Piensa que mis labios son la puerta del paraíso, pero no sabe que están envenenados.
Carlos Ruiz Z.
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Algunas personas tienen el hábito de llegar tarde a los eventos... Pero no Cupid.
Después de todo, ella era la razón de todo esto.
Siglos habían pasado, desde que los cuentos dejaron de celebrar el verdadero amor, y solo escribían lo que sus destinos les dictarán.
Y Cupid habia cambiado todo eso. O algo así.
Les había mostrado, tanto a Royal's como a Rebel's la importancia de seguir su corazón y encontrar el amor real, solo así tendrían un verdadero final feliz.
Y ahora, estaban celebrando esto. San Valentín, una noche de amor, una tradicion de otro mundo.
Cuando llegó no habían muchos invitados aún.
Estaba Melody, la hija del flautista de Hamelin y encargada de la música, que, aunque era un poco fuerte para su gusto, sonaba hechizantemente encantadora.
También estaban Apple White y... Raven Queen.
Oh por todos los cuentos. ¿Porque? Siempre que Cupid estaba cerca de Raven sentía un nudo en el estómago, casi como.... Como... Celos... ¿Pero porque? ¿Qué puede tener la hija de la reina malvada? la chica con el peor destino de todo EAH que cause a cualquiera... ¿Celos?.
Quizás, en el fondo supiera la razón, pero admitirlo solo sería aceptar que esa era la verdad, y Cupid jamás lo aceptaría. Lo negaría hasta el fin de los cuentos.
La música se cortó y Melody cambio un par de discos. Cupid se dió cuenta que traía su ropa habitual de siempre, quizás aún no se iba a arreglar, o quizás simplemente no lo haría, después de todo, permanecería detrás de sonido durante toda la fiesta.
A diferencia de Holly, Kitty y Ashlynn, quiénes lucian unos vestidos de ensueño.
Probablemente bailarian toda la noche, Ashlynn con Hunter, seguramente, su príncipe Rebel. Holly... Tenía que tener algún romance ¿No? Y Kitty seguro se pasaría la noche haciendo travesuras.
–Cupid, nesecito tú ayuda– la voz de un chico la saco de sus pensamientos sobre vestidos y romances. Al girarse se encontró con la mirada azul grisácea de Alistair, quien se miraba un poco nervioso, el apunto con la cabeza hacia la izquierda y Cupid miro a Bunny, rápidamente ató cabos y respondio con esa voz tan dulce que tenía –C. A. Cupid, siempre dispuesta a Ayudar– dijo mientras guiñaba un ojo.
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Cientos de pequeños problemas se presentaron ante ella por parte de los estudiantes que deseaban impresionar a sus acompañantes está noche, desde tarjetas y regalos adecuados, hasta ramos de flores encantadas.
Cuando finalmente termino, la fiesta ya había comenzado.
Aún tenía la rosa, Aún fresca y encantadoramente hermosa. Aspiro su dulce aroma, y, armada con más valor del que realmente tenía, fue a buscarlo a el.
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La música era bastante lenta, y poco a poco todas las parejas empezaron a bailar un poco demasiado cerca.
¿Y porque ellos no podían hacer lo mismo?
Discretamente, la acerco un poco más a el, hasta que entre sus cuerpos no quedo más espacio, el aire estaba cargado de una intensa y misteriosa electricidad tan mágica que los envolvía a ambos. algunos lo llamaban amor.
Sus labios se rozaron un poco y con un leve jadeo se fundieron en un suave beso.
Un segundo, dos, cuatro, seis....
Un fuerte sonido los obligo a separarse, la música se había detenido y las luces se encendieron, alumbrando a una pobre chica en el suelo, con sus tacones enterados en los cables de sonido y el rostro lleno de lágrimas.
Cupid se levantó, trastabillando un poco y arrojo la rosa, ya destrozada, al piso.
Todos en la sala estaban sumidos en un silencio mortal, pero el solo podía observar la rosa que yacía en la piso. Una rosa del ánimo.
Una rosa que cambiaba su color de acuerdo a los sentimientos de su portador.
Sus pétalos estaban teñidos de un rojo intenso. Romance.
Pero sus bordes se tornaron color negro, hasta consumirla.