Sweet as Honey

Capítulo 11: ¿El final?

—Y… ¿cómo está él? — preguntó Cristina luego del tercer sorbo de café. 

 

 

Jaime jugaba con uno de sus anillos y suspiró meditando en si decirle o no. 

 

 

—Quiero saber algo Tina, antes de… revelar cualquier información … ¿Para qué me llamaste? En realidad. 

 

 

Cristina agachó la cabeza y volvió a tocarse los dedos nerviosa. 

 

 

—Es solo que … — Comenzó diciendo con la voz rota. 

—¿Qué fue lo que pasó entre ustedes? 

—Bueno, es que yo creí… 

—Que lo recuperarías. ¿No es así? 

 

 

Cristina le miró a punto de llorar. Sus ojos se inundaron de lágrimas y la pequeña nariz respingada se volvió rosa. 

 

 

—Aún después de lo que te dije, ¿realmente creíste que él dejaría a su amadísima esposa y se iría contigo? 

—No. Yo… sabía que no pero…

—Pero como siempre quisiste probar que todos estamos equivocados menos tú — dijo seco. Negó con la cabeza y se pasó la mano por la barba y agregó—: No has cambiado nada. 

—Solo quería intentarlo. Es el amor de mi vida Jaime. ¿Qué tiene de malo querer ser feliz? Pero claro, tú nunca lo entenderías — le reprochó con resentimiento. 

—Ambos sabemos que de los tres…, soy yo quien sacrificó más. Así que no me hables de perder al amor de tu vida como si fueras la única en el universo — respondió tajante —. Te dije que lo dejaras. Haz como yo. Déjalo ir con otra, viaja, gastate tu pensión, conoce a alguien. Pero si insistes, y conociéndote lo harás, te juro que no te dejaré descansar ni un día hasta que pagues el daño por destruir el matrimonio de mi amigo. 

Además, si no quieres que Santiago se entere de aquella noche en el lago … 

—No lo harías.

—¿Tu crees? Tal vez así se le quita la imagen de mosquita muerta que tiene de ti.  

—Si me hundes no lo haré sola. 

—Cierto. Pero recuerda que no he sido yo quien trató de separarlo de su mujer. Así que piensa bien lo que harás Cristina. Y no cuentes conmigo para tus estupideces. 

—Nunca me lo perdonaste, cierto. Vaya, y creí que yo era rencorosa. 

—Soy leal a un amigo. Cosa que tú no conoces. Y dime una cosa Tina, haces esto porque quieres ganar o porque realmente lo amas. 

 

 

 

Pero Cristina no tuvo respuesta. 

 

 

—Lo imaginé. 

 

 

Jaime se levantó empujando la silla, no estaba de humor para delicadezas. Estaba por darse la vuelta cuando volvió a hablar. 

 

 

—Para que te convenzas de que él está y estará bien sin tí, toma — dijo tendiendole una tarjeta. 

—¿Qué es esto? 

—Haz una cita o no te atenderán. Ojalá recapacites y no eches todo a la mierda como siempre lo has hecho. 

 

 

 

Cristina se quedó ahí mirando la tarjeta. Era de un spa ubicado en la zona norte de la ciudad. 

 

 

*** 

 

 

No había terminado de hablar cuando la chica de recepción ya le estaba saludando. 

 

 

—Bienvenido. ¿Tiene usted cita? 

—Eh, no. Yo… busco a Margaret, Magi. ¿Está por ahí? 

—¿Tiene cita con ella? 

—Eh.. Es un asunto personal no sé si está por ahí o puedo esperarla… 

 

 

La verdad los bonitos ojos de la recepcionista le distraían o, quizás se trataba del lápiz labial rojo y de ese color violeta en su ropa que resaltaba su pálida piel pero, había algo que hacía que no dejará de verla. 

 

 

—Iré a buscarla — dijo con una mirada que, al menos por parte de Jaime, significaba algo más. 

 

 

Pero claro, este no era momento de conquistas, tenía una misión. Esa era la prioridad. 

 

 

—Andaba por aquí, visitando unos clientes y, no quiero almorzar solo. ¿Vamos? — preguntó de lo más encantador. 

—A ver, ¿Santiago te envío? 

—No — dijo apoyándose en el mueble y sonriendo —. Digamos que es una visita amistosa de tu cuñado. 

—¿Cuñado? — dijo alzando las cejas y riendo — ¿Ahora eres mi cuñado? 

—Creo que sí — respondió encogiéndose de hombros —. Por favor. Por favor. 

 

 

Suplicaba haciendo una cara de lo más graciosa aunque pretendía ser tierno así que Magi comenzó a reír junto a la chica de recepción. 

 

 

—De acuerdo. Voy contigo si me dejas elegir el lugar. 

—Creo que los dos billetes de cinco me alcanzan para eso — dijo sonriendo. 

 

 

¡Listo! Ese truco nunca fallaba. 

 

Pero luego de hablar de un montón de cosas, menos de Santiago y el incidente en la noche del aniversario, Jaime se atrevió a decir: 

 

 

—¿No vas a preguntar por él? 

—No — dijo bebiendo de la soda para luego morder la hamburguesa con queso doble. 

—Ustedes las mujeres si que son extrañas — admitió rascándose la cabeza —. Y por qué no. 

—Porque sabía que tú lo harías primero. Para eso viniste. 

—Magi, no solo hago esto por él, lo hago por ti — decía en tono amable y acercándose a ella. 

 

 

Pero Magi solo bufó y dijo un: "ajá". 

 

 

—Bueno está bien. Qué quieres que diga, es mi mejor amigo, mi hermano, mi compadre y, me duele el alma verlo así Magi. 

—No es mi culpa. 

—Lo sé. Lo sé. Y por eso también estoy aquí, porque es mi culpa. 

—Explicamelo mejor porque yo he entendido otra cosa Jaime. 

—Es que… cómo lo digo — decía tocándose la nuca. 

—Con sinceridad Jaime. Es todo lo que quiero. 

—Si… bueno…

 

 

Dió un suspiro y comenzó a contar todo desde el principio sin hacer pausas. Era como si hubiera ido al confesionario, soltando todos sus pecados hasta que el aire se le terminó. 

 




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