¿Y si dijera que vivía en la ciudad perfecta?, ¿me creerían?, posiblemente no. Pero la verdad es que sí, Lincefill era conocida por todos como la ciudad maravilla. Una ciudad donde todos los sueños se cumplían ¿patético cierto?, pues esa parecia ser la pura verdad. Aquella era la ciudad maravilla, donde toda persona quisiera vivir y yo tenía el privilegio de disfrutar de una vida allí. Pero todo cambió con la llegada de ellos, los que hacía cinco años eran mis vecinos. Una oleada de rareza y extraños acontecimientos llegaron cuando aparecieron ellos, los que cambiaron todo, Los Perfectos. Todo en ellos era inusual desde sus siete padres solteros hasta su indudable perfección, tenían la mejor ropa, la mejor postura, hasta su hablar era el mejor. Parecían robots programados ya que ni una sola persona jamás les había encontrado un defecto. Indudablemente los Dashkow eran los perfectos. Pero eso era lo peor, ¿o acaso yo era la única que veía raro su semblante de perfección?. Para mi los Dashkow eran muy inusuales y lo peor es que nadie en el pueblo parecía notarlo. No podría considerarlos personas normales porque extrañamente los Dashkow se relacionaban con alguien. Solo se juntaban y hablaban con ellos mismos, jamás observaban ni le dirigían la atención a alguien que no fuera de su grupo y nadie absolutamente nadie se atrevía ni tan solo a dirigirles una plabra sin su consentimiento. Todos parecían amarles menos yo, que extrañamente presentía que ellos ocultaban algo y quisieran o no tarde o temprano me encargaría de desemascararlos.