Irene
—¿Y esto se debe a…? —se apodera de mi rostro y planta besos por todos lados, no tardo en divertirme, puesto que es demasiado evidente el motivo por el que le pedí quedarse y me lo llevé a la cama.
—Besé a Jeremiah —suelto y por la forma en la que su rostro se deforma, mis palabras han caído como un balde de agua fría—, bueno, él lo hizo y no lo detuve —modifico mis palabras aún, entendiendo que la gravedad de mis acciones continúa siendo la misma.
El disgusto en su mirada se nota de inmediato y lo furioso que se encuentra, es evidente en el instante en que su brazo deja de rodearme y toma asiento, separa su espalda de las sábanas e intenta alejarse.
—Lo siento —Me disculpo entendiendo que lo sucedido equivale a una falta de respeto a la relación que estamos intentando mantener.
—¿El que se encuentre aquí afecta o no algo entre nosotros? —repite aquella pregunta y no logro mantenerle la mirada, ya que mi respuesta fue negativa y lo que pasó demuestra todo lo contrario.
—No te vayas, por favor —suplico en un intento por impedir que salga de dentro de las sábanas, pero es inútil.
—Necesito aire fresco, un momento a solas y pensar acerca de esto —contesta abrazándome y elevando mi rostro, depositando un casto beso sobre mis labios que me provoca amargura y más dolor.
—Julian… —No me permito liberar su mano.
—Regresaré, lo prometo, pero necesito esto —asegura retirando la humedad que se apodera de mi rostro.
Se coloca cada una de sus prendas y no puedo hacer nada para evitar que se marche; sin embargo, ocultar mis acciones, no era una opción.
(…)
—¡Shh…! Descansa, cariño —pide acariciando mis brazos.
—Regresaste —suelto, algo cansada, dado que hace poco fue que logré conciliar el sueño.
Hemos tenido nuestros desacuerdos debido a que decidí dejar mi pasado atrás y algunos inconvenientes por las actitudes de Junior, pero nunca se va, siempre me hace compañía, al igual que cuando llegué a este país y no tenía a nadie, cuidó de mí e hizo lo que prometió: sostuvo mi mano en el momento en que más lo necesité y aunque sé que está mal, me acostumbré a él. Me duele que se aleje.
Después de Jeremiah, confiar ha sido difícil y con mucha dedicación y esfuerzos, Julian se ha ganado más que eso, aunque se escuche estúpido, se merece todo el amor que le tengo, el Yeti, no.
—No te vayas —Le ruego. Lo quiero junto a mí, en este momento en que la visita poco deseada de Jeremiah me atormenta, peor, desea meterse a la fuerza en mi vida.
—Estaré aquí hasta que me lo permitas, Irene —pierde certeza de todo aquello que planeamos y no puedo culparlo.
—Hoy descansarás y no acepto réplicas de tu parte —sentencio, ya que el olor que destila es asqueroso.
—Solo fueron un par de tragos, puedo dar mis clases y atender a mis pacientes —intenta resistirse, pero no se lo voy a permitir.
—No podemos ser dos desempleados, Julian —bromeo, puesto que he pensado en renunciar.
El insomnio que la distancia que hace horas se instauró entre ambos, me ha servido para sopesar el asunto de Jeremiah y la verdad es que no creo ser capaz de estar mucho tiempo en el mismo lugar que ese idiota y siendo sincera, no es solo porque lo odie, no, la causa es todo sentimiento opuesto a este y lo sensible que me pone el ver a Junior feliz porque su padre se encuentra aquí. No cabe duda de que en algún momento nos querrá juntos y no puedo sucumbir ante aquellos pensamientos. Junior es mi vida y deseo que se encuentre bien, que crezca de la mejor forma y que nos tenga a ambos, pero no juntos.
—No me discutas, llamaré a la universidad y avisaré que te enfermaste, también le diré a tu asistente para que cancele a todos tus pacientes —informo y en mi espalda lo siento negar.
—Esto será doloroso —La seguridad en sus palabras me aterra, ya que entiendo a la perfección a que se refiere y la razón por la que lo dice.
—No —niego de inmediato, voy en contra de cada uno de sus pensamientos, puesto que tomé una decisión: dejarlo atrás y avanzar. No voy a retroceder.
Jeremiah
Sus risas estallan del otro lado del teléfono y las acompaño, estoy loco, pero el amor justifica cada acción, ¿no?
—Vas a provocar que Junior sea huérfano —asegura Gianna y en toda esta barbaridad a la que cualquiera tacharía de demencia, no sopesé esa probabilidad.
—¿Qué te dijo Julian? —averigua Candy de su lado de la línea.
—Que no va a dejarme el camino fácil —resumo nuestra charla y la amargura regresa.
***
—¿De verdad? —cuestionó ingresando una vez más a su consultorio, a lo que mi reacción constó nada más de sonreír y observarlo con detenimiento.
—Sí, soy el padre de Junior —afirmé restándole un poco de importancia a mi aparición y al hecho de haber fingido que no sabía quien era en realidad.
—Fueron siete años en los que no le importó su hijo, menos Irene, y ¿se aparece así? ¿Qué quiere, señor Jenssen? —averiguó como si mi objetivo no fuese claro. Entendió a la perfección por quienes regresé, no era mi asunto el que no tuviese intenciones de asimilarlo.
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Editado: 01.04.2024