Sweet Dream

Capítulo 1: Un inusual comienzo

Mei Stone, presidenta del consejo estudiantil en su segundo año de preparatoria, después de haberlo sido desde su primer año. Heredera de la academia Stone en su sección femenina, lo cual conlleva un peso enorme, que ella no quiere recibir, pero se ve obligada a hacerlo. 

Se encontraba en la sala del consejo estudiantil, leyendo un libro de literatura francesa, y al lado de ella se encontraba un libro de química, que debería de estar desarrollando, pero prefirió dejarlo para más tarde. De igual manera, era excelente en esa materia, y en cada una de las asignadas en la academia, después de todo, era nieta de la directora y debería mantener la fachada de chica modelo. 

— Deberías ir a comer. — Le dijo con voz suave una chica de pelo largo y totalmente liso. Su nombre es Melissa Clark. — No has comido en todo el día, presidenta. 

Mei levantó su mirada, la cual es tan fría e hipnotizante que podría hacerte volver por donde entraste, pero Melissa estaba acostumbrada a su mirada. Después de todo, eran amigas de la infancia. 

— Estoy bien. — Respondió Mei con su rostro sin expresión alguna, lo típico en ella. 

Salir de la academia de última para ser quien la cierre, buscar la manera de llegar a casa en medio de la oscuridad y la luz de la Luna. Su vida era solitaria. Llegar a casa de su padre y no encontrar al hombre en ella, estar en la academia de su abuela y no verla por los pasillos, tener una madre que la había abandonado de por vida. Su vida era un asco y Mei era consciente de eso. 

Debajo del abrigo de invierno blanco, se encontraba un abrigo color crema, debajo de este una camisa blanca y debajo de esta, brazos llenos de marcas de cortes. Desde cortes finos hasta cortes profundos, unos pequeños y otros grandes. Eran vistos por nadie, eran gritos marcados y recuerdos filosos. 

Esa noche, Mei miró la casa de al lado de la suya. Era mucho más pequeña, donde supuso que vivía una familia normal, donde la madre amaba a su hija y el padre llegaba a casa con caramelos para todos, pero especialmente, uno azul para su hija que tanto amaba. Esa era la imaginación de Mei, por lo tanto, ese podría ser el hogar que describió o uno totalmente diferente. 

Una chica con uniforme de marinero azul con líneas amarillas y una pañoleta rodeando el cuello de su uniforme color amarillo también, corría en su dirección. Cabello rubio, ojos verdes... no, no la conocía, por lo tanto frunció el ceño y congeló su mirada. 

— ¡Hola! — Dijo con entusiasmo la desconocida ya cerca de ella. — Soy Rose Foster. No te había visto por aquí antes, así que vine corriendo hacia ti. Vivo en aquella casa. — Señaló a la casa que, minutos antes, miraba Mei. — Desde hace unos siete años. Mei abrió sus ojos y volvió a la expresión anterior. 

¿Cómo podría ser posible? Mei llevaba toda la vida viviendo allí y, ¿jamás se vieron hasta ahora? 

— Soy Mei Stone. — Dijo con un tono modesto al verla más de cerca. Su rostro traía maquillaje, su falda era demasiado corta, su pelo era rubio, sus accesorios. Se sintió mareada al ver todo lo prohibido en su academia. 

— Mucho gusto, señorita Stone. — Dijo con una sonrisa. Para Mei era irritante, pero atrayente a la vez. 

— Igualmente, señorita Foster. — Dijo seco y casto, como si un robot hubiese comandado su respuesta. 

Rose la miró por unos minutos y sonrió otra vez. 

— ¿Eres de la academia Stone? ¿Cuál es tu edad? Pareces mayor que yo.   — Preguntó Rose de manera veloz. 

—  Sí, y tengo diecisiete años. — Dijo Mei mirando hacia otro lado, la conversación estaba empezando a molestarle. 

— Oh, sí, eres mayor que yo. — Se señaló a sí misma — Tengo quince, cumpliré dieciseis dentro de un año entero. — Abrió sus brazos y dio una vuelta con rapidez. 

A Mei le pareció tierno, pero no lo demostró. 

— Bueno, debo irme. Hasta pronto, Foster. — Dijo Mei, dando la vuelta y buscando las llaves de la entrada. 

— Claro, adiós. —  Dijo Rose corriendo hacia el otro lado. Al parecer, no entraría a su casa por ahora. 

Si Mei no se hubiese quedado diez minutos analizando la familia de aquel hogar, Rose y ella no se hubieran conocido, y, tal vez, dentro de dos meses, Mei no se hubiera molestado en pensar sobre los sentimientos que golpeaban su corazón con fuerza. 

Día uno. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.