Tyler
En cuanto Nora sale del coche y se queda al lado de éste, yo acelero de nuevo el coche. Antes de girar por una de las calles, miro por el retrovisor y la veo aún ahí parada hasta que, un segundo más tarde, la pierdo de vista y yo continúo con mi trayecto.
Ni siquiera sé por qué la he recogido y la he traído hasta aquí. Apenas hace unos días que la conocí y no he hablado con ella. Pero la he visto ahí, frente a su coche y sin saber qué hacer, y después caminando con prisas por la calle que, inconscientemente, paré el coche a su lado sin siquiera pensar mucho en lo que hacía.
Unos minutos más tarde, me suena el teléfono y contesto, activando el manos libres para poder seguir conduciendo sin problemas.
–Dime, mamá –digo en cuanto descuelgo.
–Tyler, ¿vienes a casa a cenar? –me pregunta. Estoy a punto de contestar que ya estoy yendo a mi casa, pero se me adelanta–. Tu hermana lleva toda la semana preguntando por ti.
Y ella sabe que, diciendo eso, acabaré aceptando.
–En 10 minutos llego –me limito a decir.
–¡Genial!
Puedo percibir que está sonriendo y, tras despedirme de ella, escucho que habla con mi hermana avisándola de que iré a cenar antes de colgar. Niego con la cabeza, reprimiendo una sonrisa, y sigo conduciendo.
Tengo la esperanza de seguir conduciendo tranquilo, sin más interrupciones, hasta la casa de mis padres. Pero toda esperanza se esfuma cuando una nueva llamada entra en mi móvil, y esta vez pongo los ojos en blanco al ver que es Bonnie. Descuelgo la llamada sin ninguna gana y activo –de nuevo– el manos libres.
–¿Qué quieres, Bonnie?
–¿Te vienes a mi casa? –propone, con un tono de voz que deja clara sus intenciones, y me contengo por no soltar un suspiro cansado.
–No puedo, tengo cena –digo simplemente.
–Ven después de cenar.
–Después de cenar me iré a mi casa.
–¿Quieres que me pase yo? –insiste y, esta vez, no puedo evitar no suspirar.
–Bonnie, esto no funciona así. No nos vamos a ver todas las noches.
–¿Qué pasa? ¿Sólo nos vamos a ver cuando tú quieras o qué?
–No, nos vamos a ver cuándo los dos tengamos ganas. Y yo, hoy, no tengo ganas –cambio de marcha y entro en el barrio donde viven mis padres–. Ya nos veremos el lunes en el rodaje.
–Mañana hay una fiesta, ¿no vendrás?
–Me lo pensaré.
–¡Vale! –parece conformarse con esa respuesta–. Si cambias de opinión, llámame. Lo pasaremos bien.
–Genial. Adiós, Bonnie –y cuelgo.
Vale, igual le hablo un poco borde y en un tono demasiado seco… pero nuestra relación es así. No soy una persona que siempre está alegre, sonriendo y amistoso con todo el mundo. Lo que tenemos Bonnie y yo es una simple relación de amigos que se lo pasan bien juntos alguna que otra noche, nada más.
Nada de relaciones serias. Nada de compromisos. Diversión y cada uno por su lado.
Aparco el coche delante de la casa de mis padres y me bajo casi al instante. Entro en la casa sin siquiera llamar –aún tengo llaves– y, al instante en el que entro, percibo el olor a la cena que hace mi madre.
En ese momento, escucho los pasos de mi hermana acercándose a mí.
–¡Tyler! –exclama y se lanza, literalmente, a mis brazos.
La cojo a tiempo en el que llega a mí y la cojo en brazos.
–¿Qué tal, pequeñaja? –sonrío, mirándola–. ¿Cómo te van las clases de gimnasia?
–¡Bien! Voy a ir a un campeonato pronto, me lo ha dicho la profesora –comenta con una gran sonrisa, entusiasmada–. Quería verte.
–Yo también, pequeña –la dejo en el suelo y me acuclillo frente a ella–. ¿Qué te parece si la semana que viene te vienes a mi casa y vamos juntos a la playa?
–¡Síiii! –exclama y va hacia la cocina, donde escucho a mis padres hablando. No tardo en seguirla–. ¡Papi! ¡Mami! ¡La semana que viene voy a ir con Tyler a la playa!
–Eso está súper bien –mi padre sonríe y me mira–. ¿Qué tal, hijo?
–Todo bien –asiento con la cabeza y me siento frente a la isleta de la cocina, saludando también a mi madre–. ¿Qué cenaremos hoy?
–Lasaña, está a punto de estar lista –mi madre señala el horno–. ¿Cómo ha ido la semana?
–Bien, como siempre –me encojo de hombros y cojo a Ashley, mi hermana, sentándola en mi regazo–. La semana que viene tengo más tiempo libre. Vendré a buscarla y pasaré el día con ella en la playa.
Mis padres están de acuerdo y, minutos más tarde, por fin empezamos a cenar.
La cena transcurre con la normalidad con la que siempre transcurre la cena de mis padres. Ellos hablan y me preguntan de vez en cuando, y yo hablo –también de vez en cuando– y contesto a lo poco que puedo contestar en relación al rodaje de la película.
A pesar de que me apetece ir de una vez a mi casa, me quedo un rato más con ellos y jugando con Ashley debido a su insistencia. Tiene 6 años, y siendo tan pequeña sabe cómo convencerme para quedarme un rato con ella. Sólo hace falta que me lo pida, insista un poco y, finalmente, acabo aceptando.
Pasa un rato más y Ashley bosteza en varias ocasiones, ya cansada, así que le propongo en llevarla yo a la cama. Sé que eso le gusta, así que no dudo en hacerlo. La llevo a su habitación, la arropo y no pasan dos minutos cuando ya se ha quedado profundamente dormida.
Salgo de su habitación, dejando la puerta un poco abierta al salir, y vuelvo con mis padres.
–Yo me voy ya –les aviso cuando estoy con ellos.
–Está bien –mi madre sonríe–. Pásate pronto. Tu hermana quiere verte más a menudo, y nosotros también.
–Lo haré –asiento–. La semana que viene tengo más tiempo libre. Nos veremos más.
–Entonces, ¿todo bien con la grabación? ¿Cómo está Marcus?
–Marcus sigue como siempre, ya sabéis –me encojo de hombros–. Y tampoco os puedo decir mucho más de la grabación. Pero todo como siempre.