Necesitamos un plan. Uno que sirva.
Nathan se comprometió a ayudarnos con nuestro objetivo a cambio de recibir como pago la lamina de metal, un precio justo, después de todo el idiota de Sven mínimo la dejó porque no la necesita. Según Nathan las guerras se ganan con tres cosas: Armas, soldados y con la bendición de Dios, el resto es puro ingenio, parece saber lo que hace así que dejamos que planee en paz.
Por otro lado deseo saber como se encuentra Ezio, no lo he visto en mucho tiempo y menos he tenido noticias. Espero esté bien, quizás deba buscarlo y... No, es mala idea.
Aniki, Amparo y yo entrenamos combate, bueno, Aniki y yo, Amparo no puede disparar una pistola aún y le pesa una espada. Está pequeña, debemos cuidarla.
Estoy recuperando mi nivel de combate, hace mucho que no tenía un arma en mis manos y volver a hacer ejercicio hace que me sienta mejor en todo aspecto.
Entrenamos la mayoría del tiempo, y cuando no pensamos en datos que puedan ayudarnos a cumplir nuestro objetivo. Practicamos con espadas de madera, dejan moretones pero no heridas mortales, esquivamos lo que podemos y cuando el arma de alguna impacta paramos el combate. Amparo sentada en las gradas anota quién va ganando.
Hoy es una de esas tarde donde las espadas de madera chocan y se escucha el pequeño rebote de sonido tan característico, estamos cansadas y aún así seguimos entrenando hasta que tocan la puerta varias veces. No esperamos a nadie, pausamos el combate para abrir la puerta, me acerco y cuando abro la cerradura y veo quién es descubro que esta historia se pone cada vez más interesante.
—Manuela Sáenz —Digo mientras acomodo mi cabello desordenado— Lo veo y no lo creo.
—Lux —Sonríe— Cuanto tiempo.
Hace tanto que no la habíamos visto, es una grata sorpresa tener a nuestra amiga de vuelta con nosotras. Abrazos, una palabras individuales de cada una de nosotras para luego procedes a un té, sentarse el patio. Ponernos al tanto de nuestras vidas es lo mejor que nos me ha pasado en mucho tiempo.
Manuela nos cuenta sobre su vida en Lima, nos muestra su medalla de cuando la nombraron caballeresa del Sol, nos platica sobre su esposo y como a pesar de estar casados por arreglo de su padre no lo ama por lo que con la excusa de emergencia familiar vino a Quito dejando a su marido en Perú.
Nosotras le contamos todo lo ocurrido, muchas cosas han cambiado aquí y le sorprende tanto que cree que le estamos narrando una novela escrita por alguien con mucho ingenio. Llegamos a un punto de la conversación en el que topamos un tema en el que tenemos mucha relación y no lo sabíamos.
—Un patriota, Sucre, está reuniendo un gran ejército, hay chilenos, peruanos, argentinos, venezolanos, bogotanos, quiteños y más refuerzos por parte de Bolívar, todos vienen hacia aquí, Sven me contó el plan —Añade Manuela explicando con las manos— Van a caminar por los Andes para reunirse en Máchala donde habrá más patriotas, luego se tomarán Cuenca y después de asegurar su retaguardia vendrán a Quito a librarnos de los españoles.
—¿Estás segura de lo que me estás diciendo? —Pregunto— Manuelita, es información muy importante para nosotros lo que acabas de contar. Porque si ya viene un ejército nosotras podemos unirnos, podemos ayudarles, colaborarles.
—Luxanna —Responde Manuela— El mayor sueño de mi vida es luchar junto a los patriotas y el de Aniki liberar Quito, estoy segura que con la ayuda de Amparo y tuya lo lograremos.
—Conozco a alguien que nos puede ayudar —Dice Aniki mirando a piso— De hecho ya lo está haciendo y con la información que nos proporcionaste nuestro plan saldrá mejor, liberaré esta ciudad aunque me cueste la vida.
Amparo se levanta sin decir nada, la expresión en su rostro cambia de alegría a tristeza de inmediato, corre hacia la casa y se adentra ¿Dijimos algo malo?
Intento levantarme para ir a verla pero Aniki toma mi brazo diciéndome que ella hablará con Amparo luego, que últimamente está muy sensible.
Terminamos de ultimar detalles con Manuelita, tardamos casi una hora hasta que nuestra amiga recuerda que tenía que hacer algunas tareas y está corta de tiempo. Debo aprovechar la información para dársela a Nathan, decido acompañar a Manuela hasta que nuestros caminos se separen, nos levantamos y caminamos hacia la puerta, pero antes de cerrarla Aniki se porta algo extraña, nunca la había visto así, no es preocupación ni miedo, es algo así como una mezcla de tristeza con melancolía.
—¿Te vas a demorar? —Pregunta Aniki con sus ojos apagados.
—Iré a ver a Nathan y luego a Ezio —Respondo— Supongo que sí, demoraré.
No dijo más, dio media vuelta y se metió a la casa. El día está muy normal en cuanto a clima, aunque apareció una amiga que no habíamos visto en años, mi dúo inseparable de amigas se portan extrañas, iré a ver a un asesino a sueldo y luego a otro que asesina por placer.
Manuela y yo caminamos por las calles de Quito, me cuenta que ansía conocer a Simón Bolívar, que siente una gran admiración por El Libertador, sospecho ligeramente que es algo más que admiración sobre todo por la forma en la que le brillan los ojos cuando habla de él, me alegra que una de nosotras esté ilusionada y no con las ilusiones rotas. Llega el momento de separarnos así que como en los viejos tiempos nos damos un abrazo y luego cada una toma diferente rumbo.
Mi objetivo ahora es encontrar a Nathan, por la hora y por ser viernes se me ocurre buscarlo en el bar en el que nos conocimos, camino varias calles hasta allí, mi intuición hace que acierte y lo halló allí.
No está bebiendo ni muestra señal de haberlo hecho, lo encuentro jugando una partida de ajedrez mientras todos en el bar ponen atención, yo no sé jugarlo, pero debo hablar con él así que me acerco hasta quedar detrás Nathan analiza el tablero con detenimiento, concentrado y silencioso se mantiene ya medio minuto, el juego está casi por terminar, cada uno de los jugadores tiene menos de la mitad de sus fichas.