tanto que los más serios no pudieron contener la risa, lo que provocó el fracaso del gran discurso de Rodríguez. Incluso uno de ellos hizo un comentario en voz alta:

—¿Desde cuándo estudiamos con cerdos?

Las carcajadas resonaban tan fuertes que inundaban el salón y hasta la profesora se dejó llevar por el ambiente y soltó una suave risa.

La profesora recuperó su postura con rapidez y se cubrió la boca con la mano.

—Ejem, correcto. Este año contamos con un nuevo estudiante —añadió, mientras se aclaraba la garganta.

Los chicos mostraron mucho interés, ya que hacía tiempo que no recibían a un compañero nuevo. Para calmar la curiosidad de sus alumnos, la docente continuó:

—La mayoría de ustedes se conocen desde hace bastante tiempo, pero me gustaría que le den una cálida bienvenida para que se sienta a gusto con nosotros.

Hizo una pausa y extendió su brazo hacia la puerta.

—Por favor, pasa, Cristopher.




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