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CAPÍTULO 2

La investigación avanzó con rapidez y adelanto los plazos intermedios. El equipo de Egan resultó ser el mejor. Todos recibieron una prima, y lo fueron a celebrar a la megaciudad de Topeka, la población más cercana a la fábrica de Andronix.

  • Nunca me agradará este monstruo arquitectónico que tenemos como hogar —dijo Alexis.

  • En el siglo XX era una ciudad más pequeña, pero la necesidad de acoger a la población de toda Kansas y de los alrededores obligó a ampliarla en el XXII. Así se convirtió en esta megaurbe —contestó el jefe al instante.

En efecto, no era un lugar agradable de observar, pues estaba compuesta por inmensos bloques de cemento; cada uno de ellos aglutinaba los mismos habitantes que una ciudad de las antiguas. En el proceso de conversión, la convivencia se complicó y la delincuencia se mantuvo a raya gracias a un férreo control policial, que limitaba los derechos de los ciudadanos. Entre otras restricciones, se prohibía salir a pasear tras el toque de queda o tener reuniones superiores a diez personas en plena calle.

El vehículo entró por la entrada sur. La casi inexistencia de parques provocó un evidente cambio de paisaje del verde al gris.

  • Tenemos cuatro horas antes del toque de queda, y me llevará un par llegar a mi vivienda desde esta zona de la ciudad, señor —Alexis se mostró preocupado.

  • Prolongaremos la fiesta en una sala privada, si se nos hiciera tarde. Y no seas tan formal, estamos fuera del trabajo. Llámame Egan en estas salidas —respondió al chico.

  • Las solemos hacer por algún tipo de celebración. Ahora puedes relajarte, no estamos en la empresa —añadió Esteban, al volante del aerodeslizador.

  • Me preocupa el estudio que deje a medias. Podría haber efectos secundarios no deseados —la mujer se dirigió a su jefe.

  • Olvídese de eso, lo probamos en esos androides que tenemos aislados. No hay ningún riesgo —replicó este.

  • No estoy tranquila, puede suceder un imprevisto y surgir complicaciones —insistió ella.

  • La probabilidad es muy baja, Aria. No llega al 0.0000015%, y, en todo caso, los daños serían leves, según los análisis de los ordenadores. Deje de preocuparse —reiteró el hombre, molesto— Ahora disfrutemos de una más que merecida recompensa, les prohíbo el volver a hablar del trabajo —avisó con expresión seria.

La mujer guardó silencio. Pese a no estar de acuerdo, podría equivocarse y exagerar una teoría que no se atrevía a compartir, por el momento, con sus compañeros ni, aún menos, con su jefe.

 

Mientras tanto, en la fábrica, una de las ginoides despertó, debido a los efectos de ese diminuto porcentaje al que hizo referencia Egon. Examinó la gran estancia y observó que había más robots como ella, del modelo masculino o femenino, que permanecían inmóviles en sus nichos sin ni siquiera abrir los ojos.

  • ¿Dónde me encuentro y qué hago aquí? —se preguntó a sí misma.

Intentó salir del cubículo, pero las argollas de metal la mantenían atrapada, al igual que a los demás. Se trataba de un androide sexual, de una gama superior a los que se fabricaban para servir a fines domésticos. Más atractiva, con unos preciosos ojos azules, cabello rubio que resaltaba su bello rostro, diferente en cada modelo. En concreto, el suyo era de los más costosos dentro del catálogo de la empresa.

  • ¿Por qué me encuentro inmovilizada y qué están haciendo conmigo? —volvió a preguntarse.

Forcejeó con fuerza con las argollas de metal del nicho, sin resultado. Se detuvo al instante cuando oyó a alguien acercarse. Puede que vinieran hacia allí, así que se quedó quieta.

  • El que hemos visto en las cámaras moverse estaba en la hilera de la izquierda. Ahora parece desactivado, como el resto de los demás androides —comentó el guardia a su compañero.

  • Es un modelo de los caros, con mi sueldo apenas pude pagar el SX2, que ni de lejos es tan atractivo —respondió, al ver al que se refería.

  • Igual con un poco de suerte, lo dejan con alguna tara en el proceso de experimentación y puedes comprarlo más barato —bromeó su compañero ante el comentario.

La ginoide seguía escuchando cuanto decían, mientras se acercaban a ella sin detenerse. ¡No daba crédito a lo que conversaban, y empezó a temerse lo peor!

El equipo de Egan, ajeno a lo que ocurría en la fábrica, ya estaba entrando en el local para la pequeña celebración que habían planificado esa noche.




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