Sweet Dream

Capítulo 9: Flan y helado

La vida no es justa, en lo absoluto. Podrías desear lo que sea con tanta pasión u orarle a los muchos dioses que puedan existir, pero aun así no puedes conseguirlo si no lo haces por ti mismo. 

Mei Stone cada vez se sentía más fría, pero los pequeños detalles hacían enloquecer a Rose de una manera irracional, pero nunca lo diría. 

Ir a la escuela de Rose y dejarla allí, volver por ella saliendo de su escuela aunque tenga cosas que hacer en el consejo estudiantil. Alexa se acostumbró a ver a Rose traer un libro diferente cada día. Había pasado un mes entero desde que ambas se conocieron. 

— Mei. — Llamó Rose a la mencionada desde el sofá. — ¿Cuándo vas a terminar? - Soltó una pequeña risa y pasó la página del libro entre sus manos. 

— Oh, lo siento. — Dijo Mei en un suspiro, mirando la libreta entre su mano izquierda, sosteniendo un lápiz 2B en su mano derecha. Dibujarla se había convertido en una de sus pocas pasiones. — Ya puedes moverte libremente. 

Los ojos de Rose miraron a los de Mei, y aunque lucían cansados, Rose apreció sus largas pestañas y el color de estos. 

— ¿Por qué te gusto, Mei? — Preguntó repentinamente Rose poniendo un separador en el libro para escuchar detenidamente lo que Mei iba a decirle. 

— No lo sé. — Respondió Mei rápidamente aprentando su mandíbula. - En realidad, no entiendo nada de lo que siento, Rose, pero me gusta sentir lo que siento por ti, aunque duela. — Levantó su mirada de la libreta a los ojos de Rose y dio una sonrisa de lado a lado, que lució algo triste, pero encantadora. 

Hubo un pequeño silencio cómodo y suave. Rose vio cómo Mei dejó la libreta a un lado y se acercó a ella en el sofá. Los pies de Mei aún en el suelo y su mano fría en su mejilla. Sus narices chocaban y... lastimosamente, Rose Foster se dejó llevar. 

Debemos pensar todo lo que hacemos, porque el corazón nos puede engañar solo para que creas que alcanzarás la felicidad. 

Para Rose, los labios de Mei eran delirantes. Te hacían subir al cielo, pero cuando dejó espacio para que la lengua se abriera paso, pudo sentir un balde de agua caliente sobre ella. Esta simple acción, le dio miedo a la rubia. Ella es heterosexual y este beso no podría gustarle por más que quisiera... o eso pensó. 

Mientras Mei sentía que estaba en la vía láctea, creando nuevos mundos y países dentro de estos, sintió como todo lo que odiaba, empezaba a gustarle. Estaba viva. 

Hasta que se separaron. 

Rose miró a Mei con sus ojos abiertos y dos de sus dedos tocaban su labio inferior. Mei miraba a Rose con un pequeño rubor en ambas mejillas. 

Rose se levantó y tomó aquel libro prestado por Mei y salió de su casa lo más rápido posible. Mei sintió un vacío que sabría que tendría después de besarla, pero no se arrepintió. 

Mei vagaba por las calles cercanas a su casa. Se topó con algunas estudiantes de su academia, pero solo saludó. 

— Hola. — Saludó la chica de cabello rojo sentada en uno de los bancos del parque. — No te veo desde hace tiempo. 

Mei la observó y frunció su ceño. No, no la conocía, hasta que recordó su mirada celeste. Había visto esa misma mirada mientras se besaban en la fiesta de unos días atrás. 

— Hola, Quinn. — Saludó Mei sentándose a su lado, para después mirar hacia el cielo azul en la tarde de noviembre. — ¿Dónde estudias? 

— En la montaña de Atraea. — Mencionó Zoe apretando sus labios. —Tengo diecisiete años. 

Y la verdad es que a Mei no le importa en lo absoluto, así que mejor se quedó callada y esperó hasta que la otra chica quisiera irse, al igual de como lo hizo la vez que habló con Winter. 

Llegó a casa a las 10:47 pm. Pasó por una tienda y se quedó comprando flan, pues era su amante perfecto y le compró helado napolitano a Rose por si llegaba esa noche. 

Lo divertido de la relación de Rose y Mei es que siempre que sucede algo vergonzoso o amoroso entre ellas, cuando vuelven a verse, intentan evadir el tema. 

Pero esta fue la excepción. 

Rose veía una película en la gran pantalla del televisor del cuarto de Mei, que nunca lo usaba, mientras que Mei comía flan justo a su lado. Esta noche habían almohadas rosas y naranjas en el suelo, que Rose había traído de su casa con la más grande paciencia del mundo. 

Hasta que Rose sacó el tema, de manera bastante directa. 

— ¿Por qué? — Preguntó Rose mirando el poco helado que quedaba en su vaso, que se derretía con lentitud. 

— No pude evitarlo, Foster. — Fue su respuesta, simple y fría. 

Y aunque Rose la llamaba por su primer nombre, Mei aún la trataba con respeto aun siendo Rose menor que ella. 

Pero sucedió algo que no debió ocurrir. En verdad que fue lo peor que Rose pudo haber hecho. 

Así fue como el helado se unió con el flan de una manera desesperada, con un amor que no sabía de dónde había sacado. Rose la había besado, lo había hecho. Y si le hubieras preguntado porqué, te hubiera dicho justamente lo mismo que Mei le contestó. 

El día ocho, día en el que Mei y Rose se besaron dos veces, el día en el que tal vez, Rose dudó de quién era. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.