Susurros en la penumbra

Capítulo 6

Carmen se movía con pasos rápidos y silenciosos a través de las callejuelas de Sevilla, con el corazón latiendo aceleradamente mientras las sombras de la noche se cerraban a su alrededor. El rumor que había escuchado hacía solo unas horas en la taberna de un informante resonaba en su mente: la Inquisición había localizado un refugio secreto en las afueras de la ciudad. Era un lugar donde brujas y licántropos se reunían para mantenerse a salvo, y ahora se había convertido en su objetivo.

Al principio, la chica había sentido una punzada de satisfacción. Después de todo, ella misma había cazado a criaturas sobrenaturales durante años. Pero la idea de que la Inquisición lanzara un ataque no le inspiraba seguridad; más bien, le generaba una profunda incomodidad. Sabía cómo funcionaban sus métodos: brutalidad, tortura y destrucción indiscriminada. No solo irían tras las criaturas, sino también tras cualquier persona inocente que tuviera la desgracia de estar cerca.

Había considerado varias opciones, y aunque odiaba la alternativa que había tomado, no veía otra salida: necesitaba la ayuda del vampiro. Era su única oportunidad de proteger a esas criaturas y, de paso, mantener la paz en la ciudad.

Esa noche, se dirigió al lugar donde sabía que él la encontraría. En el callejón oscuro que quedaba detrás de la residencia de un noble influyente, aguardó paciente, cruzando los brazos y manteniendo la vista fija en las sombras. No tuvo que esperar mucho. En cuanto sintió la presencia fría detrás de ella, se giró para enfrentarlo con una mirada decidida.

El vampiro, vestido con su característico atuendo negro, la observaba con una mezcla de curiosidad y diversión. La luz de la luna destacaba sus rasgos afilados, y sus ojos, oscuros y misteriosos, parecían estudiar cada detalle de su expresión.

—Carmen —murmuró él, con una voz suave—, me sorprende verte aquí, especialmente después de nuestra última reunión en el baile. ¿A qué se debe esta inesperada visita?

Ella tragó saliva, intentando no mostrar ninguna debilidad. No quería que él supiera cuánto le incomodaba depender de su ayuda, mas también comprendía que la urgencia de la situación no le dejaba otra opción.

—Necesito tu ayuda —dijo, sin rodeos—. La Inquisición ha localizado un refugio de brujas y licántropos. Están planeando atacar, y, aunque no te considere alguien en quien confiar, sé que tienes intereses en mantener el orden en esta ciudad.

El vampiro levantó una ceja, claramente interesado.

—¿Y por qué habría de interesarme proteger a unas cuantas criaturas despreciadas por la sociedad? Después de todo, mi tipo de "orden" y el tuyo son diferentes.

La joven apretó los dientes. Sabía que él disfrutaba viéndola en una posición vulnerable, obligada a pedirle ayuda, pero decidió ignorar su provocación.

—Si las criaturas en Sevilla se sienten amenazadas, el equilibrio se romperá, y eso no es conveniente para ninguno de nosotros. Ya lo sabes. Además, el refugio que piensan atacar es uno de los pocos lugares donde brujas y licántropos pueden vivir sin miedo a la persecución. Si la Inquisición los elimina, la situación se saldrá de control.

Él la miró, evaluando cada palabra, y ella casi podía ver los engranajes en su mente girando mientras consideraba su propuesta.

—Entiendo —respondió al fin—. Así que vienes a mí en busca de una tregua. ¿Por qué habría de aceptar tu oferta? Después de todo, la Inquisición es también una amenaza para los míos, y nunca he necesitado ayuda para enfrentarme a ellos.

La cazadora respiró hondo para contener la frustración. Sabía que cualquier muestra de desesperación solo le daría más poder en esa negociación. Necesitaba manejarlo con cautela.

—No te pido que lo hagas por mí. Piensa en esto como una oportunidad de consolidar tus propios intereses. Si la Inquisición sigue aumentando su poder, se convertirán en una amenaza para ti y tus… amigos. Pero si logras neutralizarlos antes de que ataquen, ganarás algo de tiempo y libertad para seguir manipulando a la nobleza, como tanto te gusta.

El vampiro sonrió, mostrando un destello de sus colmillos.

—Eres tan astuta como encantadora, Carmen. Muy bien, acepto ayudarte… con una condición.

Ella lo miró con desconfianza.

—¿Qué condición?

—Quiero saber la razón personal detrás de tu interés en proteger a estas criaturas. No te mueve el altruismo; eso ya lo sé. Hay algo más, y quiero conocer tu secreto.

La muchacha sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que revelar la verdad sobre su tragedia familiar significaba dejar ver una parte de ella que siempre había mantenido en la oscuridad, pero no tenía más opciones. Además, era poco probable que el vampiro se conformara con una simple mentira.

—Hace años, perdí a alguien que amaba profundamente a manos de un vampiro. Desde entonces, he dedicado mi vida a cazar a criaturas como tú… y también a proteger a quienes no se dedican a causar daño. No me interesa que otros sufran como yo. Suficiente, ¿verdad?

El vampiro la observó con una intensidad renovada, como si tratara de adentrarse en cada rincón oscuro de su pasado. Finalmente, asintió, complacido.

—Suficiente. Muy bien, Carmen. Nos encontraremos en el refugio y nos aseguraremos de que la Inquisición no cumpla su cometido.




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