Tal vez el último verano.

2

Nada sucedió en los siguientes días, por lo que la sensación de angustia que sentía desde nuestro encuentro con el librero, fue remitiendo.

De todas formas, habíamos evitado volver por aquella zona de la ciudad. Nunca podríamos estar seguros de con quién nos podíamos encontrar, tanto en un lugar como en otro, pero prevenir es curar, como siempre solía decir mi madre.

Una tarde, alguien llamó a la puerta de nuestra casa. Era un desconocido.

Mi madre nos ordenó que subiéramos a nuestros cuartos, mientras ella avisaba a mi padre, porque según dijo, no le gustó mucho aquella persona.

Fue mi padre el que abrió la puerta.

Era un hombre de unos cuarenta años, vestido impecablemente y tocado con un sombrero de fieltro. Al verle, oculto desde mi escondite al pie de las escaleras, me dio un vuelco el corazón. ¡No podía ser él! Me dije. ¡Ojalá no sea él!

No pude escuchar la conversación, porque Chris me zarandeaba preguntándome en susurros, quién era aquella persona Le dije que no lo sabía y que tampoco iba a enterarme si no dejaba de hablarme al oído.

Al callarse pude escuchar su nombre con total claridad.

—Me llamo, Jerome Valois y soy el tío de Christine. Me han informado de que su hijo era amigo de mi sobrina...

Christine también lo había oído y no pude impedir que saliera de su escondite y corriera hacia el hombre.

—¡Tío Jerome! —Gritó en ese momento, saltando a sus brazos.

—¿Chris? — Dijo su tío sorprendido mientras la abrazaba a su vez.

El hombre no esperaba encontrarla, él solo había acudido, como nos comentó más tarde, en busca de información.

—¡Creía que habías muerto! —decía la niña entre lágrimas de alegría y sorpresa.

—¿Muerto? ¿Eso te dijeron? No princesa, no estoy muerto, aunque tus padres hubieran deseado que lo estuviera.

Le explicó que su hermano, el padre de Chris y él habían tenido ciertas discrepancias y que habían discutido, llegando incluso a agredirse físicamente. Desde entonces no había vuelto a saber nada de ellos.

—Pensé que te dirían la verdad, Chris. No tenían derecho a mentirte. Por eso cuando vi que no me escribías, como tantas veces habías hecho. Te devolví tus libros, créeme que fue un momento muy doloroso para mí. Mi pequeña princesa se había enfadado conmigo. Eso es lo que llegué a pensar...

—No me enfadé contigo, pensé que habías muerto... ¿Cómo pudieron engañarme así?

—Hay muchas cosas que desconoces de tu padre, Christine. Siempre tuve la intención de volver para verte y para que me perdonases, pero entonces estalló la guerra y me fue imposible volver a Francia. He estado viviendo todo este tiempo en Inglaterra, en Gales.

—¿Y ahora has venido?

—Cuando me enteré de la muerte de tus padres y del pequeño Paul y de tu desaparición, utilicé mis contactos para entrar en Francia y lograr encontrarte. Nunca habría imaginado que aún seguías aquí y... transformada en un chico.

—¡Pues ya me has encontrado! —Christine estaba henchida de felicidad.

—¡Sí, ha sido un milagro...! Ahora podremos marcharnos de esta horrible ciudad. Vendrás a vivir conmigo a Inglaterra...

Chris había dejado de oírle. En cuanto vio a su tío, supo que eso era lo que le iba a proponer. Yo también.

—¿Irme?

—Sí, mañana mismo saldremos. Tengo un barco en Marsella que nos llevara a Marruecos y desde allí a casa.

No pude seguir escuchando. Subí cabizbajo las escaleras y entré en mi cuarto cerrando la puerta con llave. Luego me dejé caer en la cama y rompí a llorar.

Era lo que más había estado temiendo y ahora mis miedos se confirmaban.

Al final iba a perderla.

○○○

No sé cuánto tiempo había pasado. Era de noche y la casa estaba en silencio. Me había despertado un ruidito en la puerta de mi habitación. Me levanté a abrir y vi a Chris, sentada en el suelo, en la oscuridad.

—¿Chris? ¿Qué haces aquí? Creí que ya te habrías marchado. ¿Llevas ahí mucho rato?

—Llevo varias horas...

—¿Y tú tío?

—Se ha marchado. Tiene alquilada una habitación en un hotel de la ciudad. Mañana vendrá a buscarme.

—Entonces, ¿te vas?

—¿Qué otra cosa puedo hacer? Él es la única persona de mi familia que queda con vida. Sabe que, si me quedo aquí, al final acabarán encontrándome.

—Lleva razón. En Inglaterra estarás a salvo —reconocí.

—Lo que ocurre es que yo no quiero marcharme. Se lo dije, pero no me dejó hablar. Me dijo que iría con él tanto si quería como si no. Ahora es mi tutor legal hasta que sea mayor de edad. No puedo hacer nada.

—Yo lo único que quiero es que estés a salvo, Chris. Aunque eso suponga que no habré de volver a verte...




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