Tal vez el último verano.

Prólogo

La historia que voy a relataros ocurre en 1942, en una pequeña población de Francia: Istres, un lugar maravilloso junto al mediterráneo en lo que conocemos como la Costa Azul. Está situada muy cerca de Marsella, el puerto que durante la segunda guerra mundial, cuando transcurren estos hechos, supuso la salvación para miles de personas que huían del miedo y el terror de la ofensiva alemana.
Pedro Aranda, un niño de doce años nos relata está historia de amor, descubrimiento y valentía en un mundo asolado por una guerra cruel y despiadada.
Pedro y su familia han tenido que huir de París, abandonando su casa y la mayor parte de sus posesiones en una ciudad donde las esvásticas ondean en sus fachadas y los soldados recorren las peligrosas calles con sus grises uniformes y los fusiles al hombro.
La llegada al sur de Francia supone un cambio en la vida del chico. Allí se hara amigo de Jean Paul y de Christine, que desde el primer momento le atrae bastante. Él se convertirá en su amigo, su compañero de aventuras y en su caballero andante, como aquel que ha podido leer en los libros de su padre, escrito por un compatriota suyo, un tal Cervantes.
A pesar de que la guerra queda muy lejos y las tropas enemigas hacen acto de presencia muy rara vez. En aquel rincón de la Francia libre, se respira el miedo.
Miedo a los amigos que podrían delatarte, miedo a acabar en uno de esos trenes que parten cargados de personas sin rumbo conocido y a las que jamás se vuelve a ver y miedo a la sombra pendiente de un hilo de ese puño que es la Alemania nazi.

 




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