05/03/2018
Los acordes de la guitarra resuenan por todo el apartamento, en una melodía suave y rítmica, inconscientemente comienzo a balancear mi cuerpo a su tempo.
El teclado entra junto con la voz del cantante pocos segundos después, y, a partir de ese momento, mi casa se convierte en mi pequeño escenario, cuando canto a la par de Adam Levine.
—Spent 24 hours, I need more hours with you.
Abro la puerta del armario bajo el fregadero, y de aquel rincón de almacenaje, perfectamente ordenado por colores, usos y necesidad, saco el amoníaco, una bayeta verde y tres hojas de periódico.
—Roll the back wood, babe. And play me close —mojo la bayeta en el cubo de agua, con el amoníaco ya en él, y encaro la ventana del salón, dispuesto a acabar con la roña en el cristal al ritmo de la música— 'Cause girls like you run 'round with guys like me. 'Til sun down when I come through. I need a girl like you, yeah yeah
La melodía sigue su curso a través de los altavoces del salón, y yo sigo limpiando mi apartamento, como llevo haciendo desde que me he levantado a las seis de la mañana.
—Took a whole day up, trying to get way up, ooh —paso el periodico por encima del cristal mojado para secarlo, evitando tocar el marco blanco. Mi cuerpo se mueve con la canción, obligándome a hacer pequeños parones en mi limpieza para poder moverme con libertad—. I need a girl like you, yeah yeah. Maybe it's 6:45.
Tiro el periodico a un lado cuando acabo. Muevo las manos de forma teatral, la derecha simulando un micrófono entre mis dedos, y la izquierda siguiendo el ritmo del rap en la canción.
—The red light, red light, stop. I don't play when it comes to my heart.
—¿Esto es lo que haces, mientras el resto estudiamos?
—¡Santa mierda!
Me sobresalto al escuchar la voz de Halle por encima de la música. Con el susto, y el rápido giro que he dado para encarar a la intrusa, golpeo el cubo con el pie y causo que gran parte del líquido acabe esparcido por el suelo de mi salón. Gimo molesto viendo el charco transparente de agua.
—Joder, Halle. Acababa de limpiar eso.
—¿Y yo qué culpa tengo de que te hayas asustado?
Doy la vuelta al cubo y me acerco a la entrada abierta del salón, donde la rubia molesta me mira con gracia, y no sé si es por mi aspecto o por lo que acaba de presenciar.
—Para empezar —cojo la fregona que hay a su lado, escurro el agua que pueda quedar en el mocho y me acerco de nuevo al charco para limpiarlo—, no deberías estar aquí. Y para acabar, no deberías poder entrar en mi casa sin —escucho un tintineo a pocos metros de mi, y no me hace falta verlo para saber lo que tiene entre los dedos— mis llaves. ¿De dónde cojones las habéis sacado todos?
—Se las diste a Noah por si había una emergencia.
—Le creí el más responsable.
—Pues ya ves que no —se encoge de hombros, y camina con cuidado hacia el sofá, donde se sienta con los pies sobre los cojines. Doy gracias de que la norma de "no usar zapatos en mi casa", la cumplan al pie de la letra. Literalmente—. ¿Aún no llegaron Noah y Sean?
—¿Tenían que venir?
Una vez dejo la fregona junto a su cubo correspondiente, y el charco de agua ya limpio, me acerco al sofá, quitándome los guantes de látex y el delantal morado, dejando las cosas en el brazo del sillón, antes de dejarme caer en el mueble. Cojo el mando de los altavoces de encima de la mesa, y con cierta molestia, apago el reproductor dejando que la voz de Jung Kook desaparezca.
—Pareces mamá pato limpiando el nido antes de que vengan los patitos —Halle se ata el cabello rubio ondulado en una coleta alta.
—Repito —insisto, inclinandome hacia adelante sin dejar de mirarla, apoyando mis codos sobre mis rodillas, y entrelazando mis manos en el frente—, ¿tenían que venir?
Halle suspira, dejando caer sus manos sobre sus piernas cruzadas, y abre la boca para responder cuando el sonido de un tintineo metálico, y dos voces bastante conocidas para ambos, en el descansillo la detiene. Ella sonríe, una sonrisa tensa y con cierto alivio, y dirige su vista a la puerta de la entrada que, poco después, se abre, dejando que las voces de los dos monos inunden mi tranquilo apartamento.
—¿Ya llegaste, amor?
Sean es el primero en acercarse tras quitarse las zapatillas, se inclina hacia su novia y deja un tierno beso sobre la frente de la rubia, quien cierra los ojos ante el gesto, y relaja inmediatamente su postura bajo el contacto.
—No —respondo por ella, haciéndola rodar los ojos con una sonrisa—. Es un holograma, ¿qué no ves?
—Deja de joder, amargado —Noah, que se estaba quitando las botas, se acerca a nosotros. Besa la mejilla de la rubia, y revuelve mi cabello antes de sentarse en el sillón donde he dejado mis utensilios de limpieza. Toma el delantal con una sonrisa, y me mira a través de la cuerda que va alrededor del cuello—. ¿Le pillaste limpiando Halle?
—Y bailando incluso.
Rubia traidora.
—¡No debimos haber parado en el Starbucks!
Noah tira el delantal, de nuevo sobre el brazo del sillón, mirando a Sean molesto.
—Halle quería un cappuccino, y yo complazco a mi mujer —y es ahí que me doy cuenta que la rubia, ahora, tiene entre sus manos un vaso con el símbolo de la cafetería.
—Gracias, amor —ella le lanza un beso antes de dar un pequeño sorbo al café.
—Vale, ya nos hemos saludado y cosas varias —suspiro molesto y cansado, hablando antes de que Sean vaya a responder a su novia algo que nos tenga, a Noah y a mi, con ganas de vomitar—. Ahora, ¿Me podéis decir, qué narices hacéis en mi casa a las 12 de la mañana, un lunes?
—Tenemos noticias sobre tu situación —es Noah quien toma rápidamente la palabra, e inmediatamente mi atención se centra en su persona. Él se toma sus valiosos segundos de atención, para acomodarse en el sillón, dejando las piernas estiradas frente a él, y su espalda casi tocando el asiento donde debería estar su culo. Creo que gruño de la impaciencia, porque él sonríe ladino unos segundos, antes de mirarme más serio—. He hablado con Nolan.
#927 en Novela romántica
#284 en Otros
#127 en Humor
nuevas oportunidades nuevo amor, padre por sorpresa, cuatro amigos y un bebe
Editado: 26.07.2025