Prólogo

¿Es cobarde o sabio alguien que sabe cuándo debe marcharse?

¿Es inteligente o tonto quien decide quedarse a averiguar más?

Tras estas líneas habrá cambiado mi destino...

Me metí en un remolino de sucesos, emociones y cosas que no entendí, pero lo sentí y puedo dar fe que todo fue real... Dolió mucho, es la única razón por la que estoy tan segura. Desde el primer momento supe que no volvería a ser la misma, es mi deber contarlo.

Esta es la historia de un artista o un antihéroe, ya no sé bien. 
Aquel misterioso personaje decía ser el pintor sin marco, el cantante sin instrumento, el bailarín sin pareja, el mundo era su escenario y esta realidad su molde.

Mi conciencia me pide que cuente cuando comenzó todo, desde aquella mañana de 14 de junio de 1819, el día en que oficialmente me quedé sola en Quito.

No pido que me entiendas, solo que me leas.

Han pasado ya varias horas desde que Sven marchó solo, se fue hacia el norte, dijo firmemente que iba a ayudar a Simón Bolívar en sus campañas. Me hubiese encantado acompañarlo, pero dijo que es algo que debía hacer solo.

Sven me enseñó a defenderme, a luchar, pero... ¿Política? En eso no me meto. Me hubiese encantado conocer a Simón Bolívar.

Aquí en Quito la gente me mira raro ¿Tan raro es que una mujer viva sola y se mantenga sola? Bueno, la ideología de aquí no me agrada. La mujer es vista como una máquina de parir y hacer quehaceres, como si toda la vida se preparase para casarse y atender a su marido.

Eso no va conmigo. Prefiero estar sola.

Aunque... Hay un chico que me puede hacer cambiar de opinión, es algo tímido, callado la mayoría del tiempo. Lo suelo ver los domingos cuando va a misa, aunque no tengo una fe en específico entro a la iglesia un momento para mirarlo de lejos. Quito se destaca por tener el 97% de habitantes con esa ideología estúpida que mencioné antes, pero creo que he encontrado al 3% que me importa.

Extrañamente me llama la atención. Sven antes de irse me dijo que me olvide de aquel chico porque cuando él vuelva de su loca aventura nos marcharemos. No quiero irme sin conocer a aquel misterioso chico o al menos sin saber su nombre. Hoy me sentaré muy cerca para apreciarlo mejor.

Desperté temprano, el gallo y su canto hacen un gran labor. Caliento un poco de agua y después de un buen baño me visto y salgo a la iglesia.

Esperé fuera a que aquel chico apareciera, pasaron los minutos, allí estaba, radiante y serio como siempre. 
Desde fuera vi cómo fue hasta la tercera fila de la iglesia, acomodo su pantalón y se arrodilló a rezar mientras el resto chismeaba sobre la vida ajena. 
Estaba lista, tomé aire y caminé en dirección a mi chico misterioso, pero antes de la iglesia alguien se atravesó en mi camino:

—Luxanna —Exclamó el idiota de Molina a la par de bloquear el camino— Escuché que Sven traicionó a la corona y marchó para enlistarse al ejército de Bolívar.

—También dicen que eres imbécil —Respondí— Pero esos rumores si los creo —Miré sus ojos verdes— Sven salió de viaje a importar uno mapas, volverá cuando los obtenga.

—No me interesa Sven —Intentó tomar mi mano, la quité— Ahora que no está, podemos casarnos y podré tomarte.

—Molina —Crucé los brazos— Sabes que eso no va a pasar. Y te recuerdo que si te intentas sobrepasar tus ojos verdes por dentro serán morados por fuera. Permiso.

Lo quité del camino y me adentré a la iglesia. El chico misterioso seguía en su concentración, arrodillado y con las manos juntas. Me senté dos filas atrás ya que si me sentaba justo detrás no hubiese resistido hablarle.

La madera dura y el fría de las 6 de la mañana me hicieron recordar porque rezo en casa. El padre entró a la sala y caminó hasta detrás del atril, todos guardaron silencio ante la presencia de aquella autoridad.

Comenzó la ceremonia, no sabía qué hacer, nunca había ido a una misa.

—Mija —Dijo una señora que estaba a mi lado— Tiene que levantarse para recibir al padre.

Me comí media hora de ceremonia. Estaba aburrida ya, comencé a mirar alrededor intentado distraerme con algo, los adornos de oro me impresionaban junto con las pinturas en las paredes. Todo era tan bello.

Miré hacia el atril en el que estaba el padre y noté que un líquido pasaba por debajo de sus pies y nadie se daba cuenta.

¿Era vino derramado? Nadie es tan idiota para derramar un buen vino en vez de tomarlo así que... Esperé a que todos se quedarán en silencio y cabizbajos, me pareció la oportunidad perfecta, caminé hacia el atril.

—Padre —Dije en voz muy baja— Psss

Todos se dieron cuenta, levantaron la mirada y me regañaron unos segundos acusándome de irrespetuosa, el padre me miró molesto.

—Dime hija —Dijo el padre imponente desde su altar— ¿Qué te impulsó a interrumpir un santo acto? Interrumpir a las personas rezando es pecado.

—¿Estaban rezando? Creí que era el descanso, como sea —Señalé el líquido— Hay algo bajo sus pies.

El padre bajó la mirada, se le notaba la inquietud por lo que encontró, lentamente bajó sus dedos hasta el suelo para recoger un poco del líquido y cuando lo tuvo en sus dedos los acercó para analizarlos con la vista.

—Es sangre —Dijo el padre alarmado.

Las personas se santiguaron pensando que estaban presenciando un milagro, yo pensé: ¿Sangre? ¿De quién?

Mi vista alrededor se dio cuenta de otro detalle que nadie había notado: El Cristo que se supone debía ser de cerámica no era de cerámica, era de carne y hueso, y no era Cristo, era un hombre real crucificado. Su sangre bajaba por una sola herida en el pecho en forma de cruz hecha con precisión de escultor, el resto del cuerpo estaba intacto.

Me acerqué al altar, le dije al padre lo que vi y horrorizado me dejó pasar cerca de la escena. Tras mí se ocultaba el cura que nos transmitía fe y valor, miré al crucificado que llevaba una corona de espinas en la cabeza, las heridas de los clavos estaban tan bien hechas que no emanaban sangre, era un trabajo impecable, con mi mano en su cuello sentí su pulso inexistente y me hizo saber que estaba muerto.