Sweet as Honey

Capítulo 6: Romeo y Julieta - Magi.

Era jueves por la noche. Hacía más de una hora que Santiago envió un mensaje para avisar que no llegaría a cenar porque irían a comer con los amigos del gimnasio después de salir, eso ocurrió cuarenta y cinco minutos después de  haber Magi servido la cena. 

 

De pronto el hambre se había esfumado y Magi seguía parada en el umbral de la puerta que daba al patio con un café ya frío. 

 

Era jueves, día de jardín. Una tradición que comenzó casi al día siguiente de haberse mudado a esa casa. 

 

Una de las razones por las que la escogieron fue porque Magi tuvo una visión. El patio exterior era amplio y podían sacarle provecho. Santiago pensó que sería mejor contratar a alguien pero la determinación de Magi por "hacerlo ellos mismos" le ganó. 

 

Hoy, era un pequeño paraíso que incluso fue inaugurado junto a sus amigos. Era hermoso, tranquilo, romántico y tenía muchos usos. Podía ser el lugar ideal para una barbacoa con las amistades y ser la recepción más mágica para una cita, o bien podía convertirse en el área del café para esas tardes frescas o la opción perfecta con la excusa de comer fuera y no gastar.     

 

Pero hoy, tan solo era el patio trasero. Un espacio de tierra, plantas y césped, donde había un lugar para dos pero tan solo uno de los asientos era ocupado. 

 

Una brisa sutil movió las hojas y Magi notó que, además de que el café ya parecía té helado, había un par de mosquitos dentro. Murieron embriagados de cafeína. Hasta los mosquitos tenían su pareja, murieron como dos amantes, juntos. Como Romeo y Julieta. 

 

Suspiró al admitir que, muy a su pesar y no poder dar crédito a sus sentimientos, estaba sola. Y lo que eso la hacía sentir era peor. 

 

¿Por qué? ¿Por qué ahora las cosas eran así? ¿Sería permanente? 

Y lo más importante, ¿cuándo? ¿Cuándo dejará de actuar así? 

 

Se metió en la cama con una de las enormes camisas de Santiago puestas, necesitaba sentirlo cerca para intentar dormir. Abrazó la almohada y aspiró el aroma de su perfume. Ni siquiera olía igual. 

 

Una lágrima rodó surcando su mejilla…

 

El molesto sonido de las notificaciones la despertó. Tanteó en la penumbra buscando el celular cuando dió con el. Era un mensaje de Santiago. 

 

"Linda no me esperes. Los muchachos nos invitaron a ir a otro sitio después de cenar. Duerme. Te quiero". 

 

Se tragó las lágrimas de tristeza que habían comenzado a asomar y su expresión se endureció. 

 

—Como se atreve.  Yo aquí en un charco de lágrimas y el señor divirtiéndose. 

 

Apagó el teléfono y golpeó la almohada un par de veces y se dejó caer en esta. Ese hombre no merecía sus lágrimas. 

 

*** 

 

—No. Yo digo que no. Y tú qué opinas. 

—¿Eh? ¿Sobre qué? — preguntó Magi volviendo a la realidad. 

—Estamos diciendo que, cómo saber si es verdad, lo de los descuentos — dijo Paty un poco fastidiada. 

—Ah…No sé — respondió revolviendo el café. 

—Muchacha, hoy estás muy distraída. ¿Qué tienes? — preguntó con sincero interés Annie.

—¿Acaso se pelearon tu y Santiago? — inquirió Paty con una extraña malicia como casi todo lo que decía últimamente. 

 

Desde que se había separado de su esposo, o al menos esa es la versión que ella daba pues sus amigas más íntimas sabían que él la abandonó por una mujer más joven, su transición de aceptación la había llevado por varias etapas. Ahora era  el  escepticismo  personificado hacia el matrimonio y el amor eterno. 

 

 

—No, es sólo que… no dormí bien anoche — dijo tratando de disimular el nudo en la garganta y evitando mirarlas pues de pronto la vista se le había nublado por las lágrimas que amenazaban con salir. 

—Deberías probar las pastillas que me dejaron. Ayudan a dormir. Toma. Pruébalas y verás la diferencia — decía Paty entregándole un par de las cápsulas. 

—Sí, gracias — respondió evitando la mirada de Ceci, Annie y Gloria quienes ya intuían que algo más pasaba. 

—Bueno chicas, me voy. Tengo cita con la pedicurista. 

 

Luego de besos de despedida y comentarios sobre lo bien que se estaba tomando Paty el divorcio, siguió la pregunta crucial. Pero en respuesta, Magi se echó a llorar. 

 

—Por Dios Magi, ¿tan grave es? 

—No nos digas que… 

—No lo sé — dijo entre lágrimas aunque no se hubiera dicho aquello en voz alta —. Es que… 

 

Pero los gimoteos no dejaban que la pobre pudiera explicarlo hasta que le pasó la mayoría del llanto. 

 

—Diganme, ¿alguna vez, sus esposos cambiaron? — preguntó tratando de calmarse. 

—¿Cambiar? ¿Cómo? ¿Cómo… dejar de fumar? 

—No. Me refiero a… me refiero a cosas… cosas más… no lo sé — decía llorando de nuevo. 

—Mi niña, pero qué ocurre. Cuéntanos — pidió Cecilia con cariño —. Quizá podamos ayudar. 

—Y si no podemos, escucharemos — aseguró Annie. 

 

Eran buenas amigas, claro que sí. Y seguramente al ser mujeres de experiencia en el matrimonio, tendrían un buen consejo. 

 

—¿Alguna vez, Martin, Tomy o Julio, han cambiado? En el sentido de… de pronto, preocuparse demasiado por su físico y…Cambiar cosas sobre su aspecto. Cosas que… siempre han sido igual y de la noche a la mañana ya no. No sé si me explico. 

—Creo que sé a qué te refieres — dijo Gloria —. Una vez a Julio le dió por querer verse más joven. 

 

Las otras dos sonrieron al recordar un poco esos días. 

 

—Fue tan gracioso. Tiró todas sus camisas, en especial las viejas, esas de estampados y colores estridentes que tanto decían gustarle y se gastó un montón de dinero en ropa que parecía más de la talla de nuestro hijo Jonathan. Se veía fatal para ser sinceras. 




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