Take Me: Tómame

Capítulo 31

Sonia Doherty

Mi teléfono sonó a primera hora, era Akos comunicándose conmigo, al parecer un homicidio más. Como todos los días me levanté apurada, me di un baño rápido mientras mi cabeza da miles de vueltas; durante el desayuno me mantuve absorta en mis pensamientos mientras que mi hermana y mi padre platicaban acaloradamente.

Salí de la casa y lo primero que vi fue la jeep negra de Akos, él se mantenía recargado contra la salpicadera esperándome pacientemente. Vi una última vez a mi familia, yéndose en sentido contrario. Mientras ellos continúan con su vida, yo me empapo de muerte.

Durante el trayecto me mantengo en silencio, Akos tampoco hace mucho por iniciar una conversación, es como si percibiera mi mal humor, aunque más que mal humor es frustración, todo me da vueltas, tantas cosas que quiero analizar e investigar, pero al mismo tiempo sé que me detendrán, en estos momento siento que no puedo confiar en nadie.

El Jeep se detiene frente a una cantina vieja, con una apariencia de cabaña, tronco sobre tronco forman las paredes y unos focos neones, ahora apagados, contornean la figura de una mujer coqueta; alrededor los policías buscan mantener a distancia a todo aquel curioso, las cintas amarillas de no cruzar y el personal moviéndose de un lado a otro ya se me hace una imagen común. Esta vez Akos me guía hacia un costado del establecimiento, pasamos por un corredor muy estrecho que nos lleva a un callejón, el olor a sangre llega a mi nariz, la cual ya se acostumbró.

En el suelo descansa el cuerpo sin cabeza de una mujer, está en un charco de sangre y en la pared trasera de la cantina, las acostumbradas runas pintadas con sangre. Busco con la mirada a la pequeña deidad que siempre acompaña estos crímenes, se encuentra a lado de la víctima, pero está sutilmente recostada, una piedra la mantiene en un ángulo de 45°

—La figura está viendo hacia el techo, creo que esta vez nuestra asesina no nos dejó nada para trabajar— dice Karime quien se está colocando los guantes de látex —solo la decapitó, pintó las runas y se fue— se acerca lentamente para tomar la figura de madera, pero la detengo.

—¡No!, espera… aun no— me hinco a lado del pequeño gnomo nórdico y levanto mi cabeza en su dirección, veo una cámara de seguridad, está apagada y parece muerta, es como si alguien le hubiera roto desde la base y permanece colgando como una cabeza a medio decapitar. —La cámara.

—¿Qué pasa con la cámara?—, la voz de Ortega me causa indigestión, se asoma por encima del hombro de Akos.

—Vaya… la sobreviviente, ¿sabes cuánto me asuste al no saber de ti?—, le reclama Akos, ofendido.

—Lo siento, pero… bueno… aquí estoy, no me pasó nada…— Ortega levanta los hombros con exceso de confianza, como si lo que pudo ocurrir en ese maldito lugar no fuera nada relevante.

—¡¿Estás loca?!, te metiste a la boca del lobo y ¿me dices que no pasó nada?—, Akos la toma por los hombros y la sacude antes de abrazarla.

—¿Cómo sobreviviste ahí?, sola… entre tanto criminal…— me cruzo de brazos y trago saliva, temo la respuesta.

—Tuve miedo, pero… me ayudaron a sobrevivir ahí adentro… aunque no obtuve mucha información, por lo mismo, mi… protector, no me permitió que fuera a investigar más…

—¿Tu protector?—, la pregunta es necia, claramente sé a quién se refiere y mi corazón se parte en dos. Noto el nerviosismo en sus ojos así como sus mejillas se sonrojan.

—El doctor Aiden— responde Karime cargada de ilusión, viendo con alegría a Ortega.

—Qué bueno… ¿en que estábamos?, claro… la cámara, de seguro grabó algo importante… ¿consiguieron vídeos?—, pregunto haciendo a un lado el tema, no quiero saber cómo es que Aiden prefirió protegerla a entregarla, un coraje nace desde el centro de mi pecho y se atora en mí garganta.

—No… por el estado en el que está creo que no pudo grabar nada— dice Karime algo nerviosa, agudizo mi mirada, ¿me está ocultando algo más?

—No sabemos si estaba grabando algo y la asesina decidió romperla al saberse descubierta— insisto, la rabia comienza a fluir por mis venas.

—Está muy alto, no creo que ni siquiera se haya dado cuenta— dice Akos con las manos en la cintura viendo atentamente a la cámara.

—Bueno… no es que vayamos a dejar las cosas al azar…— tomo el estúpido gnomo y se lo arrojo a Karime de mala gana —…sostén al pequeño Odín— paso por su lado y me meto por la puerta trasera a la cantina. Detrás de mí, Ortega me pisa los talones.

—¿Mala noche?—, me quedo en silencio, intentando ignorarla.

Entramos a lo que parece una bodega, tiene refrigeradores llenos de refrescos, jamón, queso y todo tipo de botana, además de cajas y cajas de cervezas y otros licores, así como un par de barriles de madera. Camino directo hacia la puerta que nos interna más en la cantina, algunas ratas chillan cuando mis zapatos hacen crujir las maderas del piso.

Abro la puerta y llego al interior del local, a mi lado se encuentra la barra y frente a mí las mesas de billar, con todos los trabajadores pululando, buscando pistas en cada rincón. Con la mirada identifico la puerta que lleva hacia los baños y una segunda, negra, sin letreros; decido acercarme, saco un pañuelo de algodón de la bolsa de mi chamarra y abro la puerta, entrando a una oficina reducida, pero muy organizada.




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