Capítulo 23 "Por ti"

—¡Estás loca! —Dice Lux intentado detenerme— Te siguen buscando, ni bien te vean van a atraparte para fusilarte, si lo que quieres es pelear al menos lleva ropa cómoda, ese vestido no te va a ayudar en nada.

—Luxecita —Doy media vuelta para ver su carita preocupada— No te preocupes por mí —Acaricio su rostro delicadamente— Ni por Amparo, ambas estaremos bien.

—Aniki no —Añade Lux, sus cabellos rubios se mueven con el viento desordenándose, acompañan a la perfección su bello rostro — Amparo y tú son las únicas personas que me quedan.

—Cállate Luxanna Elizabeth —Digo sonriendo.

Recuerdo que cuando la conocí ella estaba cubierta de estiércol y enojada con Sven apunto de golpearlo mientras lo perseguía, supongo algo salió mal en el entrenamiento. Yo pasaba por el río cargando agua para el almuerzo y para que no golpeen a Sven sin avisar le lancé a Lux el agua de mi cubeta para limpiarla un poco. Me miró con esos ojos tristes, no importa si está feliz, tranquila o enojada, sus ojos siempre están tristes
Con su rostro limpio y sorprendida le dije que si quería le podía seguir lanzando agua hasta que esté totalmente limpia.

Después nos hicimos amigas, descubrí que es una persona muy natural en la cual se puede confiar así que le confesé mis planes de independizar Quito y yo temiendo a su respuesta me sorprendí que lo único que hizo fue decir "Hagámoslo", más allá de nuestros planes y proyectos serios disfrutábamos la compañía de la otra, y a pesar de que tenía problemas como todos nunca dejó que se apague su fe en que todo algún día mejorará, su sonrisa se vio afectada hasta casi desaparecer pero estoy segura que en el fondo la sigue teniendo, luego pasó lo que pasó con Domingo y ahora estoy aquí, frente a ella, ambas con la vida destrozada pero con una leve esperanza de que todo puede mejorar.

Con mi pulgar limpio las lágrimas de su rostro, me tomo unos segundos para apreciar lo bonita que es Lux, acomodo un poco su cabello y decido que este es el momento indicado. Acerco mis labios a los suyos y le planto un beso, nuestros labios unidos se deslizan muy delicadamente durante un par de segundos, cierro los ojos lo que resta de tiempo hasta que siento que es suficiente, abro los ojos y me alejo para ver su reacción, Lux se sorprende pero no se molesta, levanta su mano y con sus dedos toca sus labios despacio.

—Señorita —Digo sonriendo— Siempre quise hacerlo —En mi mano tengo escondido un papel así que se lo pongo en la suya y la aprieto fuerte— Quedas invitada, no faltes.

Doy media vuelta y corro hacia la puerta de la casa, la abro y sin intentar cerrarla subo al carruaje que me espera, tomo asiento en el acolchado interior y miro hacia dónde el conductor.

—¿A dónde? —Pregunta Ezio desde el lugar donde se conduce.

—A mi destino —Respondo feliz— No quiero esperar más al amor.

Ezio hace que los caballos avancen, veo la ciudad con mucha nostalgia, pensar que solía poner el pan en la mesa de estas personas y ahora cualquiera de ellas me vendería por un par de monedas.
Las ruedas giran, las miradas voltean hacia el carruaje, no por mí si no por Ezio, la moda de las máscaras ya pasó.

Los caballos bajan su velocidad, sus patas se detienen poco a poco hasta frenar muy delicadamente. Veo por la ventana del carruaje la iglesia más concurrida de la ciudad, como si yo fuera una princesa Ezio se baja, camina hasta la puerta del carruaje para abrirla, me ofrece su mano para ayudarme a bajar, la tomo y sin problema alguno mis pies tocan el suelo.

Entro a la iglesia junto con Ezio, la misa de las 6 de la tarde está casi por terminar. Me quedo estática en la última fila de asientos de madera. Amparo desde la primera fila voltea a ver y me dedica una sonrisa, se la devuelvo y ambas afirmando con la cabeza comenzamos con nuestro plan.

Voy hasta el medio de ambas filas de sillas, camino por el pasillo muy lentamente aún con algo de nervios en mí, todos miran sorprendidos que aquella mujer que se salvó de ser fusilada ahora está caminando por la iglesia, Ezio cierra las puertas y las asegura para que nadie pueda salir aprovechando que están distraídos mirándome, el padre sin darse cuenta de que sucede sirve el vino en la copa para casi dar por finalizada la santa misa.

Me acerco al altar, espero a que el vino se llene en la copa, el padre levanta la botella y la tapa con un corcho. Su mirada se dirige a mi rostro tranquilo, estiró la mano y tomo la copa para dirigirla a mis labios y beber el vino hasta terminármelo.

—¿Quién se atreve a cometer semejante falta de respeto hacia Dios? —Exclama el padre levantando la voz muy enojado.

—Tú —Respondo muy segura.

Con todas mis fuerzas lanzo la copa vacía hacia al frente sin apuntar, cuando el metal del aquel recipiente resuena contra el suelo Amparo se levanta de su asiento, ambas sacamos nuestras pistolas escondidas en nuestra ropa, Ambas apuntamos al padre.

—Vamos a jugar un juego —Levanta su arma apuntando a las personas— Se llama el creyente sin fe, el primero que se mueva le pego un tiro y lo mando con su Dios... O con la nada... ¿Alguna duda?

Nadie se atreve a mover un solo músculo, la iglesia con la mitad de aforo se queda en silencio total.

—Queridos hermanos —Levanta la voz Ezio caminando por el pasillo— Estamos aquí reunidos para la sagrada boda de nuestras hermanas, Aniki y Amparo —Ezio recorre despacio los asientos apuntando a las personas— ¿Quiere hacer los honores, padre?

—Están locos, dos mujeres no se pueden casar y tener la bendición de Dios —Exclama el padre— Eso es pecado.

—Dios es tan amoroso que odia a quienes son diferentes —Añade Ezio desde lejos— Dígame padre ¿Es un prejuicio de Dios o del hombre que habla en su nombre sin permiso? Ahora, casa a este par de muchachas o lo envío con Dios a que me resuelva esa duda.

—Venid —Exclama el padre sin ninguna otra opción a la par de abrir su biblia— Hermanos míos, estamos aquí para unir en santo matrimonio a nuestras hermanas, Amparo y Aniki.