15 de julio del 2017. Istres. Francia.
He venido a morir junto a ti, Christine.
Tuve una vida larga, pero nunca conocí ni el amor, ni la felicidad.
Mi corazón se quedó contigo en aquel bosque, bajo las estrellas, en aquella noche de julio de 1942.
Sólo hacía tres meses que te conocía y el destino no quiso concedernos más tiempo. Pero fue suficiente para mí, porque encontré a la que iba a amar para siempre, a aquella que me amó, me sonrió y me hizo ser inmensamente feliz. Tú, Christine.
Me otorgaste unos dones muy valiosos. Gracias a ti descubrí el valor, la esperanza y la fuerza para seguir adelante cuando uno cree haber llegado ya al final.
Tu sonrisa iluminó todos los oscuros años de mi vida desde que me dejaste, todas y cada una de las horas de mi solitaria vida y todos los latidos de este corazón que se negó a morir junto a ti en aquel bosque bajo las estrellas. Pues ese había sido mi mayor deseo.
Tuve una vida que vivir, pero vivir sin ti ha sido lo mismo que estar muerto y ahora, cuando los médicos me dicen con tristeza que no me quedan más que unos instantes de vida, no pueden sospechar lo feliz que me hacen.
Voy a reunirme contigo de nuevo, porque sé que me has esperado todo este tiempo y ahora volveré a verte tal y como mi memoria te recuerda, como aquel día cuando te conocí y me enamore de tus ojos, de tu sonrisa y...de ti.
Me acostaré sobre tu tumba, en tu tumba junto al mar y esperaré la muerte.
Me parece verte, me sonríes, tu cabello resplandece mientras los rayos del sol se enredan en él y tu dulce voz me dice:
—Has tardado mucho, Pedro, pero yo te he esperado...Ahora por fin volveremos a estar juntos y esta vez será para siempre.
FIN
Madrid, 18 de enero del 2018.