Takaino

1.2

Quedaba solo un tercio de carrera ya. Ella podía ver la carretera elevarse en el espacio a unos cuantos kilómetros de distancia. Se veía el siguiente coche como una luciérnaga. No podía sentir su corazón, pero las alertas se encargaban de hacerle saber de su errático pulso. En los retrovisores avistó la figura creciente de una gran maquina cuyos destellos celestes se le hicieron inconfundible. Los desconectados seguían brillando en el cielo. El camino ascendía, cada vez más lejos de la arena y marcando la última parte del recorrido.

La distancia con el próximo se acortó, pero lo mismo con el anterior. Pronto alcanzó a Kai, que estaba lejos de alcanzar su máxima velocidad. Los tres se encontraron a una distancia que la preocupó. Entre ambos, ella era pequeña. Como una hormiga entre grandes insectos. El camino seguía ascendiendo, despegándose del terreno, cada vez dándole menos margen de maniobra.

Pudo ver más de cerca el armazón de "Ryder", que formaba una curva en el parachoques como si se tratara de una pala de carga. Gracias a la altura de las ruedas, había conseguido que pasara las reglas como una decoración cuando las armas estaban prohibidas en las carreras oficiales. Kai no pudo evitar reconocer la astucia que demostró.

Si llegaba a alcanzarla, la altura era suficiente para aplastarla desde arriba convertirla en una lámina. La ansiedad comenzaba a ganarle, dificultaba su concentración y se sentían los errores en la conducción. Su equilibrio se volvió progresivamente más precario, como unas piernas de gelatina la sostendrían. No sería la primera vez que se encontraba con un tramposo.

Una maniobra que vio en un corredor hacía tiempo le vino a la mente. Las últimas dunas del alrededor empezaban a desaparecer bajo la carretera. Esta se elevaba ya cerca de las cimas, a al menos tres metros del suelo. Le quedaba poco tiempo para actuar. Revisó repetidas veces el mapa, lo que su visión alcanzaba a mostrarle, la tabla de posiciones. La máquina tras ella se encontraba tan cerca que el usuario del competidor, Ryd3r, brillaba ahora en el aire en letras celestes, junto a una corona con el número siete. Su mirada, escondida tras el visor plateado del casco, se cruzó en el retrovisor con la de su adversario. Tuvo que obligarse a recuperar la calma. Si algo le habían legado sus padres, era la enseñanza de primero pensar y luego entrar en pánico. A Kai le costaba un poco recordar ese orden.

Se quedó sin tiempo. En un acto inconsciente fue que cerró los ojos fugazmente al girar exactamente en dirección contraria al rumbo de la ruta. Gran error. Le causó un pequeño desliz a la hora de saltar del borde del holograma, en lo que las ruedas aterrizaron contra la duna un poco de costado y recibió un doloroso impacto que debería haber sido más suave. La arena azul se activó con el contacto y flotó en el aire provocando unos destellos de luz que la confundieron. Consiguió manejar por el costado de la montaña de polvo, inclinándose hasta que la mitad de su cuerpo sentía el roce arenoso y la otra flotaba en la nada, y bajar con rapidez y cuidado hasta el suelo, donde se dibujaba un camino justo debajo del holograma. Una vez allí, volvió a respirar.

Enfocó todos sus músculos en recuperar la estabilidad. Sus pulmones estaban siendo aplastados por la fuerza con que se abrazaba a la motocicleta, incluso si ya estaba en un camino llano. El dron giró alrededor de ella intentando captar su atención, con un cartel que giraba en torno a él en el aire que intentaba alertarle que se había desviado. Temblaba de pies a cabeza. Le tomó segundos, si no fueron minutos, recuperar la capacidad de reaccionar.

—¿Estás bien? ¿Te caíste? —La ansiedad de Mason la desconcentró. En lugar de responder, bajó el volumen.

Sobre su cabeza pasó un camión en cuyas ruedas vio, a través del holograma que lo sujetaba, dibujos de dragones orientales. Su tamaño le causó gran conmoción. Más allá, en un panel que se veía borroso por las luces verdes que mediaban, ella pudo ver el constante cambio entre su nombre y el de él. La corona sobre ella se debatía entre el seis y el siete con frenesí. Ella no iba a su máxima velocidad, pero era difícil conseguirlo en un terreno arenoso. Incluso si conducía una todo terreno.

A ambos costados hacia adelante delimitaban el camino una hilera desigual de montañas de arena. El suelo era duro, diferente a la calle digital, en la que solía sentirse como conduciendo en el aire. Más allá subía el camino holográfico hacia el cielo, imposible de alcanzar. Paredes de arena, suelo de tierra y techo de luz. Kai se sintió en un callejón donde lo único que podía hacer era avanzar.

—¿Qué estás haciendo? —Mason insistió—. Katy, ¿qué fue eso? No puedes ganar si no cruzas la línea.

Deseaba cortar la comunicación, pero eso hubiera supuesto una desventaja.

—¿Podrías responder?

Comenzó a distraerse. Ryder aprovechó ese instante para sobrepasarla y dejarla en séptimo lugar definitivamente. Kai tuvo que acelerar a fondo para recuperar el paso, incluso aunque eso implicara una peligrosa inestabilidad.

—No. Sigue mirándolo.

El rugido de los motores le impidió entenderle los quejidos proferidos.

Fue testigo del encuentro entre los siguientes dos titanes, el nuevo número seis y el cinco. Ryder, el más grande de ambos, encastró la palanca en el parachoques del de adelante mientras ese intentaba taparle el paso. Para cuando se dio cuenta de su estupidez, el de atrás ya lo tenía en las manos como un muñeco al que podía zarandear a su antojo. Lo empujó con agresividad fuera de la ruta. Este no tuvo posibilidad de retomar el control y cayó en picada en la arena, donde el armazón se abrió como una lata aplastada.



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En el texto hay: realidad virtual, cyborgs, mundos futuristas

Editado: 23.10.2021

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