Sweet Dreams

1

  • ¡Cuéntame ya! – Le grite a Brooke.
  • Bien. – Dijo rodando los ojos. – Estaba leyendo un libro en el parque, El teorema de Katherine. Entonces alguien encapuchado se acerca y sale corriendo con mi móvil, así que lo empecé a correr. Él se detuvo y apunto hacía el frente, y cuando vi, estaba Jack con un ramo de claveles. Me acerqué a él y el me dijo. Brooke, contigo me siento libre, feliz. No tienes ni idea de lo bien que me haces, siento que a tu lado estoy completo, me haces ser mejor. ¿Brooke Stone, serias mi novia? Obvio que le dije que sí. – Ambas soltamos un grito de alegría.
  • Estoy muy feliz por ti Brooke. Pero, si te hace algo, que se dé por muerto. – Ambas reímos, estaba encantada de que ella consiguiera a un hombre que la hace feliz. Se lo merece.
  • Oye, se hace tarde, debe irme o mi compañera me matará por llegar tarde. – Dijo viendo la hora. Ambas nos pusimos de pie.
  • Sabes que podrías quedarte a vivir aquí. ¿Verdad? Eres más que bienvenida. – Le dije con una pequeña sonrisa. Ella vivía en una de las residencias de la universidad, y para su mala suerte, le había tocado una compañera muy estricta. Si llegaba después de las nueve se enfadaba demasiado. Ella escogió eso porque era menos costoso. Yo, por otro lado, elegí un departamento. Vivía cerca de el trabajo, pero no tanto de la universidad.
  • Sí, claro que lo sé. Y lo aprecio de verdad. Pero es mucho más barato y rápido.
  • Bien, lo entiendo, nos vemos en clase. – Dije dándole un largo abrazo.
  • Adiós, te quiero. – Dijo a medida que pasaba el pasillo.

Cerré la puerta con llave y me dirigía hacía mi habitación. Abrí el pequeño armario y de ahí saqué una sudadera negra de Josh y uno pantalón holgado del mismo color.

Hacía frío. Y no me apetecía hacer nada, así que simplemente seleccioné una película y me recosté en el sofá tranquila.

 No se en que momento caí en los brazos de Morfeo.

 

 

Por primera vez, en los tres meses que llevaba en Boston podía dormirme con facilidad.

¡Y sin pesadillas! Qué maravilla.

Pero como muchos dicen; Todo lo bueno, dura poco.

 

Unos bruscos golpes en la puerta me despertaron. Fue tan fuerte el susto que me encuentro temblando.

Los golpes no cesan. Y mi miedo crece. Tome lo más cercano a mí para defenderme.

 

Genial Aisha. Tomaste el control de la televisión, ¿Qué harás? ¿Silenciarlo?”

Quiero reírme de mi torpeza, pero la situación no me lo permite.

Cuando abrí la puerta, noté a un chico con muchos golpes en su rostro. Este poso su mirada en mí, y luego la llevo hacía su brazo e hice lo mismo. Pude notar que estaba empapado en sangre, esta se escurría de su mano, la cual, probablemente tapaba la herida.

  • Ayúdame… Susurro.
  • Mierda. – Dije asustada, lo tomé por la cintura y lo dirigí hasta el sofá. –  Acuéstate.

Fui por mi botiquín de primeros auxilios. Aunque no sabía bien que hacer. Cuando llegué a su lado, vi su herida. Parecía una puñalada.

  • Mierda, creo que necesitas puntadas.
  • Hazlo… Dijo con los ojos cerrados y el ceño fruncido, tratando de aguantar el dolor.
  • No… No sé como hacerlo. – Dije apenada. Él soltó un gemido de dolor. Cuando abrió sus ojos, varias lagrimas cayeron.

Con mis manos temblando comencé a desinfectar la herida, una vez desinfectada noté que quizá no era necesarias las puntadas, así que simplemente la vende haciendo un poco de presión.

Cuando levanté mi vista, noté que tenía el ceño fruncido y su pecho subía y bajaba rápidamente. Me levante y me encamine a buscar una pastilla y un vaso de agua para el dolor.

Él lo aceptó agradecido.

  • Puedes quedarte esta noche en el sofá, si necesitas algo no dudes el llamarme. Estaré allí. – Dije apuntando hacía la puerta de mi habitación.
  • Muchas gracias, enserio. No sabes cuánto te agradezco. – Dijo sincero.
  • No es nada. – Dije encogiéndome de hombros tratando de restarle importancia. – Adiós. – El asintió.

Una vez en mi cuarto, me apoye contra la puerta y me deslice hasta tocar el suelo. Estaba abatida. No tenía para nada sueño, la situación de aquel chico me había despabilado completamente, así que iba a hacer cuentas, tenía que ahorrar demasiado dinero, para la renta, la luz, etcétera. Y dudaba llegar.

 

 

  • ¡Mierda! – Exclamé y rápidamente llevé mis manos a mi boca, no quería despertar al chico que dormía en mi sofá. – No puede ser, Aisha, estas maldita. No llegarías ni siquiera trabajando el día completo. – Dije llevando mis manos a mi cabello y tirando de él.

La lagrimas no tardaron en hacerse presente. Estaba perdida, no tenía l dinero suficiente, y con la miseria que es mi sueldo no podre juntarlo.




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