Descanso un par de días sin salir mucho de casa, la herida aún duele un poco cuando hago esfuerzo así que hago solo lo esencial y me dedico a leer la mayoría del día.
En fin, debo salir a ver al gobernante antes de que soldados vengan a sacarme como si fuera una criminal, los ciudadanos me vieron cuando compré pan y el rumor de que sobreviví al asesino más letal que ha tenido esta ciudad se esparció muy rápido.
Algunas personas llaman a mi puerta para preguntarme cómo sobreviví, sobre como es Ezio, muchas preguntas que no quiero responder, quizás solo buscan venderle la noticia al perdido que mejor pague, mejor no diré nada.
Me siento ya segura de salir, pero debo dar buena impresión al gobernador para que no sospeche que tengo que ver algo con Ezio, sospechan menos de una mujer "Bien vestida" y con modales que de una chica con ropa de combate y armada hasta las botas.
Comienzo con el proceso, tengo un libro que no he encontrado en ningún otro lado así que lo guardo muy bien, lo escribió una tal Cleopatra en un idioma antiguo y lo tradujo al castellano una tal Juana Müller, lo dice en la primera página, es un libro sobre tips de belleza, sobre la elaboración de recetas con elementos de la naturaleza, luego enseña técnicas para aplicar esas recetas en el rostro resaltando rasgos del mismo como los ojos, los labios, las pestañas y demás. Se me da bien esto aunque no es muy usual.
Odio usar vestidos ¿Porqué? Primero la camisa, luego la faja, luego un chaleco, luego el vestido y al final un abrigo para que combine que no me puedo sacar porque me verían mal, eso sin mencionar los tacones y las medias altas, todo junto hace que tenga mucho calor y la armadura de metal pesa menos y me permite moverme más.
Odio aquí.
En fin, con todo eso encima salgo acompañada de una sombrilla ¿Tenía que hacer tanto sol hoy? Lo bueno que las recetas para embellecer mi rostro resisten el calor.
Camino por la calles de Quito, lindas calles de Quito de piedra que me imposibilita caminar a gusto por mis tacones.
Las mujeres me miran de pies a cabeza y cuando devuelvo la mirada giran el rostro como si se ofendieran. No es solo una, son algunas mujeres que se reúnen en pequeños grupos y hacen lo mismo, creo que también hablan de mí.
Los hombres me miran raro. Incluso uno lo hizo mientras iba del brazo de su esposa.
¿Entonces cuando llevo ropa de entrenamiento y armas no me veo bonita? ¿O es porque cuando estuve herida no me alimenté bien y adelgacé?
Recuerdo la época donde algunos chicos golpeaban la puerta de casa y Sven salía con su espada y se ponía a afiliarla con una piedra mientras los chicos decían que si estaba en casa ya que querían formalizar algo conmigo, luego los asustaba diciendo que el que le gane un combate sería digno de salir conmigo, esos chicos jamás volvían. Quizás me hubiese gustado salir con alguno alguna vez y no sólo entrenar combate y leer libros. No digo que no me haya servido, solo que... Me hubiese gustado hacer cosas que una chica hace. No recuerdo haber dado un beso o sentirme halagada, la primera y ultima vez creo que fue con Altair, no quiero recordar eso, es mejor darme prisa.
Llego al palacio del gobernador. Los guardias me identifican y me llevan hasta la oficina que me solicita.
Espero unos minutos fuera, y entro cuando sale el cartero con su correspondencia ¿Pueden creer que no sé cuál es el gobernador de la ciudad en la que vivo?
Camino un poco y veo cuadros, esculturas y decoraciones, no me impresionan ya.
Me paro frente a una puerta grande que se abre y veo una oficina muy decorada, sigue sin impresionarme.
Tras el escritorio de madera cara hay un hombre mayor, con canas y uniforme militar.
—Luxanna ¿Verdad? —Dice el sujeto mientras deja de escribir sobre un papel y me pone atención— Me han contado de usted mucho últimamente, me dijeron que el hombre con el que vivías fue a pelear junto con Bolívar ¿Es eso verdad?
—Bolívar es un soñador si piensa que puede contra el ejército de nuestra majestad —Digo firmemente— Todo aquel que tenga esa idea tonta debe ir a la horca.
El gobernador me miró con sorpresa.
—¿Usted le es fiel a la corona? —Pregunta— ¿Qué me dice de las acusaciones sobre que el hombre con el que vivía salió de Quito para apoyar a Bolívar?
—Son rumores, él salió hacia Guayaquil para traer libros y especias, cuando vuelva lo traeré aquí con usted para que note nuestro compromiso con la corona.
—No queda duda —Dice complacido— Eso ya no importa tanto, lo que quiero saber es si es cierto que sobrevivió a Ezio o es solo un rumor.
—Es cierto —Respondo y miro hacia arriba sin mover el rostro para parecer misteriosa — Pero es algo que no me gusta recordar.
—Solo dígame si logró dar con su guarida o algún aspecto que nos pueda ayudar a su captura.
—Debo decirle que lo único que logré distinguir de aquel repugnante hombre fue su horrible olor a pólvora y suciedad, usa ropas viejas y es muy vulgar, mal educado y de mal gusto. No tengo alguna información más.
—Con esos datos que nos entrega haremos una búsqueda inmediata, lo necesito vivo.
¿Vivo? Creí que lo querían muerto y enterrado. Quizás quieren condenarlo a prisión de por vida.
Aunque para ser sincera no sé porque mentí sobre Ezio ¿Lo protegí inconscientemente? Quizás, total, me salvó la vida, pero a la vez al salvar su vida condené a muchas vidas que serán sus próximas víctimas, mejor no pienso tanto.
Si lo atrapan que hagan lo que quieran con él que yo ya cumplí con mi parte.
—Disculpe, pero un individuo con tal historial merece la muerte.
—Todos estamos de acuerdo con eso, sucede que si lo atrapamos con vida puede servirnos como arma. Sería un excelente sicario.
—Y yo creía que mi vida era un drama —Noto que soné como Ezio.
Alguien entra empujando la puerta bruscamente, se para tras de mí y en posición firmes: