Sweet Haunting

Acto II. Mi nueva amiga es un fantasma

Los recesos se habían convertido en sus citas para verse. Sabrina no podía estar más de acuerdo con la forma de su nueva amiga, era perfecto para ella. Siempre había sido considerada una chica extraña y ajena al mundo, así que una amiga muerta ¿no era ideal?

Se llevaban cincuenta años de diferencia, pero había muchos temas de los cuales hablar, sobre todo el favorito de las dos: quejarse.

—Detesto la clase de matemáticas, es decir, mientras yo sepa que 100 dólares son los que necesito para comprarme dos blusas y unas botas, es suficiente para mí. No entiendo para qué sirve la clase de cálculo.

—Cuando yo asistía a este internado, recuerdo que las profesoras nos golpeaban con una enorme regla si no acatábamos las ordenes, existía una chica a la cual detestaba demasiado, su nombre era Beatrice Wellington, era una perra… ¡ah disculpa mi vocabulario es solo que ella…!

—¡Já! ¡Las perras merecen ser llamadas por lo que son, unas malditas brujas odiosas e hijas del infierno!

Ambas chicas comenzaron a reír. Sabrina por fin sentía que pertenecía a un lugar, tal vez no necesitaba quemar el internado después de todo.

—¿Qué edad tenías cuando moriste? —le preguntó curiosa.

—La misma que tienes ahora, 17 años. En ese entonces era una chica muy ingenua.

—¿Y por qué tienes esa apariencia encantadora? Créeme, he visto perritos que se miran más demoniacos que tú.

—Para poder descansar en paz, los fantasmas tenemos que terminar con los asuntos pendientes que teníamos antes de morir, ha pasado demasiado tiempo desde que permanezco atada a este lugar, mi forma se fue convirtiendo en algo ajeno a mí, se fue extinguiendo mi esencia.

—¿Qué te sucederá si sigues de esta forma?

—Comenzaré a olvidar quién fui y finalmente me convertiré en un espíritu malvado hasta que sea exterminada por un sacerdote o alguien con poderes sobrenaturales. Es divertido ¿no? Los fantasmas siempre han sido catalogados como entes malvados, pero en realidad, solo son personas que olvidaron quiénes fueron en el pasado y no tienen otro propósito, no podemos hablar normalmente con los vivos y a veces no encontramos a otros compañeros fantasmas, es algo… solitario.

El ambiente se llenó de melancolía, Sabrina observaba el cielo y se preguntó si cuando ella muriera tendría asuntos sin resolver en la Tierra, ¿qué provocó que Margot decidiera quitarse la vida?

—Es más solitario estar viva y no pertenecer a este mundo. Ser una paria, sentir como tu presencia es ignorada. Solo sabes que vives porque las idiotas con las que convives día a día siguen hablando pestes de ti, cuando estabas viva ¿eras marginada?

—Ya no lo recuerdo. Solo tengo presente que mientras vivía, solo una vez me sentí a gusto con mi vida. En mi época, a las mujeres se nos trataba diferente. Todo ha cambiado alrededor, pero en el mundo seguirá habiendo personas desagradables, sea el pasado o el futuro, ¿es gracioso no lo crees?

—Sí, de alguna forma, suena divertidamente amargo.

—O amargamente divertido.

Y entonces las dos sonrieron, sabiendo que, ambas conocían el sentimiento de la soledad.

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Margot solo podía moverse adentro de todo el edificio donde se localizaba la azotea en la que se suicidó. A lo largo del tiempo había observado a miles de chicas entrar y salir del internado, muchas historias habían empezado o terminado frente a los ojos de la pequeña fantasma.

Pero esta era la primera vez que entraría a la habitación de una de ellas, a pesar de que era un fantasma que podía atravesar paredes sin problemas y desaparecer de la vista de todos, prefería no invadir la privacidad de las chicas. Eso no era cortes.

—¿Sabes que eres un desperdicio de fantasma verdad? —se quejó Sabrina, rodando los ojos con fastidio.

—No me gusta invadir la vida privada de otra persona, seré un fantasma, pero no por eso tengo que actuar como una ladrona.

—Margot, estás muerta ¿qué pueden hacerte? —se rió tontamente mientras abría la puerta de su dormitorio —Bienvenida a mi cueva, ten cuidado o puede que un demonio vaya a consumir tu alma —bromeó. Entró a la pequeña recamara que tenía miles de cuadros colgados, a pesar de la apariencia oscura de Sabrina, aquellas pinturas poseían colores vividos.

—¿Hiciste todos estos cuadros? —le preguntó impactada.

—¿Es sorprendente, verdad? A pesar de mi apariencia, me gustan las cosas coloridas. Aprecio los paisajes bellos y a las personas hermosas —Sabrina sonrió mientras se tiraba sobre su cama y miraba su techo lleno de pintura fosforescente, simulaba un cielo estrellado.

—No me sorprende, ¿sabes? Los fantasmas podemos sentir el aura de las personas. La gente tiene razón cuando dice que eres diferente, tu alma es más brillante que la de todas las chicas de este lugar. Eso te hace hermosa ¿sabes?

—Pfft, que cursi ¡te lo juro!  —la pelinegra comenzó a reírse sin poder evitarlo y el espectro uniforme mostró una expresión apenada, logrando que aquella línea que fungía como su boca pareciera una onda.




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