Algo se movía en su nariz. Era peludo. Y pequeño. Y le hacía cosquillas. Ainara abrió lentamente los ojos. Ante ella, su maülix Nim la veía fijamente.
—¿Nim? —Ai tardó 3 segundos en darse cuenta de que no estaba en su habitación dentro el CG, se encontraba en medio del bosque. Al intentar incorporarse, se mareó. Sostuvo su cabeza con una mano.
Había un hedor horrible en el aire que embotaba sus sentidos. Gateó tanteando con las manos hasta llegar a su mochila. Sacó prácticamente a ciegas su cantimplora y se lavó la cara. Mejor. Olfateó su pelo. El hedor se había impregnado en sus hebras platinadas. Se echó agua sobre la cabeza. Mucho mejor. El olor seguía presente pero demasiado débil para afectarle tanto.
Recordaba lo que sucedió anoche. Misaki y ella sacaron sus sacos de dormir y armaron una fogata. Ainara envió a Nim al Cuartel para notificar que acamparían, cuando sintieron una presencia extraña en rededor, entonces, algo golpeó su nuca y una nube verde pantano la hizo perder la consciencia. Lo último que vio fue a su amiga enfrentándose a lo que parecía un león blanco con melena roja.
Nim apoyó sus dos patas delanteras en el brazo de Ainara mientras maullaba con insistencia. En su cuello había una nota. Se la quitó cuidadosamente y la desdobló. Era del CG alarmándolas del robo de la *Mistilteinn, la espada de Hrómundr Gripsson. Ainara leyó sobre aquella espada de muérdago; tenía el poder de someter al contrincante a la voluntad de su poseedor, cualquiera que ésta sea, como el suicidio o atacar a los suyos. Miiko y compañía sospechaban que ellas eran el objetivo del ladrón, y que mandarían refuerzos por si acaso.
Miró a la nada.
Acariciando el lomo de Nim, se puso a pensar: la bestia de anoche podía estar relacionada con esto. ¿Quizás la Mistilteinn fue usada en él? Algo en esa criatura le sonaba conocido pero ¿qué? Para ser un animal de semejante tamaño, casi ni lo sintieron cerca; y también está esa bomba somnífera que le lanzó. Muy pocas cosas podían tumbar a un ghoul de esa manera. Debía estar hecha con veneno de Ornak. En una de sus primeras misiones como miembro Sombra, Ainara se vio obligada a pelear contra un *ankou, y perdió un brazo. Los ghouls son lo máximo en cuanto a factor curativo se refiere, ese brazo se regeneraría con al menos una semana de reposo y la suficiente carne, sin embargo, el umbral del dolor de Ai era otra cosa. Tuvieron que sostenerla entre 7 personas para poder vendar su herida hasta que Eweleïn creó una poción con ese veneno para anestesiarla. Nunca olvidaría ese día, fue el inicio de su pasión por la alquimia medicinal. Se convirtió en la mejor asistente de Eweleïn y aprendió de memoria cada detalle de cada elemento alquímico conocido en Eldarya, por lo que, sabía que el veneno de Ornak se encontraba mayormente en el territorio...
«Oh no» pensó. Intentó levantarse pero las piernas amenazaban con dejarla caer. Ahora sabía 'qué' era esa bestia, Misaki y Ainara nunca se habían enfrentado a un contrincante de ese nivel. Tenía que encontrarla. ¡Su amiga corría grave peligro!
Las rodillas de repente le fallaron haciéndola perder por completo el equilibrio. Por un nano segundo, pensó que se golpearía la cabeza contra una piedra y se desmayaría de nuevo pero unos fuertes y fríos brazos la sostuvieron.
—Aquí está tu caballero andante. —Ainara podría reconocer esa voz donde fuere y no podía estar más aliviada de ver esa coqueta sonrisa.
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En otro lugar...
La bestia le enseñaba los dientes en una expresión de furia pero Misaki no se iba a dejar matar.
Cuando las sorprendió en el campamento, Misaki se había despojado de su armadura y zapatos, quedando únicamente en mallas y descalza. Eso no era tan malo. Las amazonas luchaban desnudas de ser necesario. Lo que hizo la situación difícil fue que, en vez de tomar su lanza o su espada, por las prisas tomó el palo que les habían encomendado cuidar.
El león saltó en su dirección pero Misaki dio una voltereta por encima del animal quedando detrás suyo y le propinó una fuerte patada en el rabo.
El rugido que lanzó en respuesta la criatura casi sonó como un indignado "¡oye!"
Hubiera reído si no estuviese tan cansada. Pasó toda la noche y buena parte de la mañana trasladando la batalla lejos de Ainara, esquivando los mortales brincos de la criatura y dejándole hematomas por todo el lomo con aquel burdo cayado. A esas alturas el león ya habría entendido que ella no era su comida y se retiraría pero la bestia seguía en pie.
Miró a la rugiente criatura. Sus ojos carentes de pupilas, emitían un ligero resplandor carmesí. ¿Estaría bajo un embrujo?
El león saltó y Misaki lo esquivó. Estando cara a cara, se preguntaba la amazona ¿qué debiera hacer? Misaki nunca fue buena en alquimia ni magia.
Recordó la vez en que Ai y ella estaban husmeando los archivos más recónditos de la biblioteca, a escondidas de Ykhar. Ainara había encontrado un encantamiento antiguo capaz de deshacer cualquier hechizo. ¿Serviría para quitarse esa monstruosidad de encima? Escuchó un nuevo rugido de la criatura. Bueno, no perdía nada con intentarlo.
«Vi... vi estas... » pensó. «¿Cuáles eran las palabras?»
De repente, el león le quitó el cayado de un zarpazo y se precipitó encima de ella, cayendo ambos al suelo. Justo ahí, inmovilizada por el peso del depredador y con sus colmillos a centímetros de su cara, Misaki lo recordó: —*Vi estas libera. —Lo siguiente que pasó fue que el intimidante y feroz león se transformó en un hombre joven de piel sorprendentemente blanca y lacias hebras rojo cobre.
El calor y la brisa en su piel le indicaban a Sharik que estaba a la intemperie y no en su *chozo cuyo techo y paredes de piedras impedían el acceso del sol y el viento.
Un peculiar olor se filtraba por sus fosas nasales. Sudor y a suciedad, mucho sudor y suciedad pero más allá existía una esencia subyugante como el jazmín blanco, y dulce como las cerezas. Sintió que se le hacía agua la boca. Tenía la cabeza sobre algo. Lo acarició con las mejillas. Eran dos bultos suaves y carnosos. Se dio cuenta de que estaba acostado sobre algo. No, alguien. Ese aroma era la esencia de una chica.