T-mp Walker: una nueva amenaza

La invasión

El planeta más cercano, llamado R-mp, siempre había sido considerado deshabitado... o al menos eso pensaban. En las profundidades de su subsuelo, una raza alienígena había permanecido oculta durante siglos, tejiendo un plan meticuloso. Su objetivo final: apoderarse del planeta más anhelado, T-mp, y con él, su rey. Pero más que el dominio territorial, lo que realmente deseaban era el poder supremo del dios Chtulhu. Ahora que éste había despertado de su largo sueño, finalmente podían localizarlo.

Cuando los alienígenas detectaron los conflictos entre los diferentes continentes, vieron la oportunidad perfecta. Lanzaron la mitad de sus tropas para cambiar el curso de la guerra. Sus naves no se dispersaron por todo el planeta, sino que se dirigieron directamente hacia la fuente de poder colosal que había aparecido en sus radares.

Mientras la Orden avanzaba extenuada hacia la ciudad más cercana de los Cepers, vieron decenas de naves verdes surcar el cielo sobre ellos. Una de las más grandes se detuvo y dejó caer un huevo gigantesco. Al impactar contra el suelo, la cáscara se resquebrajó y de su interior emergió una criatura monstruosa: una especie de planta carívora gigante con decenas de cabezas reptantes.

Sin perder tiempo, la Orden atacó al monstruo. Tras una feroz batalla, el dios Chtulhu hundió su tridente dorado en su centro, haciendo que la criatura se desvaneciera en una nube de vapor. Pero aquello solo había sido una distracción. Antes de que pudieran reaccionar, la nave lo absorbió en su interior y cientos de alienígenas descendieron del cielo.

Eran humanoides de piel verdosa sin ojos ni nariz, con una boca que rodeaba toda su cabeza. Sus brazos, largos y flexibles, podían extenderse y alargarse como si no tuvieran límites. La Orden, decidida a resistir, se lanzó contra ellos en una batalla feroz.

Dentro de la nave, el dios Chtulhu se encontró con una figura espeluznante: un esqueleto verde de aspecto macabro.

—Por fin te tengo... Gracias a ti, me convertiré en el ser más poderoso del universo—dijo la criatura con voz cavernosa.

Era el legendario Cráneo Verde, un ser que había sido considerado un mito, un espectro que acechaba desde las sombras a las criaturas de T-mp. Chtulhu clavó su tridente en el suelo de la nave, creando una grieta que avanzó directamente hacia su enemigo. Pero Cráneo Verde respondió con un pisotón brutal, haciendo que otra grieta se abriera en dirección contraria. Ambas colisionaron, provocando una explosión devastadora que partió la nave en dos.

Los restos llovieron sobre la superficie del planeta, pero la batalla no se detuvo. Antes de que Chtulhu pudiera recuperarse, Cráneo Verde lo capturó con su poder telequinético y lo transportó a otra nave. Allí, usando esferas magnéticas, lo fijó contra una pared, inmovilizándolo por completo.

En el suelo, la lucha continuaba. Los Unísonos peleaban con furia: 7.77 disparaba su láser, desintegrando alienígenas; Clo, Sir Luminor y Plath combatían con sus espadas, deshaciéndose de los invasores. Pero los alienígenas no eran enemigos fáciles: sus brazos eran tan afilados y resistentes como espadas, dificultando cada enfrentamiento.

Los Cepers también entraron en la lucha. Al ver la gravedad de la situación, Chtu sintió que algo andaba mal con su padre. Siguiendo su intuición, ordenó a sus aliados resistir y voló directamente hacia la nave donde sentía su presencia.

En tierra, una nueva amenaza emergió. De una de las naves bajó una criatura colosal, similar a un dinosaurio, con un cuerno imponente en el cuello. Sus ojos brillaron de un rosa intenso, y al instante, Plath, Clo y Sir Luminor también quedaron con los ojos del mismo color, dominados por una fuerza desconocida. Solo 7.77 logró resistir.

Mientras tanto, Cráneo Verde comenzó a absorber la energía del dios Chtulhu. De repente, Chtu irrumpió en la habitación.

—¡Deja en paz a mi padre!—rugó, su furia encendiéndose como un incendio descontrolado.

El esqueleto alienígena solo soltó una carcajada. Con un gesto, materializó una lanza verde y, en un parpadeo, se teletransportó junto con Chtu hasta la costa. Sin perder tiempo, le lanzó su arma.

Chtu respondió lanzando su tridente. Ambas armas chocaron en el aire, provocando una explosión titánica que dejó un enorme cráter en la tierra. Recuperando sus armas, los dos guerreros se lanzaron el uno contra el otro, cada impacto generando ondas expansivas que agrandaban el abismo bajo sus pies.

En la batalla terrestre, Syncra se enfrentó a un alienígena con una boca en forma de zigzag. Armado de valor, el Ceper se lanzó al combate, pero el alien fue más rápido, atrapándolo por el cuello y estrangulándolo sin piedad. Antes de morir, Syncra dejó caer una última lágrima. Luego, el alienígena convulsionó violentamente y, en un giro macabro, su cuerpo cambió hasta tomar la misma apariencia del Ceper. Era un cambiaformas.

De vuelta en la costa, la batalla entre Chtu y Cráneo Verde alcanzaba su clímax. En un descuido fatal, el villano hizo desaparecer una de sus espadas y deslizó su brazo bajo la defensa de Chtu. Cuando su mano estaba en posición, la espada reapareció... y se clavó profundamente en el pecho de Chtu.

El dios cayó de rodillas, sin aire, incapaz de respirar. Su cuerpo tembló mientras su sangre se derramaba en la arena. Cráneo Verde sonrió con crueldad y, satisfecho, se teletransportó de regreso a su nave, dejando a Chtu al borde de la muerte.



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En el texto hay: ciencia ficcion, guerra, aliengenas

Editado: 15.03.2025

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