Susurros en la penumbra

Capítulo 5

El salón resplandecía con la luz de las lámparas de cristal, reflejando destellos dorados en las paredes de mármol y los candelabros majestuosos. Los vestidos de las damas eran obras de arte, exudando elegancia con cada giro y cada risa contenida. Los caballeros, en trajes impecables, charlaban entre sí con una mezcla de cortesía y rivalidad apenas disimulada. Carmen, disfrazada como una noble de modesta fortuna, mantenía su expresión serena mientras su mirada viajaba de un lado a otro, tratando de captar cualquier señal de su objetivo.

Había escuchado rumores sobre esta velada. La nobleza sevillana tenía un punto de encuentro secreto donde las familias más influyentes discutían asuntos políticos, financieros y personales, a menudo con poca o ninguna discreción. La noche era su oportunidad para observar a los poderosos y, más importante aún, al vampiro que se encontraba en su lista de enemigos.

Vestida con un sencillo pero elegante vestido azul marino, Carmen se movió entre los invitados como si fuese una más. Había recogido su cabello en un moño bajo y llevaba un antifaz de encaje, que le daba un toque misterioso. La atención de los demás invitados no estaba sobre ella, y así lo prefería. Esa noche, su papel era simple: observar y no ser observada.

Sus ojos buscaron al vampiro entre la multitud, y no tardó mucho en encontrarlo.

Él estaba en el centro de una conversación animada, rodeado de varios hombres y mujeres de alta alcurnia que parecían fascinados con cada palabra que salía de su boca. Lucía imponente con un atuendo de terciopelo negro, bordado con hilos plateados que resaltaban su figura esbelta y elegante. Su semblante era frío, mas su sonrisa era un arma mortal, cautivadora, capaz de desarmar incluso a los más prudentes.

La chica se acercó lo suficiente para escuchar su conversación sin llamar la atención. El vampiro hablaba en voz baja, pero con una elocuencia que parecía encantar a sus oyentes. Se dirigía a un noble de aspecto severo y a una dama de cabello oscuro y ojos intensos.

—No es cuestión de dinero, mi querido Duque, sino de influencia —dijo el vampiro, con una leve inclinación de cabeza—. Si vuestra gracia sigue apoyando a esos mercaderes deshonestos, os aseguro que la reputación de vuestra familia se verá manchada. Nadie quiere hacer negocios con alguien que tiene relaciones con… elementos cuestionables.

El duque frunció el ceño, claramente molesto, aunque cautivado por las palabras del vampiro.

—¿Y qué propones, entonces? —preguntó el duque, intentando parecer seguro de sí mismo aunque su mirada reflejaba duda.

—Dejad que os guíe en la dirección correcta. Hay acuerdos que podríamos consolidar con familias nobles fuera de Sevilla. Familias con conexiones en la corte de Madrid, que pueden beneficiaros mucho más que esos mercaderes.

Carmen se estremeció. El vampiro no solo ejercía influencia sobre estas personas; estaba manipulándolas para consolidar sus propios intereses. Estaba claro que se trataba de algo mucho más profundo y peligroso que simple diplomacia.

Mientras seguía observando, comenzó a darse cuenta de que él era más que un enemigo sobrenatural; era un maestro en el arte de la persuasión, alguien que sabía cómo mover los hilos de la nobleza como si fueran simples marionetas.

Entonces, sucedió algo que la tomó por sorpresa. El vampiro levantó la mirada y la dirigió hacia donde ella estaba, cruzando sus ojos con los de ella. Por un instante, la tensión en su cuerpo fue casi insoportable, pero se obligó a no apartar la vista, desafiándolo en silencio.

La comisura de sus labios se curvó en una sonrisa apenas perceptible, una sonrisa que parecía decirle que él sabía exactamente quién era, incluso con el disfraz. Sin embargo, no dio ninguna señal de reconocimiento abierta y volvió su atención a los nobles, como si nada hubiera ocurrido. Ese gesto provocador, no obstante, fue suficiente para que la chica sintiera una mezcla de rabia y desconcierto.

La conversación continuó, y ella, decidida a desentrañar el alcance de los planes del vampiro, se aproximó con cautela, intentando escuchar más detalles.

—No debemos subestimar la situación en Sevilla —comentó el vampiro, con un tono de preocupación medida—. La Inquisición está reforzando sus posiciones y busca expandir su control. Muchos piensan que sus esfuerzos son solo una amenaza para los menos afortunados, pero creedme, mis amigos, si logran ganar el favor del rey, ninguno de nosotros estará a salvo de su alcance.

Los nobles lo miraron con temor y sorpresa. La muchacha vio cómo el vampiro utilizaba el miedo a la Inquisición como un arma, plantando dudas y desconfianza en aquellos que escuchaban. Era evidente que él tenía un interés personal en mantener a la Inquisición controlada y estaba dispuesto a usar su influencia sobre la nobleza para protegerse a sí mismo y a sus planes.

—¿Y qué sugerís que hagamos? —preguntó la dama de ojos intensos, claramente intrigada.

El vampiro se inclinó hacia ella, en un gesto íntimo, como si fuera a contarle un secreto de vida o muerte:

—Sevilla necesita líderes fuertes y comprometidos con el bienestar de su pueblo. La nobleza debe tomar partido y apoyar a aquellos que pueden defender la ciudad de las amenazas externas. Los mercenarios, la milicia, cualquier fuerza que sea leal al pueblo y no a las ambiciones de la Inquisición.




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