Sweet baby

Capítulo 6

10/11/2018

Son cerca de las siete y media de la mañana, ¿o quizá son las seis y media? No sabría decirlo, las agujas del reloj en lo alto de la pared se burlan de mí, marcando las nueve. Se ha roto, otra vez.

—Sigo sin entender, por qué cojones ha aparecido en mi puerta.

Me paso los dedos por el cabello. Dos de ellos se quedan atascados en unos mechones enredados a la altura de mi frente, pero entre el sudor de la discoteca y que no he parado de revolverlo en la última media hora, no me extraña que esté lleno de nudos.

Dejo caer mi mano sobre mis muslos, viendo fijamente a Noah al otro lado del salón, con el bebé en brazos, arrullandolo contra su pecho mientras camina de un lado a otro por la apenas iluminada estancia.

Me recuesto en el sofá, sin apartar la vista de ellos dos, puesto que somos los únicos en la habitación. Halle se está encargando de ayudar a su novio a vomitar en mi baño, y aliviar algo la borrachera que tiene encima antes de ayudarme con esta situación.

—Elisa tiene algo que ver —la baja voz de Noah me hace apartar la mirada de la manta negra que tiene entre los brazos—. El sobre lleva su nombre. Podrías abrirlo y...

—Déjame unos minutos para que asimile que he encontrado un bebé en mi puerta. ¿Quieres?

—Has tenido casi una hora —él levanta la vista del bebé dormido, a quién apenas me he permitido ver demasiado, culpa de la sorpresa y el alcohol en sangre.

—Y sigo algo borracho —vuelvo a suspirar. Cierro los ojos con cierta fuerza, y arrugo los labios ante la pequeña punzada de dolor que me recorre la sien al hacerlo. Genial, aquí viene la resaca—. Necesito a la rubia para poder afrontar esto.

—¿Por qué te calma? —Abro los ojos, y efectivamente, Noah está sonriendo en mi dirección con diversión.

Le saco el dedo medio, gesto que hace que su sonrisa se amplíe.

—Porque sé que tú no vas a ser objetivo con esto —señalo.

Noah camina con sumo cuidado alrededor de la mesita de centro, y con más cuidado aún, toma asiento en el sillón a mi derecha, lo más lejos de la lámpara de pie que ilumina apenas la habitación, para que el bebé no se despierte. Aunque el movimiento hace que se remueva, mi amigo sabe bien lo que se hace. Mece un poco a la criatura, acomoda la manta sobre su cabeza, y el bebé vuelve a quedarse estático en su brazos.

—Se te da bien.

—Años de experiencia —susurra sin apartar la vista del lactante.

—Por eso digo que no serás objetivo —paso mi vista de ellos dos a la cesta de mimbre que hay sobre la mesita que tengo justo delante, donde hemos encontrado al crío. Me inclino hacia ella y saco los dos sobres que hemos encontrado en ella, junto con los dos biberones de litro de lo que supongo es leche materna—. Has pasado demasiado tiempo con niños abandonados. No creo que sea buena idea que tu des tu opinión al respecto.

Me contengo en decir la verdad de lo que pienso, a pesar de que sé que él es consciente de mis palabras no dichas, porque siento su mirada penetrando mi mejilla.

—Liam...

—Nada más verlo has querido avisar a Nonna —tomo uno de los biberones de cristal. ¿Cuánto tiempo llevará en mi puerta?

—Ella sabrá qué hacer.

Noto cuando su tono de voz se pone tenso, indicándome que está a la defensiva. Le miro. Tiene la mirada fija en mí, las facciones del rostro tensas, haciendo que sus pómulos se hundan unas milésimas y que sus labios se arruguen. La pequeña vena en el cuello le sobresale, y sus hombros están algo más alzados que de costumbre. Pese a eso, sus brazos alrededor del bebé siguen abrazándolo como si fuera la cosa más delicada del mundo, y él temiera romperla.

Suspiro, y relajo todo mi cuerpo, girándome un poco hacia él, dejando el bote de cristal sobre la mesa de piedra negruzca.

—Ella sabrá qué hacer, sí —busco las palabras adecuadas, para no lastimar la herida de mi amigo, que ahora ha quedado al descubierto—. Pero antes de llamarla, avisar a las autoridades o lo que sea necesario, me gustaría averiguar qué cojones hace un bebé en mi casa, qué cojones tiene que ver conmigo y qué coño tiene que ver Elisa en todo esto.

Porque como sea lo que me estoy temiendo, estoy realmente jodido.

Noah me observa, unos interminables segundos, antes de asentir en silencio, suspirar resignado, y recostarse contra el sofá con cuidado de no despertar al bebé. Paso de mirarlo a él, a mirar la manta negra que tiene entre sus brazos y que me impiden ver a la criatura que está envuelta en ella.

Cuando reaccionamos tras el shock de encontrarlo en el felpudo, fue Noah quien rápidamente lo cargo en brazos. Yo cogí la cesta, y me abstuve de hacer el amago de mirar al lactante que mi amigo intentaba calmar, y alejar de las manos borrachas de Sean, que intentaban cogerlo. Halle, aún en el mismo shock en el que yo me encontraba, empujo a su novio dentro del apartamento y le llevo al baño de invitados para lavarle la cara. Posterior a eso escuchamos a alguien vomitar unas puertas más allá.

No quiero acercarme al bebé. El ver aquel nombre firmando el sobre me ha hecho flaquear por completo. El recuerdo de los rumores que corrieron a principios de año con respecto a Elisa retumba en mi cabeza, aún con el pequeño dolor de cabeza que el alcohol ha dejado como señal de su presencia en ella. A pesar de que hace rato se me ha pasado por completo la borrachera. Tanto a mi como a Noah y a Halle, aunque ellos no es que bebieran mucho.

El bebé se remueve de nuevo, y hace un sonido extraño antes de volverse a dormir. Noah lo observa, yo solo miro la manta de pelo que lo envuelve y me impide la visión del crío.

Temo encontrarme en ese bebé.

—Sean se ha quedado dormido, al fin.

Halle entra en el salón, con una de mis camisetas más viejas cubriendo su cuerpo, descalza y con el pelo atado en un moño mal hecho en lo alto de su cabeza. Se ha quitado el vestido que llevaba y se ha puesto cómoda. Aunque no sé cómo de cómoda tiene que estar con mi ropa. Le queda realmente grande. Le llega a la altura de las rodillas, y las costuras de los hombros le rozan los codos.




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