Sweet baby

Capítulo 5

09/11/2018

—Su cliente ha admitido ante éste tribunal que es culpable de los hechos.

Dios esto ya me está sacando de quicio.

—Mi cliente ha admitido matar al señor Eaton, ya cumplió condena y... —comienzo a replicar a Lola, una compañera de carrera, que ahora mismo está ejerciendo como abogada de la acusación.

—¡Mató a su vecino! —ella me interrumpe, exaltada, acto que el profesor se encarga de corregir y anotar.

—El cual, se supone que ya estaba muerto ante la ley, asesinado por él hace cuatro años —vuelvo a repetir por enésima vez, a ver si ésta me deja terminar mi defensa—. Según la ley de éste país, no pueden acusarte dos veces por el mismo delito, y mi cliente ya ha cumplido condena por él.

Lola va a volver a replicar, cuando el profesor da una fuerte palmada, que resuena por el amplio juzgado de prácticas, llamando la atención del resto de mis compañeros sentados tras las barreras, como público, y los implicados en éste turno de ejercicio de juicio.

—Muy bien —la gruesa voz del señor Durran se hace eco, mientras repasa sus papeles atusando su canosa barba, y echa un breve vistazo a la clase por encima de sus gafas de pasta—. García, muy bueno ese argumento, con respecto a la incapacidad de la policía de cerciorarse del asesinato de su cliente por falta de cuerpo. Pero, como ha dicho Anderson, con o sin cuerpo, su cliente ya fue condenado por ese delito, por lo tanto no puede condenarse de nuevo.

—¡Eso no es justo, profesor! —Odia perder, creo que se nota en el tono irritado de su chillona voz— Tenía perdido este ejercicio desde un inicio, ¡no es justo!

Eso sí que no lo consiento.

Me giro hacia el profesor Durran, y alzo la mano pidiendo turno de réplica. Él asiente en mi dirección.

—¿Hemos acabado el ejercicio?

Él me mira unos segundos, con sus pequeños ojos entrecerrados, tras los gruesos cristales de sus gafas de culo de botella, y casi enterrados por sus gruesas cejas blancas. Finalmente asiente.

—Si, Anderson, el ejercicio ya ha acabado para ustedes dos, ¿por qué la pregunta?

Me giro hacia Lola, quién tiene sus ojos almendrados clavados en mi figura cubierta por la toga, y sus gruesas cejas, tan negras como su cabello trenzado, fruncidas hasta el punto que, creo, que se han fundido en una sola. Aprieto la mandíbula, y doy un par de pasos hacia ella, saliendo de detrás de la mesa, en la que he estado realizando el ejercicio como defensa del acusado.

No pienso permitir que me quite mérito por ser incapaz de defender a su cliente.

—Mi cliente —comienzo todo lo calmado que puedo, porque si algo odio, es que intenten hacer de menos mi trabajo. Para eso tengo a mi padre—, ha sido condenado por asesinar a sangre fría al señor Eaton —apunto hacia el pizarrón donde están todas las pruebas presentadas por ambas partes—. Su cliente se cambió el nombre tras fingir su muerte y cruzar la frontera. Si hubieras acusado a mi cliente, de matar al señor Vázquez. en lugar de al señor Eaton, quizá habrías ganado el juicio.

—¡El señor Vázquez no existe! —reprocha ella, con la oscura piel de sus mejillas cada vez más rojas.

—Y sin embargo, ha sido asesinado el 11 de Julio de 2018, a las 09:30 de la mañana, en un apartamento a su nombre, mientras atendía la llamada de una empresa, creada por él, tres años atrás y con su nuevo nombre registrado en ella... Sin contar el seguro de vida, la cuenta de banco... —cruzo los brazos sobre el pecho, apretando las manos molesto— Has perdido, acéptalo, y estudia mejor el caso para la próxima vez.

Ella suelta un chillido molesta, antes de que la voz del profesor, atraiga, de nuevo, nuestra atención hacia el estrado, dónde se encuentra sentado, observando y calificando los juicios.

—Si se aplicara para los exámenes, igual que se ha aplicado para éste caso, Anderson, le aseguro que podría ser la mejor nota de toda la clase —tomo aire sorprendido, hinchando el pecho con cierto orgullo ante las palabras del profesor Durran. Creo ver una pequeña sonrisa, bajo toda la mata de pelo que rodea la parte inferior de su rostro, pero no termino de definir el gesto cuando vuelve a hablar, deformándolo—. Se acabó la clase por hoy. Mañana haremos los últimos grupos. García y Carter, quédense unos minutos para repasar sus casos, López, puede quedarse también si lo desea, no le vendría mal repasar su defensa.

Y dicho eso, vuelvo de nuevo a mi mesa asignada, me quito la toga y comienzo a recoger los apuntes del caso en la carpeta morada que uso para éste tipo de ejercicios, guardandola en la mochila que me cuelgo seguido al hombro. Termino de recoger mis cosas y salgo junto a mis compañeros de la sala, dando al amplio recibidor de la facultad, donde la enorme estatua de la dios Themis, con los ojos vendados, la balanza en alto y una espada en la otra mano, recibe a cualquier persona que entre en el edificio, símbolo de lo que representa nuestro oficio. La imparcialidad, el equilibrio y la aplicación de la ley. En otras palabras, un sistema judicial justo y equitativo.

Aunque no se cumple siempre.

—¡Liam!

El grito de Sean retumba por todo el hall de la facultad, causando que gran parte de los alumnos que se movían por el amplio y blanco espacio, se giraran a mirarle. Algunos curiosos, otros molestos, y otros, los que le conocen, divertidos.

Me paso los dedos por el cabello, avergonzado, sintiendo como la parte inferior de mi rostro empieza a calentarse.

Odio cuando hace eso.

Camino a paso rápido hacía el macaco que tengo por amigo, nada más estar delante de él, tomo sus muñecas y las bajo de golpe a la altura de su cadera, viéndole completamente molesto y avergonzado.

—¿Me haces el favor de no hacerme pasar vergüenza? Gracias —tengo tal tensión en el cuerpo, que la voz me sale apenas en un susurro.

Suelto sus muñecas como si estuvieran quemándome las manos, me ajusto la correa de la mochila al hombro, y camino hacia la puerta giratoria de la entrada, dejando a Sean a mi espalda. Aunque no tardo en escuchar sus pasos apresurados, y poco después, siento su mano alrededor de mis hombros.




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