cómo está Santiago, hace unos días que no lo veo — preguntó Ceci.
—Bien. Está… bien — respondió no muy segura.
La verdad es que Santiago estaba teniendo una transformación demasiado sospechosa e inexplicablemente repentina.
De pronto salía a correr por las mañanas, decía que quería dejarse la barba y se ponía el bloqueador solar que nunca de los nunca se ponía, mucho menos cremas en las manos.
La imagen de su dedo anular sin anillo resonó en su cabeza. Esperaba que la metamorfosis no estuviera involucrada con algo más.
—¿Está enfermo?
—¿Eh? No. No. O eso espero.
—¿Por qué? Ah ya sé, otra vez el colesterol.
Magi se quedó pensando un momento. Tal vez no era nada. Tal vez estaba exagerando. Tal vez Santiago sólo quería impresionarla hoy. Tal vez sólo quería pasar más tiempo con Jaime y eso lo estaba haciendo cambiar un poquito, para no desencajar. Aunque era bastante difícil con alguien como Jaime, le parecía muy excéntrico, demasiado juvenil con sus tatuajes, piercings y pulseras de mercadillo. En lugar de un hombre divorciado de casi cincuenta años y con profesión de contador de alto prestigio, parecía uno de esos turistas trotamundos con su mochila colgada al hombro.
—¿Tú acompañas a Mauricio a todos lados? Quiero decir, él… sale con sus amigos me imagino.
—Ah sí. Los Martes van a casa de uno a jugar cartas o algo asi. Los sábados de parrillada y el domingo el fútbol. Pero solo voy cuando me pide acompañarlo. De lo contrario no — decía sin darle importancia.
—Y por qué.
—Cada uno necesita su espacio Magi. ¿O querrías que Santiago te anduviera siguiendo a todas partes? Como en este momento.
—No, creo que no. Es hora de chicas — respondió riendo al entender lo tonto que parecía todo ahora.
—La última vez me dijiste que había venido un viejo amigo suyo.
—Sí, Jaime. Se la pasa con él casi todo el tiempo. Bueno, desde que vino han sido inseparables — se quejó.
Ceci sonrió y comenzó a reír.
—¿Qué? ¿De qué te ríes?
—¿Y ese Jaime, piensa quedarse o se irá?
—Tengo entendido que se quedará. Santi estuvo ayudándolo estos días a buscar casa.
—Y te sientes abandonada — dijo afirmando.
—Pues… creo… un poco — admitió tímida.
—Ya le va a pasar. Dale tiempo. Hace mucho que no se ven y ahora… solo quieren un tiempo para retomar la amistad. ¿No lo crees?
—Tienes razón — admitió agachando la cabeza.
—Lo que sucede es que Santiago te mal acostumbró a que era solo para ti y ahora tienes que compartir.
No tenía argumento contra tal verdad. Estaba siendo una egoísta. Ceci tenía razón. Debía darle su espacio.
... Aún así… todo pasaba demasiado rápido. ¡Todo en el transcurso de una semana! , si no es que comenzó la semana pasada que estuvo medio consciente del mundo por culpa del señor Andrés, si sabéis a lo que se refiere, y ya salía a correr, cambió su corte de cabello de toda la vida y de pronto decía que se dejaría crecer la barba! Era demasiado. Y por si fuera poco, hasta había llegado muy pasada la hora de su toque de queda.
Pero bueno, así eran las mujeres, ¿verdad? Podían tener un mes el cabello largo y al otro llevar un Bob con ondas ligeras, ser cabello castaño y de pronto un gris platino. Quizás solo era eso, un cambio. Aunque no dejaba de ser demasiado drástico para alguien como él.
Decidió dejar esas cosas de lado, lo importante era que Santiago se sentía bien y si era feliz ella también lo sería. Y vaya que lo fueron ese fin de semana.
Se sentía como en la luna de miel. Rosas, besos y sorpresas. Fue difícil dejarlo salir de la cama el lunes por la mañana.
—¿Segura que no quieres venir? Se que a Jaime no le importará.
Magi se apoyaba sobre el codo mientras seguía mirándolo desde la cama, nunca lo había visto acicalarse tanto para salir. Pero bueno… haría todo lo posible por apoyar su felicidad.
—Es solo que… estuve pensando y… no quisiera arruinarles el rato. Es solo para chicos y…
Sonrió al no escucharse muy convencida de sus propias palabras y Santiago fue a sentarse a su lado y le besó. Incluso su colonia era otra. Por Dios, ¿qué cambiaría mañana?
Después del turno matutino había que regresar a la vida de casada, la champaña se había acabado anoche así que tocó un poco de café. Recordó que tenía una montaña de ropa sucia por echar a la lavadora así que pasó recogiendo el cesto del cuarto de baño y las sábanas.
Dió un vistazo rápido y asumió que toda era de color así que solo volteó el cesto para que el contenido cayera en el torrente espumoso.
Cuando llegó a cambiar la carga, notó que en el fondo de la cesta de ropa sucia de quedaron unas prendas bajo la toalla. Era ropa nueva que nunca había visto.
Al sacarlas, las prendas despedían un aroma extraño. Miraba la camisa por un lado y por otro, se veía un tanto pequeña para la talla de Santiago al igual que el pantalón. ¿De dónde había sacado esa ropa?
Olfateo un poco la prenda y reconoció ese dulce olor a vainilla sintético que tantas náuseas le provocaba, estaba sutilmente mezclado con la colonia de Santiago.
—Y esto qué significa — cuestionó en su fuero interno aunque terminó pronunciando la duda en voz alta.
Revisó el bolsillo de la camisa y encontró un tiquete de compra, pero lo que realmente llamó su atención no fue la cantidad exorbitante del total, más bien fue un apunte hecho a bolígrafo en el reverso dónde rezaba el nombre de una mujer y su número telefónico.
"¿Quién es Yaniss?".
Editado: 20.05.2021