T O R R E [ #1 - Los Objetos ]

Capítulo XII

De pronto, sentí como todo se aclaró y el techo de mi habitación apareció frente a mis ojos. El sol estaba aún bajo, así que me apresuré a levantarme.

Al momento de ponerme en pie, me percaté de la presencia de otra persona en mi cama. No podía ser Julie, ya que ella había salido esta mañana de la propiedad. ¿Cómo lo sé? No tengo idea.

Retiré las sábanas para encontrarme con la sorpresa de que se trataba de Amelie. Ella estaba vestida con una camisa blanca larga y unos pantalones cortos que apenas eran visibles.

Al contrario de lo que pensaba, no me sobresalté al verla, incluso, hasta sentí un poco de alivio, ya que, si se tratase de Julie, no sabría cómo reaccionar.

Amelie se movió un poco entre las cobijas y despertó. Parece que me moví lo suficiente como para despertarla, de verdad que no era mi intención.

Ella volteó a verme y se sentó rápidamente sobre la cama, poniendo una gran sonrisa.

–¿Qué pasa, amor?

–Nada, lo siento si te desperté.

—¿Eh? ¿Por qué reaccioné de esta manera?

Estaba seguro que la haría irse de mi cuarto, pero mi boca pronunció otras palabras.

–¿Dormiste bien? Casi podía escucharte gritar.

–Si, no pasa nada.

Como si fuese lo más normal del mundo, respondía a todas sus preguntas tranquilamente.

Un poco extrañado por lo que sucedía, caminé hacia el armario frente a mi cama y tomé un par de ropas de su interior. Una camisa sin estampado de color negro junto a un pantalón de un color similar.

Me vestí en el lugar y salí de la habitación con rumbo a la cocina. Pasé frente a los cuartos de Melissa y Kaly y descendí por las escaleras ubicadas en esa esquina del segundo piso.

Desde que había despertado, sentía que algo no estaba bien, como si hubiese sido engañado por mucho tiempo. Me resultó extraño reaccionar de esa manera ante las palabras de Amelie, ya que siempre trataba de evitarla.

¿Acaso es por lo que recordé?

No, no debe ser posible. La mente humana no es tan fácil de manipular.

Como sea, tengo que desayunar y luego iré por mi perla para confirmar todo lo que vi. Espero que todo sea un mal suelo, ya que la persona que me entregó la pequeña esfera dorada era un hombre y no una mujer. Debe haber alguna clase de error ahí.

Con tales inconsistencias, no podía confiar plenamente en todo lo que me dicen.

Una vez bajé por las escaleras y recorrí el pasillo en forma de L hacia la cocina, me encontré con una escena un poco familiar. Mi madre, Alessandra, estaba jugando con la que se había convertido en mi hija, Kaly mientras estaban sentadas en la mesa del comedor. Si bien no sé mucho sobre esa pareja de hermanas, no tengo nada en contra de actuar como un padre para ellas, aunque la mayor, Melissa, es un año mayor que yo.

¿Podrías imaginar que tu hija sea un año mayor que tú?

En ese momento, Kaly se percató de mi presencia y saltó de su asiento, corriendo hacía mí con los brazos estirados. Yo me agaché un poco y me preparé para recibirla mientras abría mis brazos.

Ella saltó hacia mi y la atrapé en el aire, levantándola por sobre mi cabeza.

–¡Papi!

Su inocente sonrisa era sumamente contagiosa, por lo que imité su expresión.

–¿Qué pasa, Kaly?

–Abuelita me estaba contando sobre ti.

–¿Sí?

Alessandra se levanta se su asiento y se aproxima a nosotros.

–No te molesta, ¿verdad?

–No, no pasa nada –respondí.

Aun sosteniendo a Kaly entre mis brazos, caminé hasta la mesa y la acomodé en su lugar, sentándome a un lado de ella. Alessandra se dirigió a la cocina, parece que era el turno de ella de hacer de comer. Creo que mañana me toca a mí, tengo que pensar qué hacer.

Comencé a platicar con Kaly mientras esperaba a mi madre. Podía ver cómo ella sonreía ante cualquier cosa. Era como un pequeño sol que iluminaba doquiera que iba, cuya felicidad se contagiaba a todos los presentes.

Aunque no era mi hija, yo la quería como a una. Supongo que será una especie de práctica para cuando tenga una hija propia.

Estábamos tan perdidos en nuestra plática que ni nos percatamos que Alessandra había vuelto con un plato de comida. Supuse que ambas ya habían desayunado, así que comencé a comer mientras Alessandra se unía a nuestra plática.

Mientras conversábamos, escuché que la puerta principal se abría y entraba alguien. Al voltear par ver de quién se trataba, me encontré con la figura de mi padre. Me preguntaba qué era lo que hacía a estas horas, para luego acordarme que ellos dormían en un edificio cercano a la mansión.

–Buenos días –saludó.

Alessandra se apresuró a levantarse y a caminar hacia donde él estaba, para recibirlo con los brazos abiertos y darle un beso. Ambos a veces actuaban un poco acaramelados, pero podía soportarlo. Además, no es que yo esté en posición de hablar.



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En el texto hay: clasessociales, trianglo amoroso, aliados y enemigos

Editado: 19.11.2020

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