Como si el destino, en su capricho, lo hubiera dispuesto así, por primera —pero no última— vez, sus ojos se cruzaron por un breve instante, justo antes de que Cristopher formulase una pregunta aparentemente simple, pero que trazó la primera línea en el lienzo en blanco que eran sus vidas antes de conocerse.
—¿Quién es Ben?
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Como Rodríguez había imaginado, todos se quedaron quietos; algunos ya estaban asombrados por la forma en que Ben había golpeado su asiento, pero tras la indicación de la profesora, el silencio se hizo presente. Solo se escuchaban las risas que Mónica no lograba esconder.
La profesora sacó un bolígrafo de su camisa y lo señaló hacia Ben, como respuesta a la pregunta de Cristopher.
—El chico ruidoso del fondo.
Ben frunció el ceño; su confusión se transformó en irritación en un abrir y cerrar de ojos. Observó a su alrededor y notó que había numerosos asientos vacíos, lo que le hizo sentir que la profesora lo estaba castigando con su decisión, como si intentara dejar en claro que no pasaría por alto el escándalo que había ocurrido previamente.
Se cruzó de brazos y dejó escapar un suspiro de exasperado.
—¡Ah! —exclamó, incapaz de contener su frustración, capturando así la atención de todos. —¿Por qué tiene que sentarse justo a mi lado? Hay tantos asientos vacíos. ¿Por qué precisamente junto a mí?
La profesora, que aún estaba al lado de Cristopher, se alejó un par de pasos hasta ubicarse en el centro de la pizarra. Con una mirada seria dirigida hacia el chico, dijo:
—Ben Walker, ¿debo recordarte cuántas veces te vi dormir en mis clases? —Se interrumpió a sí misma y soltó una risita
—¿No sería mejor decir que fue en todas las clases del año pasado?
Ben se llevó una mano a la nuca y rió para sí mismo, aceptando:
—Ah, por eso, jeje.
Mónica estalló en una risa contagiosa junto a sus compañeros. La profesora Rodríguez, con un leve sonrisa en los labios, contestó:
—Me complace saber que eres consciente de ello, señor Walker.
La docente se acerco a la ventana junto a su escritorio con pasos cortos. —Espero que tu nuevo compañero te ayude a mantenerte despierto y atento en las clases —comentó, mientras visualizaba el patio de la escuela
Ben se sentó y apoyó su codo en la mesa.
—Entiendo la razón, pero ¿no es un poco excesiva la solución? —preguntó, tratando de persuadir a la docente.
A mi parecer, esa es la mejor solución,
—respondió mientras hacía un gesto con la mano para llamar a Cristopher.
—Bien, Cristopher, ese será tu asiento hasta que realicemos los cambios en enero. Hasta entonces, espero que logres mantener a Ben despierto y atento —le indicó al chico que se acercó a ella tras su llamado.
—Esperen un minuto—. Ben intentó objetar, pero fue interrumpido por Cristopher, quien asintió sin pensarlo dos veces y caminó lentamente hacia su nuevo asiento.
Todas las miradas se centraron en él; todos habían tenido una mala primera impresión y estaba claro que no lo olvidarían rápidamente.
Con cada paso que daba, aumentaba la velocidad. Él estaba más interesado en escapar que en conocer a su compañero o incluso en permanecer en ese lugar.
Una vez llegó a su nuevo asiento, se colocó los auriculares, aislándose del mundo que lo rodeaba, y se reclinó un poco, como si anhelara sumergirse en su propio espacio.
Ben levanto una ceja, observando con incredulidad
—¿Y se supone que este es el chico que me ayudará a mantenerme despierto y concentrado? ¡Debe ser una broma!
—pensó, sintiendo una punzada de frustración.
Se reclinó un poco hacia atrás y exhaló con resignación.
—¿Así que vas a ignorarme? —murmuró con una mezcla de ironía y molestia.
—Está bien, yo tampoco tengo interés en hablar contigo.
La única reacción que recibió del chico a su lado fue una mirada despectiva por encima del hombro. Ben, irritado por la actitud de su compañero, chasqueó la lengua y se acomodó en su mesa, dispuesto a intentar dormir de nuevo, girando su rostro hacia el asiento de Cristopher.
—Tienes una personalidad de mierda. Si sigues así, acabarás solo el resto de tu vida —comentó entre risas, con un aire de superioridad, cerrando los ojos, listo para dormir.
El chico se quitó los audífonos de golpe y los dejó sobre la mesa, con la música aún sonando suavemente; de ellos se podía escuchar la Sinfonia No.51 in B-Flat Major de Haydn, como un susurro.
Se podía ver cómo se marcaba la vena de su frente y, con desdén, replicó:
—¿¡Podrías cerrar la boca!? No ves que estoy escuchando música y tus comentarios son innecesarios y molestos.
Cristopher se inclinó hacia el asiento de Ben y, con su dedo índice, empujó la frente de su compañero de asiento.
—Además, no me hables, ¡maldito bicho raro!
De inmediato, el chico abrió los ojos y, con un salto, se puso de pie, llamando la atención de todos sus compañeros y de la profesora, que lo miraban con curiosidad. —¿¡A quién llamas bicho raro!? ¿¡Estás buscando problemas!? —exclamó enojado, mientras se pasaba los dedos por el cabello y se quitaba el saco.
Por su parte, Cristopher, igual o incluso un poco más molesto que Ben, se defendió sin levantarse de su lugar.
—Fuiste tú quien empezó y ahora te ofendes. ¡Qué patético! —reclamo mientras recogía los audífonos de la mesa y se los ponía alrededor del cuello.
—Deberías cerrar la puta boca, estamos en medio de una clase. —Hizo una pausa y en su rostro se pintó una sonrisa sarcástica.
—¿O es que eres tan imbécil como para no darte cuenta? —agregó junto a un resoplido irónico.
Ben estaba a punto de llevar la discusión a lo físico cuando sintió una mirada intensa sobre él. Al dirigir la vista al frente, se encontró con la profesora Rodríguez, quien lo observaba con una expresión severa.
En un intento por calmar su molestia, se sentó de nuevo y se reclinó en su asiento, decidido a guardar silencio, aunque su frustración era evidente.
Editado: 26.10.2025