Hoy la verdad es que no sé muy bien de lo que voy a hablar, o cómo empezar, lo que tengo claro es que necesito escribir, necesito dejar constancia de lo que siento en estos momentos, necesito desahogarme, descargar un par de piedras de mi espalda y analizar todo con más calma.
Pensé que este año iba a ser un gran año, que iba empezarle bien y terminarle igual de bien. Pero la vida te sorprende y cambia de arriba a abajo. Lo pone todo patas arriba. Cómo de estar entusiasmada por lo que tiene que venir a querer que los días acaben. Pero la vida quiere jugártela, te la juega un día y al cabo de un par, vuelve a hacerlo. Y no es justa, sé que no lo es, pero me encantaría que lo fuera, porque la verdad no entiendo que destino tengo. ¿Tantas cosas malas he hecho que al final siempre acabo mal? ¿Por qué es así de puñetera?
Sé que hay cosas en esta vida que pasan porque tienen que pasar, pero sinceramente lo que me pasa estos días, no sé el porqué de todo esto. ¿Qué necesidad hay de pasar por esto? ¿Y por qué siempre a las personas que son buenas?
La vida siempre te pone trabas, obstáculos, pero creo que esta vez ha ido más lejos. Saber que es inocencia, no culpable, pero que haya personas tan malas que al final perjudiquen a una persona. En serio, ¿la gente puede ser tan mala como para joder la vida de una persona? Pues sí, lo he comprobado. Hay gente mala que no le importa hacer daño a gente que incluso la han querido. No sé si habrá algo malo, pero tengo seguro que al final el tiempo pondrá a cada uno en su lugar y la justicia tomará partido. Hasta entonces solo queda esperar. Esperar y olvidar este infierno. Pero se puede olvidar, pero nunca perdonar. Esto no.
Además de odiar a esas personas malas, también odio ser capaz de tener tanta empatía. Porque ahora mismo me pongo a pesar en esa persona, en ese inocente, y no puedo ni imaginar cómo tiene que estar. Yo estaría llorando en las esquinas, no saldría de casa. Pero es valiente, fuerte y sé que se levantará de esto. Y no olvidará. Y no perdonará. Permanecerá en su memoria el resto de su vida, para darse cuenta de que no te puedes fiar ni de tu propia sombra, porque al final acabará jugándotela. Porque es una obsesión, una enfermedad, no querer que no sea de nadie más. Y está cavando su propia tumba, lo sé, y al final todo lo malo que está haciendo la vida se lo devolverá, y lo hará tres veces peor. Porque con esto no se juega, y si juegas sabes que en las reglas del juego puedes quemarte, y se quemará, ojalá se queme. Y nunca he deseado el mal a nadie, ni lo haré, solo espero que algún día pase por lo mismo y sepa todo el daño que está haciendo.
Esta semana ha sido muy dura, cada día muy duro, pero sobre todo hoy ha sido más que ningún día de la semana. ¿Por qué? No lo sé. Simplemente lo ha sido, aunque puedo imaginar el porqué. Y pensar en ese porqué hace que mientras estoy escribiendo esto, alguna lágrima se me salte. ¿Por qué? Porque ves que nadie se preocupa por ti, aparte de tus padres. Nadie me ha preguntado qué tal estoy, cómo lo llevas o si quieres hablar aquí me tienes. Probablemente sé que algunas personas de las que lean esto no sabrán de lo que estoy hablando, ni siquiera sabrán que estoy mal, pero ha sido mi decisión no contarlo, porque es algo que no me afecta directamente a mí, pero si a sangre de mi sangre. En cambio, sé que hay mucha gente, de esas que son parte de mi vida, a las que considero que son importantes, que saben probablemente si leen esto o en cuanto lo lean de lo que estoy hablando, y esas personas han hecho como si no pasará nada. Como si estuviera perfectamente, o incluso si no se acordarán de nada. Como si eso que saben no fuera nada.
Yo sé que soy una persona fría en cierta forma, que cuando estoy mal no me gusta mostrarlo, pongo mi caparazón y me lo dejo todo para mí, pero a veces necesito que alguien rompa esa barrera. Muchas veces necesito que lo hagan. Porque aunque no lo diga estoy mal. Aunque no lo diga, a veces necesito una muestra de cariño. Como hoy por ejemplo, una muestra que no he recibido por parte de nadie. Aunque no me lo den yo lo busco, aunque no siempre. Y hoy es un día de esos, de los que espero en vez de buscar. Y me decepciono, me decepciona no ver lo que esperaba que ocurriera. Y siempre es igual. Una se acostumbra ya.
A veces ser una persona tímida, reservada, fría e incluso borde, borra de la gente que yo también tengo sentimientos, y que no siempre tengo una buena cara, no siempre me estoy riendo, sino que sufro, lloro como lo estoy haciendo ahora, porque me duele. Me duele ver pasarlo mal a la gente que quiero, porque me preocupo. A pesar de que sé que no puedo hacer nada, no está en mi mano, pero lo único que no he hecho ha sido la esperanza de que todo vaya a salir bien. Porque no hay nada malo y al final será recompensado. Porque si ahora es todo un infierno, cuando acabe lo que vendrá será mucho mejor.
Y sí, lo que más echo en falta hoy es una muestra de cariño, aunque sea pequeña, unas simples palabras de que todo va a ir bien. Un abrazo con el que dices todo y a la vez nada. Un abrazo sin más. Un abrazo que necesitas. Un abrazo que hace que tus preocupaciones desaparezcan por un instante y que consigan por un instante que todo lo malo desaparezca y te sientas bien. O simplemente ver que se preocupan por ti. Porque aparte de lo que estoy pasando, me duele ver que nadie se da cuenta. Nadie es capaz de ver a través de mi caparazón, nadie ve que aunque muestre una cara de felicidad por dentro me estoy carcomiendo, soy un remolino de sentimientos, irá, decepción, angustia, tristeza, soledad, furia, dolor... Todo un remolino, pero sobre todo me duele. Porque yo siempre veo el estado de ánimo de esas personas, pero en cambio parece ser que a mí no me ven. Porque nunca pido nada, no soy de esas personas que van reclamando un poco de cariño o contando sus penas, o llorando por las esquinas. Y menos cuando en realidad sí que duele. Ahí no busco nada de nadie. Si alguien me encuentra me hará sentir bien, pero si nadie viene comprenderé quienes saben quién soy y como soy.