El día avanza entre dudas, ideas descartadas y respuestas casi convincentes, Aniki y yo queremos poner a prueba a Nathan. Tenemos algo en mente aunque es arriesgado. Vamos a encargarle un trabajo difícil, de lograrlo sucederían dos cosas: La primera es que nos confirmará que es profesional y la segunda es que nos daría mucha ventaja respecto a nuestra meta, vamos a encargarle que mate al general del ejército español en Quito.
Tenemos algunos pasos que seguir, comenzando por fabricar dinero con el cual pagarle.
Aniki y Amparo fabrican monedas sin parar, despertaron cerca de las 5 de la mañana para mezclar oro y metal para meterlo en la máquina, yo tengo una misión: Encontrar a Nathan.
Quito se ha vuelto muy monótono, todo ha vuelto a la normalidad, mercaderes y clientes, el gobierno español cobrando impuestos más caros cada día y el quiteño trabajando para no ser fusilado.
Camino por la ciudad esperando hallar una señal de quién busco, paseo por el mercado principal mientras me percato que hay nuevos puestos, la moda de las máscaras ya ha pasado, apenas he visto algunas personas con ellas, aunque me gustaba usarla.
Mis botas me conducen por tercera vez por el mercado, con un par de pasos y la vista agudizada logro ver a Nathan comprando zanahorias, mi mente de inmediato procesa un plan para acercarme.
Como me conoce debo tener cuidado, aún no sé cómo es su temperamento, me acerco con cuidado hasta el puesto de papas y tengo un dejavú: Es el mismo puesto en el que conocí a Altair, Nathan mide más aunque de apariencia se parece un poco. Ya no soy la chica nerviosa y tímida que no sabia como vivir así que voy al grano.
Me paro a su lado, espero a que termine de comprar y cuando mete las últimas verduras a su bolsa disponiéndose a marchar me atravieso en su camino.
—Eres un hábil y habilidoso asesino a sueldo —Digo— Pero compras con normalidad alimentos en vez de robarlos, supongo estás más cuerdo que tu hermano.
—Solo le hago daño a quienes lo merecen y si me pagan —Responde— Que la gente humilde y trabajadora viva en paz.
La experiencia con Ezio me hizo cambiar la manera en la que confío en las personas, ya nadie me convence con unas palabras o una fachada reluciente. Ey, que lo más importante siempre está debajo de la piel.
—Tengo algo que te puede interesar —Digo con una leve sonrisa.
—Si son monedas cuéntame, si es otra cosa quítate de mi camino —Acomoda su sombrero de copa.
Nathan viste muy elegante a diferencia de su hermano que se adorna con joyas la ropa, él lleva una camisa blanca desabrochada el botón más cercano del cuello dejando a la vista un poco su pecho, encima un chaleco verde con decorados blancos que lleva el mismo botón desabrochado, y sobre eso una gabardina o chaqueta de cuero que le llega hasta casi las rodillas, unos pantalones ajustados y unas botas negras muy limpias y cuidadas. Es imposible no fijarse en sus ojos verdes bajo ese sombrero de copa, tampoco se puede ignorar su barba semi afeitada que encaja perfectamente con el resto de sus facciones.
Creo que ni la nobleza tiene tal estilo.
Nathan y yo caminamos un poco hasta salir fuera del mercado, avanzamos un par de cuadras en silencio, freno la caminata fijándome que no haya gente que pueda escuchar el plan.
—Bien, Nathan —Digo mirando a los lados— Necesito un trabajo, es complejo pero no dudo de tus habilidades, deseo acabar con la vida del general del ejército español.
—Excelente —Responde muy tranquilo— Serían 10 bolsas de monedas, 5 ahora y 5 cuando el general esté muerto que será en dos días.
—Espera —Bajo la mirada para observar mi cadera, veo 3 bolsas llenas de dinero— Tengo 3 en este momento, cuando cumplas el trabajo te daré las 7 restantes.
—Hecho —Dice sereno.
—¿Cómo le vas a hacer para meterte en el cuartel lleno de soldados? —Digo mientras desabrocho las bolsas y se las ofrezco.
—No te preocupes por eso —Responde mientras guarda las bolsas en la bolsa de verduras— En dos días cuando por las calles digan que el general fue asesinado nos veremos aquí mismo y traerás conmigo las 7 bolsas que faltan —Extiende su mano— Gracias por confiar en mí.
¿Es a caso un Ezio pero un poco más cuerdo y que cobra por lo mismo? No entiendo, que familia más rara.
—No es nada —Estrechamos manos.
Nathan se va muy tranquilo y sereno, lo pierdo de vista cuando toma una intersección y una casa lo tapa. Curioso sujeto.
Debo ir a casa.
Nathan dijo dos días, fabricamos las monedas con calma, nos aseguramos de que estuvieran bien hechas. Las tres teníamos la duda de si Nathan iba a cumplir con su palabra, nada en la ciudad ha cambiado. Ni un rumor ni chismes, los soldados españoles no han doblado guardia ni se ven mejor armados o más atentos.
Para ser sincera me olvidé del tema ya que me planteé algo, quiero olvidarme de Sven, recogimos la mayoría de sus cosas y las guardamos en una caseta de madera fuera de la casa, nos cansamos y dormimos esperando el gran día.
Salí al patio a tomar el sol mientras me despierto bien, mis pies descalzos tocan la piedra y mis manos se colocan sobre mi cabeza para así estirar todo mi cuerpo.
Froto mi cabello y voy a por un poco de agua a la cubeta, antes de siquiera llegar a mi pequeño destino me duele la cabeza mucho, es insoportable, en mi mente veo muchas imágenes desconocidas para mí y entre ellas veo a un par de personas con piel de metal abrazándose. No parecen personas, una de ellas que creo es una mujer me dice "Lux, gracias, ahora podremos ir al Teatro de los Sueños".
Mi cabeza deja de doler, las imágenes se esfuman y me siento más inteligente. Por más raro que suene me siento así, no sé cómo explicarlo bien.
Entro a casa y siento una enorme necesidad de escribir así que me siento en la mesa y tomo un papel, alisto pluma y tinta y comienzo a escribir números y letras:
"a2 + b2 = c2"
—¿Qué haces? —Pregunta Amparo saliendo por el pasillo.