Syriun

Capítulo 1

—Suficiente diversión por una noche ¿no crees? —. Una voz varonil era lo único que me mantenía con los pies en la tierra o tal vez eran sus brazos que rodeaban mi cintura. Su silueta imponente y cada vez más borrosa me arrastraba hacia un destino que desconocía.

Intente articular alguna palabra, una pregunta, dos. ¿Quién es? ¿Dónde estoy? Lo único que salió de mis labios fue un leve sonido ahogado por una risa aguda que se acercaba.

—Creo que nos pasamos un poco esta vez —dijo una chica con una voz pícara. Me sobresalte cuando sentí unas manos frías tomando mi rostro— Está fuera de sí.

Parpadeé varias veces para poder ver bien a quien tenía en frente sin creer lo que veía. <<¿Elyse?>> Unos ojos verdes me inspeccionaban de arriba a abajo, grandes y expresivos, unos ojos que no confundiría con los de nadie más ¿o si?

Una mano hizo a un lado a la chica con un leve empujón y sentí como era arrastrada con él, intentando seguirle el paso torpemente tropezando una y otra vez hasta que mis pies dejaron de tocar el suelo. Las manos de aquel hombre se aferraron a mi cargándome entre sus brazos.

—Mi pequeño fénix —dijo con una voz hipnótica— Hora de dormir— dijo e hizo una pequeña pausa antes de continuar ahora con una voz gélida— Hora de olvidar…

Ugh... Qué dolor, la cabeza me palpita, pero no fue eso lo que me despertó. Esta helando aquí. ¿Dónde está la cobija? Paso mi mano por la cama, pero para mi sorpresa, hay algo en ella que no reconozco. Espera.

<<¿Mi cama era tan grande?>>

Me levanto de golpe, y mi cabeza da un giro, así que vuelvo a recostarme.

<<Mierda, qué dolor>>

Opto por abrir los ojos lentamente. Está tan oscuro que apenas puedo ver algo a mi lado. Antes habría pensado que estoy soñando, pero el dolor es tan molesto que esa idea queda descartada de inmediato. Extiendo la mano nuevamente. ¿Será un peluche mío? Mis dedos rozan una superficie cálida, suave pero firme, con una ligera rugosidad; la textura es inconfundible... eso no es un peluche.

<<¡¡Eso no es un maldito peluche!!>>

Eso es piel. Caliente. Viva.

<<Carajo>>

Doy un brinco, y en mi intento de alejarme, caigo más allá del borde de la cama. Mi espalda es lo primero que impacta el suelo, que, por cierto, parece un cubo de hielo. No sé si lo que me termina de despertar es el golpe o el frío. El ruido es tan fuerte que seguro lo despierta. Me pongo de pie para ver, pero la sombra sigue en el mismo lugar. La que se va de boca soy yo.

<<Esta vez sí que me pasé con el alcohol>>

¿Dónde estoy? No tengo ni la menor idea. ¿Qué hago aquí? Tal vez mi pecho desnudo explica un poco esa parte. <<Mierda>> ¿Dónde está mi brasier? ¿Dónde está mi teléfono? El dolor de cabeza me está matando. Me encuentro con una mesita al lado de la cama, donde, por suerte, está mi teléfono, aún con pila.

<<Bingo>>

No me atrevo a encender el flash, así que uso la luz de la pantalla para buscar mi brasier y mi blusa. La tenue iluminación apenas revela las esquinas, y lo poco que puedo ver hace que mi corazón palpite más rápido.

El pánico comienza a arremolinarse en mi estómago.

<<¿Dónde está mi ropa?>>

No tengo éxito, pero encuentro una playera de él, quienquiera que sea. No puedo quedarme aquí. No con ese extraño...

<<Perdón, extraño, pero me encuentro en un apuro>>

Sin pensarlo dos veces, me pongo la playera y me apresuro a llegar a la puerta sin hacer ruido... más del que ya he hecho. Su aroma impregna la tela, un leve rastro de colonia mezclada con su esencia natural, algo embriagador y familiar que no quiero detenerme a analizar.

Me esfuerzo por recordar algo, cualquier cosa que explique cómo terminé aquí, pero mi mente es un vacío nebuloso. <<¿Qué hice anoche?>>

Abro la puerta apenas lo necesario para escabullirme al pasillo, que parece más un laberinto de sombras que el interior de una casa. Un hotel, quizás. Las luces son tenues y frías, el ambiente está cargado de un silencio que me pesa en los oídos. No hay señales de vida, solo el eco de mis pisadas en el pasillo.

Encuentro un elevador. Las puertas metálicas reflejan mi imagen distorsionada. Mi respiración es rápida, superficial. Pulso el botón para el primer piso, pero el ascensor no se mueve. Necesita una tarjeta. Maldigo por lo bajo, golpeando ligeramente la pared del ascensor. Por un momento, la desesperación amenaza con desbordarse. Las puertas se abren repentinamente, y me enderezo para enfrentarme a lo que sea que venga.

Dos chicas entran, sus ojos clavándose en mí con una curiosidad que me hace sentir desnuda de nuevo, a pesar de la playera que me cubre. Una de ellas, alta y de cabello corto, me observa con una sonrisa de medialuna, mientras la otra pasa una tarjeta por el sensor.

—¿Tuviste buena noche? —La chica de pelo corto se coloca al lado mío, recargando su peso en la pared hasta quedar a mi altura.

<<Sí que está alta>>

La otra chica utiliza una tarjeta para pasarla por el sensor y presiona un botón del elevador.




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