Tal Como Somos

CAPÍTULO VII

Jeremiah

 

—¿En qué quedamos? —pregunto, dado que al parecer nuestra conversación no tiene fin.

—Que si hablas una vez más con mi maestra o le sonríes, le digo a mi mamá —amenaza.

Su mirada busca infligir en mí algo de terror, el pequeño terrorista es la mezcla perfecta entre su madre y yo, es una completa locura.

—Junior, no es un chiste, no es tiempo de bromas, estoy hablando en serio —insisto y sus ojos se achican.

—Soy un niño grande y también hablo deveritas, deveritas y le diré a mi mami —Se cruza de brazos y no logro concebir que me encuentro manteniendo una conversación de este tipo con una personita de siete años, peor, mi hijo.

—¿Qué le dirás? —averiguo, dado que la curiosidad en mí se vuelve más fuerte.

—Que tienes una amiga y a ella no le gustan las amigas, son malas —asegura y elevo una ceja.

—Tu madre tiene uno —espero su respuesta y la expresión en su rostro se congela por un momento, se queda pensativo.

—A mami le gustan los amigos y por eso tiene a Julian, quienes no le gustan, son las amigas y si quieres, puedes tener uno, así como los papis de los niños de la escuela, tienen dos papis, no dos mamis —repite aquel gesto en el que cierra casi que por completo sus ojos y luego acerca sus dedos para finalmente, moverlos en su dirección y en la mía, en señal de que me vigila.

Me deja sorprendido, no consigo disfrutar lo que su inocente mente le hizo decir, puesto que me sugirió, ¿cambiar de orientación? ¿De verdad lo hizo?

—Papi, tengo hambre, aaah —abre en grande, me recuerda el que le estoy ayudando con su cena.

—Junior —pronuncio su nombre y sus negaciones me causan mucha gracia, puesto que solo me indica dónde debe ir la comida.

Termina de triturar su comida y con ayuda de un poco de jugo, está desciende por su garganta, me mira, me sonríe y solo niego. Debo estar junto a él a cómo de lugar.

—Así que si miras bonito o le sonríes a mi maestra, le diré a mi mami, ¿capisci? —finaliza en italiano y no me contengo, estallo en fuertes carcajadas que terminan por divertirlo.

—¿Eres mi pequeño mafioso? —pregunto, logrando que se me abalance.

—¿Capisci? —repite con voz rasposa.

Dejo la comida de lado y lo abrazo con fuerza, desearía no soltarlo y poder llevarlo a la cama cada noche, besar su frente y despertarlo en las mañanas, pero todo depende de qué su madre me perdone, más no lo merezco.

—Claro que te entiendo, campeón, ahora regresa a tu asiento para que le enviemos la evidencia a tu mami de que comiste todo —pido, ya que sus amenazas en mensajes de texto, no cabe duda de que las cumplirá.

—¿Por qué no vives conmigo y con mi mami? —cuestiona y mis latidos se paralizan, puesto que no tengo respuesta para esa o para ninguna de sus preguntas.

—Pregúntale a tu mamá —como todo cobarde, le delegó la responsabilidad a la castaña, obteniendo negaciones de su parte.

—¡No! ¡Nunca! No le gusta hablar de ti y amenazó con echarme de la casa si me quejaba otra vez de los huevitos revueltos que me hace en las mañanas —revela aterrorizado y aunque pretenda aguantarme, vuelvo a reír—. No te burles, es cierto y no quiero perder mis juguetes, tampoco vivir sin mi mami —Se cruza de brazos y frunce el ceño, me observa peor de como lo hace su madre.

—¿Qué pasó con los huevitos? —permanezco serio e imperturbable.

—Por poco me manda con los fantasmas, tenían mucha sal y cáscaras —relata con un poco de dramatismo en su voz y solo giró mi rostro—. Por eso me gusta cuando Julian y mi nana están en casa porque así mamá descansa, pero, tu comida es mucho más deliciosa, así que deberías vivir con nosotros, seríamos: Julian, mi nana, tú, mi mami y yo —Nos nombra y si elimina al doctor, no me molestaría.

—Son temas de adultos, pequeños, pero hablaré con mami para ser yo quien te prepare los desayunos, ¿te parece? —propongo y sus asentimientos llegan de inmediato.

—¡Aaah! —abre la boca en grande, esperando que le dé un poco más de estofado.

—Te amo, Campeón.

 

(…)

 

—A la cama —pido en una nueva oportunidad y no hace más que comenzar a negar—. Junior.

—Pero mamá, no está, podemos dormir tarde y hasta tarde, sí —súplica y vuelvo a rehusarme ante su petición.

—Que tu madre no se encuentre aquí no significa que puedas hacer lo que se te antoje, aun sin ella presente, debes obedecer, ya que por algún extraño motivo, siempre tiene la razón y le tengo miedo —susurro la última parte y se divierte a costa mía.

—Pues solo hay que abrazarla y besarla, así se le quita lo de terror —brinda una solución—, o eso me dijo Julian que hiciera y funciona —suspiro con pesadez.

No creo que haya algo peor en esta vida que el hecho de que te encuentres con tu hijo y no pare de hablar del hombre que durante años ha ocupado tu lugar. Es difícil, sentir que pierdes a la mujer que amas y que, posiblemente por tu culpa, tu pequeño vea en alguien distinto a ti un ejemplo, un padre.

No debí haber aceptado, esa reunión, fue un maldito error.




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