No puedo creer lo que está sucediendo. Voy a perder a mi hija.
¡MI HIJA!
¿Cómo he podido llegar a esto?
—Tranquilo tío, todo saldrá bien —intenta tranquilizarme Sean desde atrás.
—Tiene razón, Liam, el juicio no ha acabado. Aún hay esperanza —me palmea el hombro Noah, aunque, por su tono, parece tan angustiado como yo.
Esto también les duele a ellos.
Quiero pensar que tienen razón. Quiero pensar que Mia se quedará conmigo. Que estaré ahí cuando diga sus primeras palabras, o la acompañaré a su primer día de guardería. Que tendré la oportunidad de apartar a los chicos de ella cuando llegue el momento. Pero tengo un mal presentimiento.
Desde que esa horrible mujer apareció en la puerta de mi casa reclamando a Mia como suya, he temido por el futuro de mi hija y mío. Por la seguridad de mi familia.
Gracias a ese bebé mi vida ha cobrado sentido de nuevo. He dejado de culparme por el pasado, vivo con más alegría el presente y veo con esperanza el futuro.
Si me la llegan a quitar, si me llegan a alejar de su lado... no sé qué haría.
—Estate tranquilo, amor —me susurran en el oído. No hace falta que me dé la vuelta para saber quién es—. Todo saldrá bien, ya lo verás.
Noto sus labios en mi cuello, pero aun así no aparto la mirada de la mesa.
El juez ha salido hace rato de la sala en la que se encerró una hora atrás, para deliberar, y la rabia y la intriga ya me están matando. Él se mantiene al lado de su silla, hablando con la taquígrafa judicial mirando uno de sus papeles.
¿Por qué cojones no habla de una puta vez?
Tengo los músculos en tal tensión, que juraría que hace rato he escuchado ya un hueso tronar en mis manos, de lo apretadas que las tengo sobre mi regazo. Me duele la mandíbula a causa de la tirantez, pero por más que lo intento no puedo relajarme. Ni siquiera siento los pulgares de ella acariciando mi nuca.
Mi padre no para de mirar los papeles con nerviosismo y susurrarse a sí mismo que lo ha hecho bien, y que todo se arreglará. Su rostro es un reflejo del que he estado años viendo hasta que llegó Mia a nuestras vidas, inexpresivo, pero, de reojo, pude percibir unas pequeñas lágrimas mojar sus regordetas mejillas afeitadas. Mi madre, a su lado, está del mismo modo. Aferrándose al borde de la mesa, con sus papeles ya recogidos dentro del maletín.
Deseo reaccionar y darles las gracias por estar aquí, a todos ellos, pero no puedo. No puedo despegar mis ojos del escritorio tras el que estoy sentado, o mover un solo centímetro de mi cuerpo.
De repente, los cuchicheos en la sala desaparecen, mi padre cierra su maletín y puedo percibir a la bruja y su abogado sentarse en la mesa a unos metros a mi izquierda. Escucho la silla del juez arrastrarse y crujir bajo el peso de su señoría.
Aquí vamos.
—Bien. Ya he tomado una decisión con respecto a la custodia de la bebé. Basándome en las pruebas de ambas partes y los testimonios tanto de los implicados como de sus testigos… —la gruesa voz del juez se hace eco por la silenciosa sala.
Puede ver de reojo como alza uno de los papeles que hay sobre su escritorio y lo mira detenidamente mientras habla.
La sentencia
Él carraspea y toma aire para continuar la frase que ha dejado a medias, y que tiene mi corazón latiendo tan fuerte contra mi caja torácica, que siento como si fuera a salirse de mi pecho.
—Dado lo cual, y por la seguridad y el bienestar de la bebé, he decidido, que la custodia total de Mia Hope Anderson sea para...
Cuando escucho la decisión final, no puedo retener más tiempo las lágrimas.
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Editado: 17.08.2025