La luna llena brillaba con una intensidad inusual sobre el claro oculto del bosque, el único lugar seguro donde las brujas podían reunirse sin temor a ser descubiertas. Carmen caminaba junto al vampiro, en silencio, mientras se adentraban en la penumbra del lugar. Las ramas y raíces de los árboles parecían moverse, como si les marcaran el camino hacia un destino que ella aún no comprendía del todo.
Al llegar al corazón del claro, un grupo de figuras envueltas en largas túnicas oscuras aguardaba. Entre ellas, destacaba una anciana de rostro severo y mirada profunda, cuyos ojos parecían poseer el conocimiento de siglos. La chica había escuchado rumores sobre ella: era la bruja más antigua y poderosa de la región, conocida como Madre Sabia. Su sola presencia inspiraba respeto y algo de temor.
Madre Sabia alzó la vista para enfocarse en la cazadora y en el vampiro con una mirada que parecía ver más allá de lo que cualquiera de los dos hubiera querido mostrar. Un susurro recorrió el grupo de brujas, como si cada una supiera lo que estaba a punto de revelarse.
—Bienvenidos, cazadora y criatura de la noche —dijo la anciana con una voz firme que resonaba en el claro—. No es casualidad que hayáis llegado hasta aquí, ni tampoco que vuestros caminos se hayan entrelazado en tiempos tan oscuros.
La joven intercambió una mirada con el vampiro, quien permanecía en silencio, pero con los ojos fijos en la bruja, analizando cada palabra. Aunque ambos habían enfrentado a la Inquisición y compartido secretos que preferirían olvidar, no estaban preparados para lo que aquella anciana les diría.
—Hay algo que debéis saber, algo que ha sido ocultado durante siglos, esperando el momento adecuado —continuó Madre Sabia al acercarse a ellos con una seriedad que ponía en evidencia el peso de sus palabras—. Una antigua profecía, que habla de una cazadora y una criatura de las sombras, predice que ambos jugarán un papel crucial en la balanza de este mundo.
Carmen sintió cómo la sorpresa la invadía y, junto a ella, una inquietud que no podía reprimir. Profecías y augurios no eran algo en lo que creyera ciegamente, mas en presencia de aquellas mujeres y del misterio que emanaban, la duda comenzó a asomar.
—¿Qué papel? —preguntó ella al cruzarse de brazos para mantener su tono firme, a pesar de que su mente estaba llena de preguntas.
La anciana asintió al reconocer su necesidad de respuestas y continuó:
—La profecía habla de una unión entre dos enemigos naturales. Una cazadora y un ser de la oscuridad, cuyas fuerzas combinadas podrían mantener el equilibrio entre humanos y criaturas sobrenaturales. Si logran aceptar sus diferencias y trabajar juntos, podrían evitar la destrucción de ambos mundos.
El silencio cayó sobre el claro. La muchacha sintió el peso de cada palabra resonando en su interior, como si aquella revelación removiera algo enterrado en su propio corazón. Miró al vampiro, pero su expresión era inescrutable; solo sus ojos mostraban una mezcla de sorpresa y desconfianza.
—Es imposible —respondió él, con una voz baja y cargada de escepticismo—. Los humanos y nosotros no podemos vivir en armonía. La Inquisición no descansará hasta vernos a todos muertos.
Madre Sabia suspiró, como si ya hubiera esperado aquella respuesta. Caminó alrededor de ambos para estudiarlos con detenimiento y prosiguió:
—La profecía no promete un camino fácil. Ambos deberán superar no solo la desconfianza mutua, sino también los demonios de su pasado. El odio que han acumulado hacia el otro será su mayor obstáculo. Pero si deciden ignorarlo, si eligen el camino de la venganza y el rencor, entonces el caos reinará. La Inquisición destruirá no solo a las criaturas, sino también a cualquier humano que muestre la mínima simpatía hacia la magia.
Carmen tragó saliva, sintiendo cómo las palabras de la anciana tocaban su propio miedo y resentimiento. Pensó en todas las veces que había empuñado sus armas contra vampiros, licántropos y otras criaturas, y en la vez que perdió a su familia a manos de un ser nocturno disfrazado de inquisidor.
A su lado, el vampiro también parecía luchar con sus propios pensamientos, con la expresión oscura y rígida de alguien que ha visto demasiada traición y odio.
—¿Y si no estamos dispuestos a seguir esa profecía? —preguntó él finalmente, con su voz casi en un susurro, cargada de una intensidad que solo la chica pudo notar.
Madre Sabia lo miró directamente a los ojos, con una mezcla de compasión y severidad para responder:
—Entonces, se perderá cualquier oportunidad de paz. Los humanos y las criaturas caerán en una guerra sin fin, una donde ambos bandos sufrirán sin tregua ni esperanza. Y ni siquiera vosotros podrán escapar del destino que esa elección desencadenará.
La bruja hizo una pausa, y luego, casi en un susurro, agregó:
—La profecía también habla de un sacrificio. Uno de vosotros deberá entregar algo de sí mismo que nunca podrá recuperar.
La cazadora sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. ¿Un sacrificio? Aquello sonaba a un destino que no estaba dispuesta a aceptar, a algo que la forzaba a replantearse sus prioridades y a desafiar sus propias creencias. Mas, a pesar de su renuencia, una parte de ella sabía que el camino que habían recorrido hasta ahora no les daba otra alternativa.
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Editado: 22.01.2025