Sweet as Honey

Capítulo 2: Jaime.

—¡Magi! ¡Ya llegué! 

—¡Aquí estoy! — dijo desde la habitación. 

—Ya vuelvo — dijo Santiago dejando a su amigo en la sala —. Estás en tu casa. 

Corrió por el pasillo emocionado por contarle a su mujer quién había llegado de sorpresa hoy al negocio. 

El encuentro entre su amigo del alma y su esposa era un choque de universos tan importante como esos que se veían en las películas de superhéroes. 

—Hay Santi, me asustaste. Hola — dijo riendo luego de casi chocar con él. 

—Hola. Oye, no me vas a creer quién ha vuelto. 

—¿Quién? 

—Te lo voy a presentar, bueno pero, ponte algo amor — indicó mirado sus suaves pechos que resaltaban por el sostén. 

—Ah sí. Es que no sabía que tendríamos visitas.

Hablaba dirigiéndose a la habitación para ponerse un centro oscuro de tirantillas, prenda que ajustaba demasiado bien a su figura sumando el entallado pantalón hasta la cintura. 

Se quitó el enorme rulo del flequillo y se pasó los dedos. 

—¿Estoy bien así? 

—Perfecta. Ven— dijo tomándola de la mano. 

—Ok. Y ¿quién es? — inquirió risueña. 

—Ya verás — respondió animado. 

Una sensación inexplicable llenó su interior al ver la reacción de Jaime cuando vio por primera vez a Magi. Los ojos casi se le salieron de sus órbitas y titubeó un poco al saludarla. 

No era tomarla como un trofeo pero sinceramente, quién no podía sentirse de tal modo con tan hermosa mujer a su lado y presentándola como suya.

—Magi, te presento a Jaime. Mi amigo del alma, ¿no? — dijo tocando al aludido del hombro quien al parecer estaba en una especie de trance y boquiabierto mirándola —. Y ella es Magi, mi esposa. 

De inmediato se pegó a su lado rodeándole la cintura y hasta llenando sus pulmones. No era una competencia pero, Magi, era la mujer más hermosa del planeta. 

—Mucho gusto. Es un placer Jaime — saludó rompiendo el hielo con entusiasmo. 

—Jimy. Por favor. Dime Jimy — respondió cambiando el semblante. 

—Jimy. Si claro — se burló Santiago. 

—Cielo, no seas así — dijo Magi sonriendo. 

Sabía que ella pensaba lo mismo. "Crisis de los 40". 

—Jimy. Ok. 

—Te acuerdas de él, verdad — dijo Santiago poniendo en aprietos a Magi quien no dejaba de intercambiar miradas entre su esposo y el invitado sorpresa. 

—Eh, pues… estoy tratando pero quizás hace mucho…., No...no sé si… 

—Jaime cariño. El que te conté que se fue para Europa y la India. El que me regaló aquella mantilla que a ti te gusta. 

—No es una mantilla. Te dije que era…

—¡Ah! ¡Sí! Ya recuerdo. Ay Dios. Perdón. Eres tú. Jaime. Claro hombre. Es que con esas pintas no te reconocía — aclaró poniéndose roja —. Sí. Dios. Es increíble. Santi me ha hablado tanto de tí. De tus viajes y sus aventuras juntos y eso… 

Parecía que ahora era Magi la que estaba fascinada por Jaime o Jimy se hacía llamar hoy. Había llenado a Magi de tantas historias sobre él que seguramente lo convirtió en un personaje de ficción para ella como los de esos libros que tanto le gustaban. 

—¿Y cuándo llegaste? 

—A penas hoy. Y lo primero que hice fue buscar a mi colega aquí presente pero no me esperaba que ya hubiera sentado cabeza. 

—¿Ah sí? 

—Uy sí. Si yo te contara Magi. Digo, ¿puedo llamarte Magi verdad? 

—Claro. Claro. Ahorita lo que me interesa es eso de que no lo veías como un hombre de hogar — dijo Magi mirando a Santiago con sospechas—. ¿Muchas aventuras? 

—Uf. Sí…

—Bueno, no vamos a entrar en detalles de cosas viejas — intervino Santiago. 

Maldijo para sus adentros. Jaime no cambiaba. Siempre queriendo dejarlo en mal frente a las mujeres. 

Pues hoy no. No señor. 

Magi comenzó a reír y abrazó a Santiago para quitarle peso a la broma. 

—Y ¿tienes dónde quedarte? 

—Sí. En un pequeño hotel del centro… 

—Porque puedes quedarte si quieres — ofreció Magi amablemente —. De haber sabido que venías te hubiera preparado la habitación… 

—No, no quiero molestarlos...

—No es molestia hombre. Eres amigo, familia. Además, si me das unas horas en la tarde te puedo acomodar en el pequeño cobertizo. 

—¿Cobertizo? ¿Tiene cobertizo la casa? 

—Sí… 

—Sí, ya estaba cuando compramos la casa. Se supone que sería "la casita de verano" — dijo riendo y haciendo las comillas con los dedos —, pero, no hemos podido terminarla de condicionar. 

—No. No es necesario… 

De pronto la conversación se volvió un maraña de comentarios entre negaciones e insistencias dónde todos hablaban al mismo tiempo y era imposible de creer que  pudieran entenderse entre sí. 

—Además veo que van de salida. Mejor me regreso al hotel. Todavía tengo que desempacar. 

—¿De salida? No, no vamos a salir — aseguró Santiago. 

Pero la forma en que Magi lo miraba le hizo ponerle atención. Iba bien maquillada y el cabello arreglado.

 

—¿Vas a salir? 

—No creo que no supieras que tú esposa va a salir Santiago — habló Jaime repentinamente indignado. 

—Es que ella siempre se ve así… es… difícil… saber cuándo va a salir — admitió mirándola un tanto avergonzado. 

—Gracias por notarlo — dijo Magi fingiendo algo de dramatismo y haciendo sonreír a Santiago. 

—Pero, vas a salir, verdad. 

—Sí. Con Ceci. ¿Recuerdas? El cine, los niños. 

—Dios. Lo olvidé. 

Y ahora ¿qué haría? Le había prometido a Jaime pasar con él la tarde que olvidó por completo la salida con los sobrinos adoptivos de Magi y su amiga. 

—No te preocupes. Otro día nos acompañas. Iré yo y por cierto voy tarde. 

—Si quieren yo los visito después… 

—No. Qué dices. Que Santi salga contigo. Es que tengo una amiga, Cecilia. Y quedamos en llevar hoy a sus hijos y los de Gloria a ver esa película nueva de caricaturas. 

—Este, pues… Cielo, yo… 

—Ya. No te preocupes. Ustedes  vayan, diviértanse. Seguro tienen mucho de que hablar. Solo les pido, no beban mucho. Y… ¿podrías llevarme amor? Es tarde. Ya vuelvo — dijo corriendo a la habitación —. ¡Y no olvides el toque de queda Santi! 




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