Take Me: Tómame

Capítulo 41

—Ya no sé qué creer…

—Encontrarás muchos motivos para dudar de lo que en verdad deseas, pero ninguno debe de diezmar tus verdaderas intenciones… ni hacerte cambiar de parecer… ¿entiendes?—, le guiño un ojo y descanso mi mano sobre su hombro.

Volteo hacia el horizonte, ahí donde los hombres se juntan alrededor de una tumba profanada y vacía, donde solo queda tierra removida y la falsa sensación de que alguna vez estuvo una falsa heroína sepultada ahí, todos hablan de sus hazañas, pero nadie recuerda sus defectos, su alcoholismo, su dolor, sus arranques de ira, sus momentos de dolor, su llanto, al parecer la muerte le quitó lo humana.

Camino junto a Doherty hasta alcanzar al equipo que sigue analizando el ataúd vacío, paso mis manos por el borde, sintiendo la tela suave y llena de tierra. Volteo hacia la lápida “Simone Cárter: Amada amiga y compañera”; el hoyo se ve tan profundo, tan tenebroso, un escalofrío me recorre por completo.

Doherty comienza a buscar ser de utilidad, rodea el lugar con atención, ve en todas direcciones, fingiendo que busca pistas, tal vez busca cualquier indicio de que ella formó parte del equipo de excavación. De pronto los peritos cierran el ataúd frente a mí, dejan caer la tapa con fuerza generando un ruido fuerte y ensordecedor, cuando me acerco por última vez noto que del borde sale un pequeño pico blanco, una hoja que no estaba ahí, por lo menos no cuando el ataúd fue sepultado.

Intentando fingir naturalidad me acerco lo suficiente, tomo el pequeño papel sobresaliente y lo jalo con cuidado con mis dedos, este se desliza con suavidad hasta salir por completo, es pequeño, apenas una frase está escrita ahí, pero entiendo que está dedicada a mí: “busca tu obituario”.

Arrugo el papel y lo meto en el bolsillo, busco alrededor alguien que me haya visto, que me pueda delatar, pero nadie se ha percatado de ese detalle. Recorro el camino hacia afuera del cementerio mientras la frase ronda mi cabeza, ¿a qué se refería?, dijo que buscara mi obituario, pero… ¿el de Cárter o el de Ortega?, maldita doble personalidad.

Atravieso la calle y camino hacia un puesto de periódicos cercano, hay tantos que no sé cuál escoger hasta que mis ojos se posan en el Gravity, lo tomo con cuidado y le pago al señor ya entrado en años, dueño del pequeño local. Lo primero que hago es buscar la sección de obituarios, paso las paginas rápidamente, de una en una hasta que lo encuentro. Mi mirada comienza a buscar cualquier nombre que tenga por apellido Ortega o Cárter hasta que por fin encuentro algo.

“Simone Cárter: Dios te tenga en tu santa gloria, que en muerte llegues más lejos de lo que en vida lo hiciste… esta noche, cuando el reloj marque las doce y las criaturas nocturnas salgan de su escondite, levantaré mi copa en tu honor, beberé esperando tu retorno, esperando verte una vez más… ven por mí ángel de la muerte… y bebe conmigo antes de llevarme al infierno al que pertenezco, mis puertas estarán abiertas para ti, las llaves de mi thunderbird colgarán del perchero, será nuestro carruaje al inframundo.

Atte.: Kelly”

—T-Bird…— pronuncio su apodo, sé perfectamente que es él, ¿es una invitación o una trampa?

Doblo el periódico bajo el brazo, la punta de mi nariz se enfría, la nieve comienza a caer en copos que amenazan a cubrir todo; el meteorológico advirtió de una tormenta de nieve hoy en la noche, tal vez sea un buen momento para que las ánimas del purgatorio salgan por los pecadores.

 

Aiden Meyer

Sigo a Burak sin decir ni una sola palabra, nos internamos cada vez más en el teatro y los hombres empiezan a ser escasos, lo cual me hace pensar dos posibles motivos: a Burak no le importa la seguridad de Sigyn o Sigyn no necesita seguridad.

Llegamos a un par de puertas talladas con grabados en oro, el tiempo no ha podido arrancarle esa belleza clásica, casi puedo recordar cuando era un humano normal y estaba rodeado por este tipo de arquitectura tan elegante. Al entrar percibo una sala de madera, tiene diseños en oro y está forrado con terciopelo, en el centro una pequeña mesa de madera barnizada, con patas de león y un juego de té de porcelana descansa encima; frente a esta, una chimenea que genera calor al resto de la habitación y más al fondo unas puertas que parecieran llevar a alguna habitación.

Todo parece muy rebuscado, el piso de mármol negro y blanco, las cortinas de terciopelo rojo, los detalles en oro, incluso las tazas y platos, la tetera también, con finas hebras de oro atravesando su estructura. De pronto unas manos femeninas toman una de las tazas, haciéndome prestar atención a la mujer dueña de esas extremidades. Parece un ángel, con los cabellos negros cayendo por sus hombros y sus ojos verdes intenso, tiene una belleza única y atrapante, jamás había conocido una criatura como ella, enigmática y peligrosa, entiendo porque Burak simplemente está a sus pies, además de su belleza, tiene algo que se me hace conocido, hay algo en su rostro que aún no descifro.

—Los japoneses tienen una forma muy interesante de arreglar las cosas… pareciera que una simple taza de porcelana se vuelve inservible una vez que se rompe, pero ellos… con oro, la arreglan, cada fractura se cubre del valioso metal y entonces… esa taza inservible no solo se vuelve a ser útil, sino que aumenta su valor considerablemente… ¿no es fascinante?, la técnica se llama “kintsugi”— dice como si hablara para ella misma, viendo con admiración la pieza que descansa en sus finas manos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.