Take Me: Tómame

Capítulo 9

Cuatro años atrás﴿

Simone Cárter

Me mantengo sentada en una banca en la parada de autobuses, veo mi celular con atención, paso las publicaciones de Facebook y me rio con cuanto meme encuentro, aprovecho para revisar la hora cada cierto tiempo. El hombre de mi lado acomoda el periódico con cada hoja que pasa, distrayéndome por momentos.

—¿Estás segura de que quieres entrar sola?

—Ese es el trato.

Veo de reojo su perfil casi perfecto, con el cabello rubio largo hacia atrás, recogido en una cola de caballo, sus ojos azules permanecen escondidos detrás de sus lentes oscuros, pero sé perfectamente que no está leyendo el periódico.

—Si algo te pasa, Ragnar me va a matar.

—Jajaja ¿qué me podría pasar?

—Que te capturen.

—¿Capturarme?, ¿hablas en serio?

—Imagínatelo… averiguan que no te pueden matar y deciden que la leyenda es verdad, así que te capturan, te drogan y te llevan a un laboratorio para hacerte pruebas porque quieren generar soldados como tu…

—Björn… creo que exageras… jamás le pasó algo parecido a Tyra.

—No me pasó, porque jamás les demostré quien era en verdad… cuando Dusha comenzó a envejecer me alejé… desaparecí y solo la visitaba cuando era necesario… así de sencillo, lo que somos, solo se queda en una simple leyenda— responde Tyra por el pequeño micrófono que suena en mi oído y en el de Björn.

De pronto llega un auto bastante elegante, color negro con los vidrios polarizados, no alcanzo a ver bien hasta que bajan dos mujeres delgadas y espigadas, tobillos finos, enfundadas en un traje sastre bastante pegado; sus cabellos rubios recogidos en una coleta y sus ojos cubiertos por lentes negros. Salen de las puertas delanteras y abren la puerta trasera de la cual sale un hombre alto, con el cabello rubio hacia atrás, un traje negro y un abrigo sobre sus hombros.

Las chicas como buenas centinelas voltean en todas direcciones, podría jurar que ya nos vieron y nos toman como sospechosos, son rusalkas, no son niñas, no son cualquier tipo de defensa, son lo mejor de lo mejor, muchos capos incluso han querido negociar con los rusos para poder disponer de un servicio como el de ellas, tenerlas como guardaespaldas o a los berserkers en su cuerpo de batalla, pero ese es un gusto que solo la bratvá tiene y se reserva.

Me levanto de la banca y acomodo mi gabardina, el clima en Rusia es mucho más frío que en Hungría, aun así llevo mis mejores galas, un vestido corto negro hasta medio muslo con cuello de tortuga, unas medias negras y unas botas de piel hasta la rodilla, todo eso escondido debajo de mi gabardina color caqui.

—Ten cuidado— me dice Björn sin levantar la mirada de su periódico.

—Lo tendré— atravieso la calle viendo en ambos sentidos hasta que alcanzo la acera del otro lado.

Björn Ironside… uno de los hijos de Ragnar, de hecho el mayor, con el que mejor me llevo. Desde que lo conocí me sentí en confianza con él, como si en toda la revoltura sanguínea compartiera más genética con él. Es un tipo muy alto y bastante bravo, cuentan que tiene mucha suerte y aun no deja atrás la cultura con la que creció, de hecho ninguno de ellos deja de adorar a sus dioses o hablar de esa forma pagana, ni siquiera han dejado a un lado las hachas y los escudos. La única que ha avanzado con el tiempo es Tyra quien accede más fácil a cambiar sus hachas por un par de pistolas.

Aun así, Björn es mi favorito, es alto, demasiado, incluso puedo apostar que es de la altura de Aiden, pero más voluminoso y con unos ojos que inspiran calma, por lo menos me hace sentir más tranquila cuando me acompaña.

Entro al edificio en el que se metió el líder de la mafia, tenía entendido hubo un cambio, el legendario Nikolai fue destituido, murió en una explosión y ahora quien está a cargo es Óscar Pavlov, quien ha sabido como dirigir la “empresa”, la ha hecho florecer y ha continuado con la tradición.

El lugar parece una enorme vecindad, la construcción está en forma circular, teniendo en el centro el patio central donde algunos niños juegan y sus madres los ven desde las ventanas. A ambos lados hay escaleras que llevan a los departamentos, me decido por la derecha y tengo presente el número del departamento del post-it que se comió Joan. El lugar tiene las paredes luidas, descoloridas y a punto de caerse, es bastante antiguo, en cualquier momento se cae con toda esta gente dentro.

Subo escalón por escalón, mis tacones suenan anunciando mi paso. Algunos me voltean a ver con curiosidad, pero nadie se anima a decirme algo. Me planto frente al departamento indicado, parece que ha estado vacío por suficiente tiempo o tal vez sea uno de los lugares que usan como punto de encuentro para sus variados tratos.

Pongo mi mano en el pomo de la puerta y pego la oreja para escuchar lo que me pueda estar esperando del otro lado, pero solo hay silencio, creo que eso me pone más tensa. Giro la perilla y abro la puerta lentamente. El lugar no está vacío, tiene muebles viejos y desgastados, tan acabados como el resto del edificio.

Mis pasos rechinan en la duela del lugar, siento que en cualquier momento se romperá y terminaré en el departamento de abajo. Avanzo por el largo pasillo que me lleva hacia una pequeña sala a mi mano derecha, adornada con columnas delgadas que sirven como división. Unos sillones tapizados con tela de flores ya desgastada y rota se encuentran en el centro del lugar, una alfombra descolorida y las cortinas cerradas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.